Isaías 26 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Himno de victoria

Aquel día se cantará este canto
en el territorio de Judá:
Tenemos una ciudad fuerte:
le ha puesto para salvarla
murallas y baluartes.
2 Abran las puertas,
para que entre un pueblo justo
que guarda los compromisos;
3 su voluntad es firme,
tú velas por su paz,
porque confía en ti.
4 Confíen siempre en el Señor,
porque el Señor
es la Roca perpetua:
5 doblegó a los que habitaban
en la cumbre,
y a la ciudad inaccesible la abatió,
la abatió hasta el suelo,
la tumbó en el polvo;
6 y la pisan los pies,
los pies del oprimido,
las pisadas de los desvalidos.
7

Los juicios del Señor

La senda del justo es recta,
tú allanas el sendero del justo.
8 En la senda de tus juicios,
Señor, te esperamos,
invocamos tu Nombre con ansia:
9 mi alma te ansía de noche,
mi espíritu en mi interior
madruga por ti;
porque cuando tus juicios
llegan a la tierra,
aprenden justicia
los habitantes del mundo.
10 Si se trata
con clemencia al malvado,
no aprende justicia,
en un país honrado comete crímenes,
sin fijarse en la grandeza del Señor;
11 aunque alces la mano,
Señor, no la miran.
Que miren confundidos
tu celo por el pueblo
y que el fuego
devore a tus enemigos.
12 Señor, tú nos gobernarás en paz,
porque todas nuestras empresas
nos las realizas tú.
13 Señor, Dios nuestro,
aunque fuera de ti
nos dominaron otros señores,
nosotros invocamos
solamente tu Nombre.
14

Resurrección
Ez 37,1-14; 1 Cor 15

Los muertos no vivirán,
las sombras no se alzarán,
porque tú los juzgaste y aniquilaste
y extirpaste su memoria.
15 Multiplicaste el pueblo, Señor,
multiplicaste el pueblo
manifestando tu gloria,
ensanchaste los confines del país.
16 Señor, en el peligro acudíamos a ti,
cuando apretaba
la fuerza de tu escarmiento.
17 Como la mujer embarazada,
cuando le llega el parto,
se retuerce y grita de dolor,
así éramos en tu presencia, Señor:
18 concebimos, nos retorcimos,
dimos a luz... viento;
no trajimos salvación al país,
no le nacieron habitantes al mundo.
19 ¡Vivirán tus muertos,
tus cadáveres se alzarán,
despertarán jubilosos
los que habitan en el polvo!
Porque tu rocío es rocío de luz,
y la tierra de las sombras parirá.
20 Anda, pueblo mío,
entra en tus aposentos
y cierra la puerta por dentro;
escóndete un breve instante
mientras pasa la cólera.
21 Porque el Señor
va a salir de su morada
para castigar la culpa
de los habitantes de la tierra:
la tierra descubrirá
la sangre derramada
y ya no ocultará
a los asesinados en ella.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 26,1-6Himno de victoria. Canto a la victoria del Señor. La ciudad fuerte puede ser que no exista en ese momento, pero ahí está precisamente la labor del profeta: animar, reconfortar, levantar la moral del pueblo. Lo mismo vale decir para nuestra tarea de evangelizadores. Nuestros pueblos necesitan el consuelo, ser reanimados en su esperanza. Ellos no esperan necesariamente milagros pero sí razones para vivir y para confiar en su Dios.


Isaías 26,7-13Los juicios del Señor. Salmo de reconocimiento a la justicia divina; el Señor juzga con justicia, fijándose siempre en el humilde.
Isaías 26,14-21Resurrección. Este poema parece aludir a la resurrección de los muertos. Hay quienes afirman que ésta sería la alusión más antigua al tema de la resurrección; otros no van tan lejos y más bien afirman que se trata sólo del tema de la restauración de Israel tal como lo describe también Jr 37.
El Leviatán (27,1) es un legendario monstruo, posiblemente proveniente de la mitología mesopotámica. En la Biblia encontramos varias alusiones a dicho ser (Job_3:8; Sal_74:13s; Sal_104:26). Para Israel, estos monstruos mitológicos están representados en las grandes naciones que le han oprimido. Pero pese a su fuerza y poderío terminarán siendo aniquilados por el Señor.