Isaías 27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1 Aquel día castigará el Señor
con su espada grande,
templada, robusta,
a Leviatán, serpiente huidiza;
a Leviatán, serpiente tortuosa,
y dará muerte al dragón marino.
2

Canción de la viña
5,1-6

Aquel día cantarán
a la viña hermosa;
3 Yo, el Señor, soy su guardián,
la riego con frecuencia,
para que no le falte su hoja,
noche y día la guardo.
4 Ya no estoy irritado.
Si me diera zarzas y cardos,
me lanzaría contra ella
para quemarlos todos.
5 Si se acoge a mi protección,
hará las paces conmigo,
¡sí, las paces hará conmigo!
6

Renovación de Israel

Llegarán días
en que Jacob echará raíces,
Israel echará brotes y flores,
y sus frutos cubrirán la tierra.
7 ¿Lo ha herido
como hiere a los que lo hieren?
¿Lo ha matado
como mueren los que lo matan?
8 Lo castigas espantándolo,
expulsándolo,
arrollándolo con viento impetuoso
en día de viento del este.
9 Con esto se expiará
la culpa de Jacob,
y éste será el fruto
de alejar su pecado:
dejar las piedras de los altares
como piedra caliza triturada
y no erigir postes sagrados
ni altares de incienso.
10 La plaza fuerte está solitaria,
como mansión despreciada,
abandonada como el desierto:
allí pastan novillos,
allí se tumban
y consumen sus ramas.
11 Al secarse el ramaje, se quiebra,
vienen mujeres y le prenden fuego.
Porque es un pueblo insensato,
por eso su Hacedor no se apiada,
su Creador no lo compadece.
12

Reunión final en Jerusalén
11,11s

Aquel día trillará el Señor las espigas
desde el Gran Río
hasta el Torrente de Egipto;
pero ustedes, israelitas,
serán buscados uno por uno.
13 Aquel día sonará la gran trompeta,
y vendrán los dispersos de Asiria,
los desterrados de Egipto,
para postrarse ante el Señor
en el monte santo de Jerusalén.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 27,2-5Canción de la viña. Como en 5,1-6, el Señor cuidará de Israel como un viñador cuida su viña, pero Israel tiene que acudir al Señor para vivir en paz.


Isaías 27,6-11Renovación de Israel. Israel ha purificado sus culpas. Recuérdese que los sucesos ocurridos son vistos siempre en perspectiva religiosa. Para el pueblo judío, las invasiones y destrucciones, aunque tienen sus propias motivaciones socio-políticas, económicas e incluso geográficas, se miran, desde la dinámica fidelidad/infidelidad: si el pueblo es fiel, Dios lo cuida; si es infiel, Dios lo castiga. Para los opresores también habrá castigo.
Isaías 27,12-13Reunión final en Jerusalén. Promesa de retorno a la tierra. Este retorno será promovido por el mismo Señor. Así como la comunidad israelita se congrega al toque del cuerno, a ese mismo toque se reunirán uno por uno de todas las naciones por donde están dispersos.