Isaías 37 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 38 versitos |
1

Recurso a Isaías
2 Re 19; Is 14,24-27

Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y se dirigió al templo del Señor,
2 y despachó a Eliacín, el mayordomo de palacio; a Sobná, el secretario, y a los sacerdotes más ancianos, vestidos de sayal, para que fueran a decirle al profeta Isaías, hijo de Amós:
3 – Así dice Ezequías: Hoy es un día de angustia, de castigo y de vergüenza; los hijos llegan al parto, y no hay fuerza para darlos a luz.
4 Ojalá oiga el Señor las palabras del copero mayor, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para ultrajar al Dios vivo, y castigue las palabras que el Señor, tu Dios, ha oído. Reza por el resto que todavía subsiste.
5 Los ministros del rey Ezequías se presentaron a Isaías
6 y él les respondió:
– Digan a su señor: Así dice el Señor: No te asustes por esas palabras que has oído, por las blasfemias de los criados del rey de Asiria.
7 Yo mismo les meteré un espíritu, y cuando oiga ciertas noticias, se volverá a su país, y en su país lo haré morir a espada.
8

Segunda versión de la embajada
10,5-16

El copero mayor regresó y encontró al rey de Asiria combatiendo contra Alba, porque había oído que el rey se había retirado de Laquis
9 al recibir la noticia de que Tajarca, rey de Nubia, había salido para luchar contra él.
Senaquerib envió de nuevo mensajeros a Ezequías a decirle:
10 – Digan a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confían, pensando que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria.
11 Tú mismo has oído cómo han tratado los reyes de Asiria a todos los países, exterminándolos, ¿y tú te vas a librar?
12 ¿Los salvaron a ellos los dioses de los pueblos que mis predecesores destruyeron: Gozán, Jarrán, Résef y los adanitas de Telasar?
13 ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Sefarvaín, de Hená y de Avá?
14

Oración de Ezequías
Sal 44

Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó:
15 después subió al templo, la desplegó ante el Señor y oró:
16 Señor Todopoderoso,
Dios de Israel,
sentado sobre querubines:
tú solo eres el Dios
de todos los reinos del mundo,
tú hiciste el cielo y la tierra.
17 Presta oído, Señor, y escucha;
abre tus ojos, Señor, y mira.
Escucha el mensaje
que ha enviado Senaquerib
para ultrajar al Dios vivo.
18 Es verdad, Señor: los reyes de Asiria
han asolado todas las naciones
y sus territorios,
19 han quemado todos sus dioses
– porque no son dioses,
sino hechura de manos humanas,
leño y piedra– y los han destruido.
20 Ahora, Señor, Dios nuestro,
sálvanos de su mano,
para que sepan
todos los reinos del mundo
que tú sólo, Señor, eres Dios.
21

Respuesta de Isaías
2 Re 19,20-28; Is 10,5-16

Isaías, hijo de Amós, mandó decir a Ezequías:
– Así dice el Señor, Dios de Israel: He oído lo que me pides acerca de Senaquerib, rey de Asiria.
22 Ésta es la sentencia que el Señor pronuncia contra él:
Te desprecia
y se burla de ti
la doncella, la ciudad de Sión:
menea la cabeza a tu espalda
la ciudad de Jerusalén.
23 ¿A quién has ultrajado e insultado,
contra quién has alzado la voz
y levantado tus ojos a lo alto?
¡Contra el Santo de Israel!
24 Por medio de tus servidores
has ultrajado al Señor:
Con mis numerosos carros
yo he subido
a las cimas de los montes,
a las cumbres del Líbano;
he talado la estatura de sus cedros
y sus mejores cipreses;
llegué hasta la última cumbre,
hasta lo más denso de su bosque.
25 Yo excavé pozos
y bebí aguas extranjeras;
sequé bajo la planta de mis pies
todos los canales de Egipto.
26 –¿No lo has oído?
Desde antiguo lo decidí,
en tiempos remotos lo preparé,
y ahora lo realizo;
por eso tú reduces
las ciudades fortificadas
a montones de escombros.
27 Sus habitantes, faltos de fuerza,
con la vergüenza de la derrota,
fueron como hierba del campo,
como verde de los prados,
como grama de las azoteas
marchitada antes de crecer.
28 Sé cuándo te sientas y te levantas,
cuándo entras y sales;
29 porque te agitas contra mí
y tu arrogancia
sube a mis oídos,
te pondré mi argolla en la nariz
y mi freno en el hocico,
y te llevaré por el camino
por donde viniste.
30

