Isaías 43 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Rescate del pueblo

Y ahora, así dice el Señor,
el que te creó, Jacob;
el que te formó, Israel:
No temas, que te he redimido,
te he llamado por tu nombre,
tú eres mío.
2 Cuando cruces las aguas,
yo estaré contigo,
la corriente no te anegará;
cuando pases por el fuego,
no te quemarás,
la llama no te abrasará.
3 Porque yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu salvador.
Como rescate tuyo
entregué a Egipto,
a Etiopía y Sabá a cambio de ti;
4 porque te aprecio y eres valioso
y yo te quiero,
entregaré hombres a cambio de ti,
pueblos a cambio de tu vida:
5 no temas, que contigo estoy yo;
desde oriente
traeré a tu descendencia,
desde occidente te reuniré.
6 Diré al Norte: Entrégalo;
al Sur: No lo retengas;
tráeme a mis hijos de lejos
y a mis hijas del confín de la tierra;
7 a todos los que llevan mi Nombre,
a los que creé para mi gloria,
a los que hice y formé.
8

El pueblo, testigo de Dios

Saquen al pueblo ciego,
aunque tiene ojos;
a los sordos, aunque tienen oídos;
9 que se reúnan las naciones
y se junten los pueblos:
¿quién de ellos puede contárnoslo
o informarnos
de predicciones pasadas?
Que presenten testigos
para ganar su causa,
que lo oigamos, y diremos: Es verdad.
10 Ustedes son mis testigos
– oráculo del Señor–
y mis siervos, a quienes escogí,
para que conocieran y me creyeran,
para que comprendieran quién soy yo.
Antes de mí
no habían fabricado ningún dios
y después de mí ninguno habrá:
11 Yo soy el Señor;
fuera de mí no hay salvador.
12 Yo predije, y salvé; yo anuncié,
y no tenían dios extranjero.
Ustedes son mis testigos
– oráculo del Señor– ;
13 yo soy Dios,
desde siempre lo soy.
No hay quien libre de mi mano;
lo que yo hago, ¿quién lo deshará?
14

Salvación

Así dice el Señor,
su Redentor, el Santo de Israel:
A causa de ustedes
yo he mandado gente a Babilonia,
he arrancado todos los cerrojos
de las prisiones,
y los caldeos rompen en lamentos.
15 Yo soy el Señor, su Santo,
el creador de Israel, su Rey.
16 Así dice el Señor,
que abrió camino en el mar
y senda en las aguas impetuosas;
17 que sacó a batalla carros y caballos,
tropa con sus valientes:
caían para no levantarse,
se apagaron como mecha
que se extingue.
18 No recuerden lo de antaño,
no piensen en lo antiguo;
19 miren que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notan?
Abriré un camino por el desierto,
ríos en el arenal;
20 me glorificarán las fieras salvajes,
chacales y avestruces,
porque ofreceré agua en el desierto,
ríos en el arenal,
para apagar la sed de mi pueblo,
de mi elegido.
21 El pueblo que yo me formé,
para que proclamara mi alabanza.
22

Requisitoria contra el pueblo
45,9-14; 50,1-3

Pero tú no me invocabas, Jacob;
ni te esforzabas por mí, Israel;
23 no me ofrecías ovejas
en holocausto,
no me honrabas con tus sacrificios;
yo no te avasallé
exigiéndote ofrendas,
ni te cansé pidiéndote incienso,
24 no me comprabas
canela con dinero,
no me saciabas
con la grasa de tus sacrificios;
pero me avasallabas
con tus pecados,
y me cansabas con tus culpas.
25 Yo, yo era quien por mi cuenta
borraba tus crímenes
y no me acordaba de tus pecados;
26 recuérdamelo tú, y discutiremos;
razona tú, y saldrás absuelto.
27 Ya tu primer padre pecó,
tus jefes se rebelaron contra mí;
28 por eso profané
a príncipes consagrados,
entregué a Jacob al exterminio
y a Israel a los insultos.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 43,1-7Rescate del pueblo. Llamada de nuevo a la confianza en el Señor, similar a 41,8-20. Israel no debe tener miedo porque quien le protege es su mismo Hacedor. En esta época cobra mayor sentido el concepto de Dios creador de todas las cosas: si todo lo ha creado Dios, ¿cómo no va a poder re-crear a Israel? Se acrecienta también la comprensión del Dios liberador: si Dios liberó a su pueblo de Egipto, ¿cómo no va a poder liberarlo ahora de Babilonia?
En consonancia con 41,14 donde aparece Dios como «goel», rescatador, aquí Él mismo declara el rescate que ha pagado. El profeta ve como obra divina el sometimiento de Egipto, Canaán y Mesopotamia al poder de Ciro, ya que gracias a ello Israel podrá retornar a la tierra. El fuerte nacionalismo que impregna estos versículos y tantos otros a lo largo del Antiguo Testamento no nos debe hacer pensar que Dios destruye o sacrifica pueblos, o naciones, o la humanidad entera para favorecer a unos cuantos. Cada pasaje de éstos nos debe reforzar más y más la fe en un Dios Padre de todos que no hace acepción de personas (cfr. Hch_10:34), un Padre que acoge a todo aquel que escucha su Palabra y la pone en práctica (cfr. Luc_8:21).


Isaías 43,8-13El pueblo, testigo de Dios. De nuevo una solemne declaración del monoteísmo absoluto puesta en boca del mismo Dios (cfr. 41,21). Antes del exilio, Israel admite que hay otras divinidades, pero sólo cree y adora al Señor; eso es lo que llamamos monoteísmo práctico. A finales del exilio y en el postexilio, ya encontramos este avance en la fe israelita de la formulación explícita de su monoteísmo. Nótese la fuerza casi vehemente de los versículos 10s.
Isaías 43,14-21Salvación. El nuevo éxodo que Dios realizará en favor de su pueblo será aun más maravilloso que aquel éxodo de Egipto (cfr. 52,11s).
Isaías 43,22-28Requisitoria contra el pueblo. Suena un poco extraño esta especie de reproche en el contexto de la consolación a Israel. Con todo, no se trata de un oráculo de censura condenatoria; más bien se trata de recordar al pueblo la esencia del verdadero culto, que no debe ser ni obligación ni carga. En el exilio, al no haber templo, no hubo culto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ¿por qué, pues, este reclamo? Puede tener un tono más futurista: cuando Israel regrese a su tierra y reconstruya su templo deberá tener en cuenta que el culto no puede ser una carga, pues más carga para Dios son sus pecados.