Isaías 30 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 33 versitos |
1

Contra el pacto con Egipto
19,1-15; 31,1-3

¡Ay de los hijos rebeldes!
– oráculo del Señor– ,
que hacen planes
sin contar conmigo,
que firman pactos
sin contar con mi profeta,
añadiendo pecados a pecados;
2 que bajan a Egipto
sin consultar mi oráculo
buscando la protección del faraón
y refugiarse a la sombra de Egipto;
3 la protección del faraón
los hará fracasar
y el refugio a la sombra de Egipto
los defraudará.
4 Cuando estén sus jefes en Soán
y lleguen sus embajadores a Janés,
5 todos se sentirán defraudados
por un pueblo inútil
que no puede auxiliar ni servir,
si no es de fracaso y decepción.
6

Contra la embajada

Oráculo contra la Bestia del Sur:
Por tierra hostil y siniestra,
de leones y leonas rugientes,
de víboras y dragones alados,
llevan sus riquezas a lomo de asno
y sus tesoros a giba de camello,
7 a un pueblo inútil,
cuyo auxilio es vano y nulo;
por eso lo llamo así:
Fiera que ruge y no hace nada.
8

Testamento de Isaías
8,16-20

Ahora ve y escríbelo en una tablilla,
grábalo en bronce,
que sirva en el futuro
de testimonio perpetuo:
9 Es un pueblo rebelde,
hijos renegados,
hijos que no obedecen
la ley del Señor;
10 que dicen a los videntes:
No tengan visiones,
y a los profetas:
No profeticen sinceramente;
dígannos cosas agradables,
profetícennos ilusiones;
11 apártense del camino,
retírense de la senda,
dejen de ponernos delante
al Santo de Israel.
12 Por eso, así dice el Santo de Israel:
Ya que rechazan este mensaje,
y confían en la opresión
y en la perversidad,
y se apoyan en ellas,
13 por eso esa culpa será para ustedes
como grieta que baja
en una alta muralla,
y la arquea, hasta que de repente,
de golpe, se desploma;
14 como vasija de loza rota,
hecha añicos sin piedad,
hasta no quedar entre sus añicos
ni un trozo
con que sacar brasas del rescoldo,
con que sacar agua del pozo.
15 Así decía el Señor,
el Santo de Israel:
La salvación de ustedes está
en convertirse y tener calma,
su fuerza consiste
en confiar y estar tranquilos.
Pero no quisieron
16 y dijeron:
– No. Huiremos a caballo.
– Está bien, tendrán que huir.
– Correremos a galope.
– Más correrán los que los persigan.
17 Huirán mil
ante la amenaza de uno,
huirán ante la amenaza de cinco,
hasta quedar como un poste
en la cumbre de un monte,
como señal sobre una colina.
18

Conversión del pueblo

Pero el Señor espera
para apiadarse de ustedes,
aguanta para tenerles compasión
porque el Señor es un Dios recto:
dichosos los que esperan en él.
19 Vecinos de Sión,
habitantes de Jerusalén,
no tendrán que llorar,
porque se apiadará al oír tu gemido;
apenas te oiga, te responderá.
20 Aunque el Señor
les dé el agua tasada
y el pan medido,
ya no se esconderá tu Maestro,
con tus ojos verás a tu Maestro;
21 si se desvían a derecha o izquierda,
tus oídos oirán
una llamada a la espalda:
Éste es el camino, caminen por él.
22 Tendrás por impuros
tus ídolos recubiertos de plata
y tus estatuas revestidas de oro:
las arrojarás como inmundicia,
las tratarás como basura.
23 Te dará lluvia para la semilla
que siembres en el campo,
el grano de la cosecha del campo
será rico y sustancioso;
aquel día tus ganados
pastarán en anchas praderas;
24 los bueyes y asnos
que trabajan en el campo
comerán forraje fermentado,
aventado con pala y horquilla.
25 En todo monte elevado,
en toda colina alta,
habrá acequias y cauces de agua,
el día de la gran matanza,
cuando caigan las torres.
26 La luz de la luna
será como la del sol,
la luz del sol
será siete veces más intensa,
cuando el Señor vende
la fractura a su pueblo
y le sane la herida que le causó.
27

