Isaías 56 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 12 versitos |
1

Fin del exclusivismo
Hch 8,26-40

Así dice el Señor:
Observen el derecho,
practiquen la justicia,
que mi salvación está para llegar
y se va a revelar mi victoria.
2 Dichoso el hombre que obra así,
dichoso el mortal
que persevera en ello,
que guarda el sábado
sin profanarlo
y guarda su mano
de hacer cualquier mal.
3 No diga el extranjero
que se ha unido al Señor:
El Señor me excluirá de su pueblo.
No diga el eunuco:
Yo soy un árbol seco.
4 Porque así dice el Señor:
A los eunucos
que guarden mis sábados,
que escojan lo que me agrada
y perseveren en mi alianza,
5 les daré en mi casa y en mis murallas
un monumento y un nombre
mejores que hijos e hijas;
nombre eterno les daré
que no se extinguirá.
6 A los extranjeros que se hayan unido
al Señor, para servirlo,
para amar al Señor
y ser sus servidores,
que guarden el sábado sin
profanarlo
y perseveren en mi alianza,
7 los traeré a mi Monte Santo,
los alegraré en mi casa de oración;
aceptaré sobre mi altar
sus holocaustos y sacrificios;
porque mi casa es casa de oración,
y a mi casa la llamarán
todos los pueblos Casa de Oración.
8 Oráculo del Señor,
que reúne a los dispersos de Israel,
y reunirá otros a los ya reunidos.
9

Perros mudos

Fieras salvajes, vengan a comer;
fieras todas de la selva:
10 que los guardianes están ciegos
y no se dan cuenta de nada,
son perros mudos incapaces de ladrar,
vigilantes tumbados,
amigos de dormir,
11 son perros
con un hambre insaciable,
son pastores
incapaces de comprender;
cada cual va por su camino
y a su ganancia, sin excepción.
12 ¡Vengan! Voy a buscar vino,
emborrachémonos de licor;
y mañana lo mismo que hoy,
hay provisión abundante.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 56,1-8Fin del exclusivismo. En consonancia con el mensaje final del Libro de la Consolación -la escucha de la Palabra-, esta parte se abre con la llamada a poner en práctica esa Palabra; esto es, velando porque se practique la equidad y la justicia (cfr. 58,5-7).
Encontramos una bienaventuranza: dichoso, feliz, bienaventurado el que practica la justicia (cfr. Mat_5:10). Aquí no se refiere exclusivamente a los hijos de Israel, el texto original dice «Bienaventurado el ben-Adám»: el hijo de Adán que haga estas cosas... Esto es importante porque se comienza a registrar la evolución del pensamiento religioso judío hacia la paternidad universal de Dios, que tendrá su culmen en el Nuevo Testamento con Jesús, y luego con la comunidad primitiva (Hch_10:34). Dios es Padre de todos porque Él es justo; y lo que nos hace a todos hermanos es la práctica de la justicia. El judaísmo, que comienza a configurarse como tal sólo después del exilio, enfrenta la duda de quiénes pueden o no pertenecer al pueblo judío.
Los versículos 3-8 son la posición del profeta, muy clara. Sin embargo, el ala más «ortodoxa» del judaísmo se ha encargado de cerrar cada vez más esta apertura del amor de Dios. Jesús retomará la línea profética (cfr Jn 4; 20.23), y en Él desaparecerá cualquier forma de acepción de personas (Hch_10:34; Gál_3:28).


Isaías 56,9-12Perros mudos. Si este oráculo no es anterior al destierro, sus motivos sí parecen serlo. El profeta ataca fuertemente la ineptitud de los que han guiado a Israel, comparándolos con los perros guardianes que se dejan llevar por la molicie y la pereza. Este tema de los malos guías es muy común en los profetas (cfr. Jer_2:8.26s; Jer_5:4-5.31; Jer_10:21-23; Jer_23:1s; Eze_8:11-13); Jesús los llamará también guías ciegos (Mat_23:16-24), y salteadores y bandidos (Jua_10:1s).