Signo para Ezequías
2 Re 19,29-34

Esto te servirá de señal:
Este año comerán el grano caído;
el año que viene,
lo que brote sin sembrar;
el año tercero sembrarán
y cosecharán,
plantarán viñas
y comerán sus frutos.
31 De nuevo
el resto de la casa de Judá
echará raíces por abajo
y dará frutos por arriba;
32 porque de Jerusalén saldrá un resto,
los supervivientes, del Monte Sión:
¡el celo del Señor Todopoderoso
lo cumplirá!
33 Por eso, así dice el Señor
acerca del rey de Asiria:
No entrará en esta ciudad,
no disparará contra ella su flecha,
no se acercará con escudo
ni levantará contra ella un terraplén;
34 por el camino por donde vino
se volverá,
pero no entrará en esta ciudad
– oráculo del Señor– .
35 Yo defenderé a esta ciudad
para salvarla,
por mi honor y el de David, mi siervo.
36

Desenlace

Aquella misma noche salió el ángel del Señor e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres; por la mañana, al despertar, los encontraron cadáveres.
37 Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento, se volvió a Nínive, y se quedó allí.
38 Y un día, mientras estaba postrado en el templo de su dios Nisroc, sus hijos Adramélec y Saréser lo mataron con la espada, y escaparon al territorio de Ararat. Y le sucedió en el trono su hijo Asaradón.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 37,1-13Recurso a Isaías - Segunda versión de la embajada. Ezequías, consternado, se dirige al Señor para consultarle. Consultar al Señor o a otros dioses era una práctica común en el mundo antiguo (cfr. 1Sa_9:9; 1Sa_23:4; 1Cr_21:30, etc.). Isaías pronostica la fidelidad del Señor y los castigos que tiene preparados para los invasores.


Isaías 37,14-20Oración de Ezequías. Ante la inminencia de un ataque asirio a Jerusalén, el rey Ezequías ora consternado en el templo. Reconoce la grandeza y exclusividad divina en el acto creador y, por tanto, su soberanía universal (16s). También reconoce el poderío de Senaquerib que no ha perdonado ciudad ni aldea, que ha sembrado pavor y muerte, y ha arrojado al fuego a toda divinidad que ha encontrado a su paso (18s). Ezequías teme que el Dios de Israel corra esa misma suerte; si Dios manifiesta su omnipotencia, Israel podrá estar a salvo.
Isaías 37,21-29Respuesta de Isaías. El profeta envía un mensaje de tranquilidad al rey anunciándole que el Señor ha escuchado su oración. De nuevo, como en 10,5-16, se ratifica el poder y soberanía absoluta de Dios y la manera como se vale de cualquier instrumento para castigar. La intención del profeta es denunciar la arrogancia de quienes se creen amos y señores del mundo, por el hecho de que en un momento dado poseen poder económico y militar.
Los oyentes de Isaías, testigos del poderío asirio, tienen que tener claro que el único poderoso y sabio es el Dios de Israel, y que todo le está sometido, incluso los planes de las naciones más lejanas.
Isaías 37,30-35Signo para Ezequías. Pese a las amenazas de la inminente toma de la ciudad por parte de los asirios, y pese a tratarse de un enemigo cruel y sanguinario que arrasaba realmente ciudades y aldeas, Isaías transmite un mensaje de confianza y seguridad para el rey y los habitantes de la ciudad. La situación no va a cambiar; el ritmo de vida seguirá igual, lo cual ilustra el profeta con la imagen del ciclo de la cosecha y del consumo de los frutos (30). Al mismo tiempo, vaticina la misión que tendrá el «resto» de Israel: echar raíces y dar frutos (31).
Isaías 37,36-38Desenlace. Como en Éxo_14:24 narrando la liberación de los esclavos de Egipto, el redactor final constata también la liberación del poder asirio mediante una intervención divina espectacular a través del ángel del Señor. La realidad histórica fue que Senaquerib abandonó precipitadamente el cerco que estaba realizando contra Jerusalén sin que se sepan los motivos. Este acontecimiento lo relee la fe israelita como una acción directa de Dios a favor de su ciudad.
Es importante que nosotros, desde nuestra fe y adhesión a Dios, y desde nuestra confianza en Él, leamos en nuestra historia sus intervenciones amorosas aún en las situaciones más simples y sencillas. Pero siempre teniendo cuidado de que esa fe y confianza en Dios no nos propicie falsas seguridades ni inmovilidad en nuestro compromiso como ocurrió con los habitantes de Jerusalén. Ellos creyeron que merecían que Dios los cuidara, y les cuidara también la ciudad; lo que les llevó a despreocuparse completamente de hacer de Jerusalén el lugar de la realización del plan divino de justicia.