Isaías 2 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

Sión, centro del reino escatológico
66,18-24; Miq 4,1-3; Zac 8,20-23; Sal 76; 87

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
2 Al final de los tiempos
estará firme el monte
de la casa del Señor,
sobresaliendo entre los montes,
encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán las naciones,
3 caminarán pueblos numerosos.
Dirán: Vengan, subamos
al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob:
él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas,
porque de Sión saldrá la ley;
de Jerusalén, la Palabra del Señor.
4 Será el árbitro entre las naciones,
el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados;
de las lanzas, hoces.
No alzará la espada
pueblo contra pueblo,
ya no se adiestrarán para la guerra.
5 Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.
6

Teofanía y juicio de Dios

Has desechado a tu pueblo,
a la casa de Jacob,
porque está llena
de adivinos de oriente,
de astrólogos filisteos,
y han pactado con extraños.
7 Su país está lleno de plata y oro,
y sus tesoros no tienen número;
su país está lleno de caballos,
y sus carros no tienen número;
8 su país está lleno de ídolos,
y se postran
ante las obras de sus manos,
hechas con sus dedos.
9 Pero el mortal será doblegado,
será humillado el hombre
y no podrá levantarse.
10 Métete entre las rocas,
escóndete en el polvo,
ante el Señor terrible,
ante su majestad sublime.
11 Los ojos orgullosos serán humillados,
será doblegada
la arrogancia humana;
sólo el Señor
será ensalzado aqueldía,
12 que es el día del Señor Todopoderoso:
contra todo lo orgulloso y arrogante,
contra todo lo alto y engreído,
13 contra todos los cedros del Líbano,
contra todas las encinas de Basán,
14 contra todos los montes elevados,
contra todas las colinas encumbradas,
15 contra todas las altas torres,
contra todas las murallas fortificadas,
16 contra todas las naves de Tarsis,
contra todos los navíos opulentos:
17 será doblegado el orgullo del hombre,
será humillada la arrogancia humana;
sólo el Señor será ensalzado aquel día,
18 y todos los ídolos desaparecerán.
19 Métanse en las cuevas de las rocas,
en las grietas de la tierra,
ante el Señor terrible,
ante su majestad sublime,
cuando él se levante
para llenar la tierra de espanto.
20 Aquel día el hombre arrojará
sus ídolos de plata; sus ídolos de oro
– que se hizo para postrarse ante ellos– ,
a los ratones y a los murciélagos;
21 y se meterá en huecos de las rocas
y en las hendiduras de las piedras.
Ante el Señor terrible,
ante su majestad sublime,
cuando se levante
llenando la tierra de espanto.
22 Dejen de confiar en el hombre
que solo tiene
un soplo de vida en la nariz:
¿Para qué estimarlo tanto?

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 2,1-5Sión, centro del reino escatológico. Como en 1,1 se utiliza de nuevo el título de visión para introducir una serie de oráculos que se extienden hasta el capítulo 5. Isaías es el profeta del universalismo de Dios; aquí hay un anuncio de esa universalidad que varias veces mencionará a lo largo del libro. También Isaías se preocupa por el tema de la paz, que no es la simple ausencia de guerra, sino la oportunidad que todos deben tener para vivir bien, comenzando por el derecho a tener un trabajo. La figura de las lanzas convertidas en instrumentos de trabajo hace ver que un pueblo no es más poderoso o importante por su gran ejército, sino por las oportunidades que dé para que sus gentes puedan satisfacer en paz todas sus necesidades, para lo cual no es necesaria la guerra.


Isaías 2,6-22Teofanía y juicio de Dios. Varias son las cosas por las cuales Dios rechaza a su pueblo: 1. La proliferación de adivinos y hechiceros; es un fenómeno muy común en las culturas orientales; eso es, según los profetas, dudar del poder de Dios. 2. En la abundancia y el bienestar económico el pueblo se vuelve autosuficiente y cambia la adoración debida al Señor por la adoración a todo lo que simboliza riqueza y poder.
Como más tarde proclamará María (Luc_1:52), el profeta anuncia la humillación del altanero y del soberbio. Se trata aquí del reino del Norte que está pasando por un período de abundancia y prosperidad, lo cual ha hecho a su gente soberbia y autosuficiente, llegando incluso a menospreciar a sus hermanos del Sur.
Jesús mismo enseña que el que se enaltece será humillado. Estas palabras no pueden seguir siendo un simple consuelo para los empobrecidos y humillados, sino que deben ser un mensaje lleno de esperanza activa, porque es sólo con ellos y desde ellos que Dios destruye los planes de los altivos y arrogantes.