Isaías 55 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 13 versitos |
1

Alianza del Señor
2 Sm 7; Sal 89

¡Atención, sedientos!,
vengan por agua,
también los que no tienen dinero:
vengan, compren trigo,
coman sin pagar,
vino y leche gratis.
2 ¿Por qué gastan dinero
en lo que no alimenta?,
¿y el salario
en lo que no deja satisfecho?
Escúchenme atentos,
y comerán bien,
se deleitarán con platos sustanciosos.
3 Presten atención y vengan a mí,
escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
4 a él lo hice mi testigo
para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
5 tú llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que no te conocía
correrá hacia ti:
por el Señor, tu Dios;
por el Santo de Israel, que te honra.
6

La Palabra del Señor
40,6-8

Busquen al Señor
mientras se deje encontrar,
llámenlo mientras esté cerca;
7 que el malvado abandone su camino
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor,
y él tendrá piedad;
a nuestro Dios,
que es rico en perdón.
8 Mis planes no son sus planes,
sus caminos no son mis caminos
– oráculo del Señor– .
9 Como el cielo está
por encima de la tierra,
mis caminos están
por encima de los suyos
y mis planes de sus planes.
10 Como bajan la lluvia
y la nieve del cielo,
y no vuelven allá,
sino que empapan la tierra,
la fecundan y la hacen germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan para comer,
11 así será mi Palabra,
que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.
12

Epílogo: Salida de Babilonia
48,20-22; 52,11-12

Saldrán con alegría,
los llevarán seguros:
montes y colinas
romperán a cantar ante ustedes
y aplaudirán los árboles silvestres.
13 En vez de espinos, crecerá el ciprés;
en vez de ortigas, el arrayán:
serán el renombre del Señor
y monumento perpetuo,
indestructible.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 55,1-5Alianza del Señor. Otra característica de la nueva época que inaugurará el retorno de Israel será la participación justa y equitativa en los dones de la creación. Si Israel comenzó a fallar cuando le dio la espalda al proyecto de la igualdad aun a sabiendas de lo que le sobrevendría (cf.1Sa_8:1-20), justo es empezar por ahí su restauración, recuperando el proyecto de la justicia, de la igualdad y la oportunidad para todos, al punto de considerarse como el inicio de una nueva alianza (3; cfr. Jer_31:3s).
La evocación de las promesas hechas a David (3), suenan aquí un poco extrañas; primero porque al Segundo Isaías jamás le interesó la idea de restaurar la monarquía para Israel, y segundo, porque estamos en una época en la cual la estirpe de David ha perdido el poder. Se podría tratar de la intuición del profeta de que aquellas promesas davídicas ahora abarcan no una familia, sino a todo el pueblo, que tendrá como encargo ser luz de otras naciones, derramar los bienes del Señor sobre los demás pueblos.


Isaías 55,6-11La Palabra del Señor. La Palabra de Dios es viva, capaz de fecundar, engendrar y generar vida. Y la fidelidad del creyente se mide exactamente desde ese criterio. ¡Qué gran actualidad recobra hoy este pasaje, en una era especialmente inundada por tanta palabra que poco a poco intenta asfixiar la Palabra! ¿Cuál es la tarea del creyente? Ser creyente y servidor de la Palabra. Pero, ¿cómo?
Isaías 55,12-13Epílogo: salida de Babilonia. Estos dos versículos finales concluyen todo el llamado «Libro de la Consolación», dejando en la mente de los oyentes las imágenes del retorno o del nuevo Éxodo (cfr. 43,19; 44,3s).