Isaías 36 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

SECCIÓN HISTÓRICA
Invasión de Senaquerib
2 Re 18; Is 8,5-8; 10,28-32

El año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, subió contra las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó.
2 Desde Laquis el rey de Asiria despachó al copero mayor para que fuera con un fuerte destacamento a Jerusalén, al rey Ezequías. El copero mayor se detuvo ante el canal del Estanque de Arriba, junto al camino del Campo del Tintorero.
3 Salieron a recibirlo Eliacín, hijo de Jelcías, mayordomo de palacio; Sobná, el secretario, y Yoaj, el canciller, hijo de Asaf.
4 El copero mayor les dijo:
– Digan a Ezequías: Así dice el emperador, el rey de Asiria: ¿En qué fundas tu confianza?
5 Tú piensas que la estrategia y la valentía militares son cuestión de palabras. ¿En quién confías para rebelarte contra mí?
6 ¿Te fías de ese bastón de caña quebrada que es Egipto? Al que se apoya en él se le clava en la mano y se la atraviesa. Eso es el faraón para los que confían en él.
7 Y si me replicas: Confiamos en el Señor, nuestro Dios, ¿no es éste el Dios cuyos lugares de culto y altares ha suprimido Ezequías, exigiendo a Judá y a Jerusalén que se postren solamente ante ese altar?
8 Por tanto, haz una apuesta con mi señor, el rey de Asiria, y te daré dos mil caballos, si es que tienes quien los monte.
9 ¿Cómo te atreves a desairar a uno de los últimos siervos de mi señor, el rey de Asiria, confiando en que Egipto te proporcionará carros y jinetes?
10 ¿Te crees que he subido a devastar este país sin contar con el Señor? Fue el Señor quien me dijo que subiera a devastar este país.
11 Eliacín, Sobná y Yoaj dijeron al copero mayor:
– Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos; no nos hables en hebreo ante la gente que está en las murallas.
12 Pero el copero les replicó:
–¿Crees que mi Señor me ha enviado para que les comunique a ti y a tu señor este mensaje? También es para los hombres que están en la muralla, y que con ustedes tendrán que comer su excremento y beber su orina.
13 E irguiéndose el copero mayor, gritó bien fuerte en hebreo:
– Escuchen las palabras del emperador, rey de Asiria:
14 Así dice el rey: que no los engañe Ezequías, porque no podrá librarlos.
15 Que Ezequías no los haga confiar en el Señor, diciendo: El Señor nos librará y no entregará esta ciudad al rey de Asiria.
16 No hagan caso a Ezequías, porque esto dice el rey de Asiria: ríndanse y hagan la paz conmigo, y cada uno comerá de su viña y su higuera y beberá de su pozo;
17 hasta que llegue yo, para llevarlos a una tierra como la de ustedes, tierra de grano y de vino nuevo, tierra de pan y de viñas.
18 Que no los engañe Ezequías, diciendo: El Señor nos librará. ¿Acaso los dioses de las naciones libraron a sus países de la mano del rey de Asiria?
19 ¿Dónde están los dioses de Jamat y Arpad, dónde los dioses de Sefarvaín? ¿Han librado a Samaría de mi poder?
20 ¿Qué dios de esos países ha podido librar sus territorios de mi mano? ¿Y va el Señor a librar a Jerusalén de mi mano?
21 Ellos callaron y no le respondieron palabra. Tenían orden del rey de no responder.
22 Entonces Eliacín, hijo de Jelcías, el mayordomo de palacio, Sobná, el secretario, y Yoaj el canciller, hijo de Asaf, se presentaron al rey Ezequías con las vestiduras rasgadas y le comunicaron las palabras del copero mayor.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 36,1-22Sección histórica (Cap. 36-39:8). Estos capítulos transcriben prácticamente 2Re_18:13-20, 9 con pocas variaciones. Los redactores finales de Isaías quisieron colocar aquí este material tal vez para darle un carácter de historicidad a la persona y la actuación del Isaías del s. VIII a.C. que, como sabemos, vivió en la época del imperio Asirio. Se debe advertir que Isa_38:9-20 no aparece en 2 Re, así como 2Re_18:14-16 no aparece en esta sección de Isaías.

36:1-22 Invasión de Senaquerib. El año 14 del reinado de Ezequías corresponde al año 701 a.C., año en el que Senaquerib, hijo de Sargón II, sitió a Jerusalén con sus ejércitos (cfr. 2Re_18:13). Este capítulo contiene las amenazas y las advertencias de los asirios, y de su embajada de no confiar ni en la ayuda de Egipto ni en la ayuda del Dios de Israel.