Isaías 22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Contra Jerusalén
29,1-16; Jr 21,13s; 22,20-23

Oráculo del Valle de la Visión:
pero, ¿qué te pasa
que te subes en masa a las azoteas?,
2 llena de ruido, ciudad estridente,
ciudad divertida.
Tus caídos no han caído a espada,
no han muerto en combate;
3 todos tus jefes desertaron en bloque,
sin un disparo de arco
cayeron prisioneros;
todas sus tropas fueron apresadas
cuando se alejaban huyendo.
4 Por eso digo: Dejen de mirarme
y lloraré amargamente,
no insistan en consolarme
de la derrota de mi pueblo.
5 Aquél era un día de pánico,
de humillación y desconcierto
que enviaba el Señor Todopoderoso.
En el Valle de la Visión
socavaban los muros,
y se oían gritos por los montes.
6 Elam se cargaba la aljaba,
había jinetes y carros de Aram,
Quir desnudaba el escudo.
7 Tus valles mejores
se llenaban de carros,
los jinetes cargaban contra la puerta,
8 dejando desguarnecido a Judá.
Aquel día, inspeccionaban el arsenal
en el palacio de columnas de madera
9 y miraban cuántas brechas tenía
la ciudad de David;
recogían el agua
en la cisterna de abajo,
10 hacían recuento
de la casas de Jerusalén,
demolían casas
para reforzar la muralla,
11 entre los dos muros
hacían un depósito
para el agua del pozo viejo.
Pero no se fijaban
en el que lo ejecutaba
ni miraban
al que lo dispuso hace tiempo.
12 El Señor Todopoderoso
los invitaba aquel día
a llanto y a luto,
a raparse la cabeza y a ceñir sayal;
13 pero ustedes, fiesta y alegría,
a matar vacas, a degollar corderos,
a comer carne, a beber vino,
a comer y a beber,
que mañana moriremos.
14 Me ha comunicado su decisión
el Señor Todopoderoso:
Juro que no se expiará
ese pecado de ustedes
hasta que mueran
– lo ha dicho el Señor
Todopoderoso– .
15

Contra el mayordomo de palacio

Así dice el Señor Todopoderoso:
Anda, ve a ese mayordomo de palacio,
a Sobná,
16 que se labra en lo alto un sepulcro
y se excava en la piedra un mausoleo: ¿Qué tienes aquí,
a quién tienes aquí,
que te labras aquí un sepulcro?
17 Mira, el Señor
te arrojará con violencia:
te aferrará con fuerza
18 y te hará dar vueltas
y vueltas como un aro
sobre la llanura dilatada.
Allí morirás,
allí pararán tus carrozas de gala,
vergüenza de la corte de tu señor.
19

Nuevo mayordomo

Te echaré de tu pueblo, te destituiré de tu cargo.
20 Aquel día llamaré a mi siervo Eliacín, hijo de Jelcías:
21 le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será un gobernante para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá.
22 Le pondré en el hombro
la llave del palacio de David:
lo que él abra nadie lo cerrará,
lo que él cierre nadie lo abrirá.
23 Lo hincaré como un clavo
en sitio firme,
dará un trono glorioso a su familia;
24 colgarán de él
los nobles de su familia,
vástagos y descendientes,
toda la vajilla menor,
de bandejas a cántaros.
25 Aquel día
– oráculo del Señor Todopoderoso–
cederá el clavo
hincado en sitio firme,
y la carga que colgaba de él
se soltará, caerá y se romperá
– lo ha dicho el Señor– .

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 22,1-14Contra Jerusalén. El profeta trata de nuevo el tema sobre la alegría y el regocijo que produjo la sorpresiva retirada de Senaquerib en 701 a.C., estando a punto de conquistar la ciudad (cfr. 2Re_18:13-16; 2Re_19:9; Isa_36:1s; Isa_37:8). El profeta insiste que, a pesar de todo, el castigo sigue amenazando, pues se han preparado muy bien militarmente, pero sin tener en cuenta al Señor. El profeta critica la visión tan obtusa de los habitantes de la ciudad que en lugar de confiar en el Señor, confían más en sus armas y sus estrategias; y porque en lugar de hacer penitencia se lanzan al desenfreno (12s).


Isaías 22,15-18Contra el mayordomo de palacio. No es raro encontrar algún oráculo profético contra un individuo en particular (cfr. Jer_20:1-6; Jer_28:12-17). Precisamente éste es uno contra un extranjero, al parecer egipcio, que ha ascendido muy alto en la corte de Ezequías. Su posición le ha permitido tal vez incidir demasiado en las decisiones reales lo cual atrae la condena del profeta (cfr. 30,2-5; 31,1-3, cfr. 2Re_18:26; 2Re_19:2).
Isaías 22,19-25Nuevo mayordomo. El profeta no ve con buenos ojos que la función del maestro de palacio sea realizada por un extranjero; por eso apoya su destitución para que sea sustituido por un verdadero israelita. Mat_16:19 pondrá estas palabras dirigidas a Pedro en boca de Jesús, mientras que Apo_3:7 las aplica al Mesías. El sustituto del funcionario extranjero también cae en desgracia, y en su caída arrastra a todos los suyos.