Isaías 17 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

Oráculo contra Damasco

Oráculo contra Damasco:
Miren:
Damasco va a dejar de ser ciudad,
será un montón de escombros.
2 Sus pueblos,
abandonados para siempre,
serán para los rebaños,
que se tumbarán
sin que nadie los espante.
3 Efraín va a perder su plaza fuerte
y Damasco su poderío,
y al resto de los arameos les sucederá
como a la nobleza de Israel
– oráculo del Señor Todopoderoso– .
4 Aquel día la nobleza de Jacob
quedará pobre,
y enflaquecerá la gordura de su cuerpo:
5 como cuando el segador
abraza la mies
y su brazo siega las espigas:
como se recogen las espigas
en el valle de Refaín
6 y quedan sólo restos olvidados;
como cuando al apalear el olivo
quedan dos o tres aceitunas
en lo alto de la copa,
cuatro o cinco en sus ramas fecundas
– oráculo del Señor, Dios de Israel– .
7

Fin de la idolatría
Jr 49,23-27; Am 1,3s

Aquel día el hombre
se fijará en su Hacedor,
sus ojos mirarán al Santo de Israel;
8 y ya no se fijará en los altares,
hechura de sus manos,
ni mirará las piedras conmemorativas
y los postes sagrados
que fabricaron sus dedos.
9

Los jardines de Adonis
1,29-31

Aquel día tus plazas fuertes serán como las que evacuaron los heveos y amorreos ante el avance israelita: quedarán desiertas.
10 Porque olvidaste a Dios, tu Salvador,
y no te acordaste
de tu Roca de refugio.
Plantabas plantaciones deliciosas
e injertabas gajos extranjeros:
11 el día que lo plantabas
lograbas que germinara
y que floreciese el injerto
a la mañana siguiente;
pero la cosecha se malogra
un día funesto de dolor insanable.
12

La marea de los pueblos
Ez 38,19-23; Sal 65,7

¡Ay!, retumbar de muchedumbres
como retumbar
de aguas que retumban;
bramar de pueblos, como bramar
de aguas impetuosas que braman.
13 Él les da un grito, y huyen lejos,
empujados como paja del monte
por el viento,
como la flor del cardo
por el vendaval.
14 Al atardecer se presenta el espanto,
antes de amanecer ya no existen.
Tal es el destino
de los que nos saquean,
la suerte de los que nos despojan.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 17,1-8Oráculo contra Damasco - Fin de la idolatría. La mención de Damasco, capital de Siria, y de Samaría, capital de Israel obedece a la alianza que hicieron estos dos reinos para atacar a Judá (7,1-8,4, también Jer_49:23-27; Amó_1:3-5; Zac_9:1). Damasco fue conquistada por los asirios al mando de Teglat-Falasar en 732 a.C., y la misma suerte corrió Samaría en 722 a.C. a manos de Sargón.
El profeta recuerda las infidelidades de Israel, especialmente su idolatría porque son las causas que atrajeron su destrucción. Pero también se vaticina el retorno al Hacedor. Casi siempre buscamos la realización de nuestros planes y proyectos a espaldas del plan de Dios, lo cual es ya una salida en falso. Ponemos nuestra fe y nuestra confianza en valores que son el equivalente de los ídolos, que menciona el profeta. Y cuando esos absolutos que nosotros mismos creamos nos fallan, tenemos que volver los ojos al Único que puede garantizarnos la verdadera vida.


Isaías 17,9-11Los jardines de Adonis. Evocación de un culto pagano dedicado a Adonis-Tammuz, dios de la vegetación (cfr. Eze_8:14s). Lo que llama la atención es la brevedad de vida de las plantaciones ofrecidas a esa divinidad, lo cual sirve para comparar la fe pasajera de Israel.
Isaías 17,12-14La marea de los pueblos. Estos versículos parecen describir la amenaza de destrucción de Jerusalén a manos de Senaquerib en el 701 a.C. y que no se realizó (compárese con 29,5-7; 37,6).