Isaías 54 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 17 versitos |
1

Fecundidad de la estéril
49,14-26; 62,1-9; 66,7

Canta de gozo, la estéril
que no dabas a luz;
rompe a cantar de júbilo,
la que no tenías dolores;
porque la abandonada
tendrá más hijos
que la casada – dice el Señor– .
2 Ensancha el espacio de tu tienda,
despliega sin miedo tus lonas,
alarga tus cuerdas,
clava bien tus estacas;
3 porque te extenderás
a derecha e izquierda,
tu descendencia heredará naciones
y poblará ciudades desiertas.
4 No temas,
no tendrás que avergonzarte,
no te sonrojes, no te afrentarán;
olvidarás la vergüenza de tu soltería,
ya no recordarás
el desprecio de tu viudez.
5 Porque el que te hizo
te toma por esposa:
su Nombre es Señor Todopoderoso.
Tu redentor es el Santo de Israel,
se llama Dios de toda la tierra.
6 Como a mujer abandonada y abatida
te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud,
repudiada – dice tu Dios– .
7 Por un instante te abandoné,
pero con gran cariño te recogeré.
8 En un arrebato de ira
te escondí un instante mi rostro,
pero con lealtad eterna te quiero
– dice el Señor, tu redentor– .
9 Me sucede como en tiempo de Noé:
juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra;
así juro no enojarme contra ti
ni reprocharte.
10 Aunque se retiren los montes
y vacilen las colinas,
no te retiraré mi lealtad
ni mi alianza de paz vacilará
– dice el Señor, que te quiere– .
11

Reconstrucción de Jerusalén
60,10-18; Bar 4,30– 5,9

¡Oh afligida, zarandeada,
desconsolada!
Mira, yo mismo te coloco
piedras de azabache,
te cimento con zafiros,
12 te pongo almenas de rubí,
y puertas de esmeralda,
y muralla de piedras preciosas.
13 Tus hijos serán discípulos del Señor,
tendrán gran paz tus hijos.
14 Tendrás firme asiento en la justicia;
quedará lejos la opresión,
y no tendrás que temer,
y el terror, que no se te acercará.
15 Si alguno te asedia,
no es de parte mía;
si lucha contigo, caerá frente a ti.
16 Yo he creado al herrero
que aviva las brasas
y saca una herramienta,
y yo he creado
al devastador funesto:
17 ningún arma forjada contra ti
dará resultado;
y a la lengua que te acuse en juicio
le probarás que es culpable.
Ésta es la herencia
de los siervos del Señor,
yo soy su vengador
– oráculo del Señor– .

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 54,1-10Fecundidad de la estéril. Los sufrimientos y humillaciones del pueblo personificado en Sión van a dar sus frutos. Nadie esperaría que una nación reducida a servidumbre pudiera reconquistar siquiera su nombre. El profeta describe los tiempos cercanos, llenos de gozo y de felicidad, semejantes al gozo y a la alegría que siente la mujer que era estéril y despreciada y que ahora es fecunda y de nuevo acogida (cfr. 1Sa_2:5; Sal_113:9). Otra imagen también familiar para el pueblo era la de la mujer repudiada y de nuevo acogida como esposa. Oseas había utilizado en su tiempo la misma figura (Ose_1:16s). Dios promete amor eterno; y no es que quiera reiniciar, en sentido estricto, esta relación con su pueblo, Él jamás lo ha abandonado, su aparente ocultamiento fue sólo un instante (7). El pueblo puede estar seguro y confiado del amor perpetuo de su Dios (cfr. Deu_4:37; Deu_10:15; Jer_31:2; Miq_1:2), sobre todo porque es un amor gratuito. Dios no se «enamoró» de Israel porque fuera una nación «buena» y «santa», sino porque era un pueblo esclavizado que ni siquiera le conocía (cfr. Deu_7:7s); mas cuando le conoció, tampoco fue un modelo de santidad ni fidelidad. Ahí radica precisamente la gratuidad del amor divino: Dios ama sin méritos suficientes.


Isaías 54,11-17Reconstrucción de Jerusalén. La nueva Jerusalén: no hay más de dos o tres alusiones a la parte física o material de la nueva ciudad: las murallas, las torres o atalayas y las puertas (12), lo esencial para hablar de ciudad en el Antiguo Testamento; el resto del pasaje apunta a la verdadera ciudad que se debe fundamentar en la justicia (14). Lo cual sólo será posible manteniendo lejos la opresión (14). Es de notar que al Segundo Isaías no le preocupa tanto el tema del templo, como a Ezequiel, también profeta del exilio, que llega a describirlo hasta el detalle (cfr. Ez 40-48). Isaías mantiene su empeño en vaticinar una ciudad futura, cuyos cimientos sean la justicia y el derecho, únicos capaces de repeler cualquier amenaza (17).