Teofanía y castigo de Asiria
Hab 3; Sal 18

Miren:
el Señor en persona viene de lejos,
arde su cólera
con espesa humareda;
sus labios están llenos de furor,
su lengua es fuego abrasador,
28 su aliento es río desbordado
que alcanza hasta el cuello:
para zarandear a los pueblos
con zaranda de exterminio,
para poner freno de extravío
a la quijada de las naciones.
29 Ustedes entonarán un cántico,
como en noche sagrada de fiesta:
se alegrará el corazón
al compás de la flauta,
mientras van al monte del Señor,
a la Roca de Israel.
30 El Señor hará oír
la majestad de su voz,
mostrará su brazo que descarga
con ira furiosa y rayos abrasadores,
con tormenta y aguacero y granizo.
31 A la voz del Señor se acobardará
Asiria, a golpes de palo;
32 y cada golpe
de la vara de castigo
que el Señor descargue sobre ella,
lo acompañarán con tamboriles
y cítaras y danzas guerreras.
33 Que está preparada
hace tiempo en Tofet,
está dispuesta, ancha y profunda,
una hoguera con leña abundante:
y el soplo del Señor,
como torrente de azufre,
le prenderá fuego.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 30,1-5Contra el pacto con Egipto. El cuarto «ay» de amenaza ahora va dirigido contra Ezequías, que ha decidido aliarse con Egipto para enfrentarse a los asirios. Efectivamente Judá recurrió a Egipto entre el 703-702 a.C. Isaías es contrario a esta política, no ve necesario buscar otro apoyo fuera del que ofrece el Señor. Ciertamente Egipto prometió ayuda, pero a la hora definitiva dio la espalda a Judá (cfr. Isa_31:1-3).
¿Cómo releer hoy estos textos cuando la realidad es que tantos pueblos están próximos a desaparecer por la falta de solidaridad y apoyo entre los débiles? Hoy cobra mucha vigencia la necesidad de confiar en la ayuda y el apoyo de Dios, pero, ¿cómo vivir esta confianza en la realidad concreta?


Isaías 30,6-7Contra la embajada. Continúa la mofa contra los embajadores de Ezequías que, cruzando el Negueb, tienen como destino final el país egipcio. «Rahab», «Caos», «la Bestia del Sur», era un monstruo de la mitología antigua; según la tradición popular, dicho monstruo se había vuelto inofensivo (cfr. Job_26:12). Por transposición de ideas, Egipto que había sido un imperio poderoso, ahora es un inofensivo.
Isaías 30,8-17Testamento de Isaías. Este poema está compuesto por tres oráculos (9-11; 12-14; 15-17). Tienen como idea central la terquedad del rey y sus consejeros al no aceptar las recomendaciones del profeta. Para que conste, el profeta decide poner por escrito lo que ha dicho al rey. Quizás el tiempo le daría la razón.
Los versículos 10s son una llamada al profeta para que anuncie cosas halagüeñas. El mensaje de los profetas casi siempre resulta incómodo y poco grato de escuchar; con todo, el hombre de Dios no puede, por fidelidad a su vocación, regalar los oídos al rey. Otro signo para conocer al verdadero y al falso profeta (cfr. Zac_10:2).
Isaías 30,18-26Conversión del pueblo. Después de las amenazas anteriores, encontramos en este pasaje un tono esperanzador. El Señor no olvidará a su pueblo ni le quitará completamente su apoyo; el pueblo podrá reconocer que sólo Dios es quien le protege. El signo de esta aceptación será el rechazo a todos los ídolos que muchos judíos tienen en sus casas (22).
Isaías 30,27-33Teofanía y castigo de Asiria. Este pasaje nos recuerda la inminente amenaza de invasión por parte de Asiria en 701 a.C. El Tofet, fue por mucho tiempo el lugar donde en la mismísima Jerusalén se quemaban los niños que eran ofrecidos al dios Moloc (2Re_23:10; Jer_7:31). Isaías, que conoce muy bien sus tradiciones, vaticina que este lugar está ahora preparado para el rey asirio.