Isaías 50 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
1

Pleito con el pueblo
40,27-31; 41,21-29; 44,6-8

Así dice el Señor:
¿Dónde está el acta de divorcio
con que despedí
a la madre de ustedes?
¿O a cuál de mis acreedores
los he vendido?
Miren, por sus culpas
fueron vendidos,
por sus crímenes
fue repudiada su madre.
2 ¿Por qué cuando vengo no hay nadie,
cuando llamo nadie responde?
¿Tan corta es mi mano
que no puede redimir?
¿O es que no tengo fuerza para librar?
Miren: con un bramido seco el mar,
convierto los ríos en desierto;
por falta de agua se pudren sus peces,
muertos de sed.
3 Yo visto el cielo de luto,
lo cubro de sayal.
4

Tercer cántico del siervo:
Sufrimiento y confianza
42,1-9; 49,1-13; 52,13– 53,12

Mi Señor me ha dado
una lengua de discípulo,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me despierta el oído,
para que escuche como un discípulo.
5 El Señor me abrió el oído:
yo no me resistí ni me eché atrás:
6 ofrecí la espalda
a los que me apaleaban,
las mejillas
a los que me arrancaban la barba;
no me tapé el rostro ante ultrajes
y salivazos.
7 El Señor me ayuda,
por eso no me acobardaba;
por eso endurecí el rostro como piedra,
sabiendo que no quedaría defraudado.
8 Tengo cerca a mi defensor,
¿quién pleiteará contra mí?
Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí?
Que se me acerque.
9 Miren, el Señor me ayuda,
¿quién me condenará?
Miren, todos se gastan como ropa,
los roe la polilla.
10 ¿Quién de ustedes respeta al Señor
y obedece a su siervo?
Aunque camine en tinieblas,
sin un rayo de luz,
que confíe en el Señor
y se apoye en su Dios.
11 Atención, ustedes,
los que atizan el fuego
y preparan flechas encendidas:
caerán a la hoguera de su fuego,
bajo las flechas que han encendido.
Así los tratará mi mano,
quedarán tendidos en el tormento.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 50,1-3Pleito con el pueblo. Al poner en continuidad con los últimos versículos del capítulo 49 este corto poema, se quiere infundir ánimo y esperanza en quienes todavía no pueden creer en la liberación cercana. Dios no ha rechazado a Israel para siempre, no se trata de un divorcio, sino de una breve separación. Tampoco Dios se comportó como deudor que vende a sus hijos para pagar sus deudas (2; cfr. Éxo_21:7; 2Re_4:1; Neh_5:5; Bar_4:6), los entregó para purificarlos, pero ahora los rescata.


Isaías 50,4-11Tercer cántico del siervo: Sufrimiento y confianza. Hay un acento nuevo en este tercer cántico del siervo, y es el de ser discípulo fiel del Señor, formado en la escucha de la Palabra (5), para consolar (4). Su misión es enseñar a todos los que temen al Señor y a todos los que anden extraviados y carentes de claridad (10). Su misión no será fácil; aquí se explicita un poco más el aspecto doloroso de la misión: tendrá que enfrentar incluso la hostilidad y la agresión física; sin embargo, él soportará fielmente (5s), pues espera el triunfo definitivo que Dios mismo le concederá (9-11). Los padecimientos de este siervo tienen algunos aspectos comunes con los padecimientos de Jeremías (,6), pero también tiene cosas muy distintas: aquí el siervo sufre en silencio, no se lamenta, ni pide venganza contra sus enemigos y perseguidores (cfr. Jer_11:20; Jer_15:15), pues sabe que el Señor está de su parte (8s).