Isaías 57 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1 Perece el inocente,
y nadie hace caso;
se llevan a los hombres fieles,
y nadie comprende que ante la maldad
se llevan al inocente,
2 para que entre en la paz
y descanse en su lecho
el que procedía con sinceridad.
3

Idolatría
65,1-7; Ez 16

Acérquense ustedes, hijos de bruja,
raza de un adúltero y una prostituta:
4 ¿de quién se burlan abriendo la boca
y sacando la lengua?
¿No son ustedes hijos ilegítimos,
una raza bastarda?
5 Ustedes que arden de lujuria
entre los robles,
bajo cualquier árbol frondoso;
que inmolan niños junto a los arroyos
y entre las grietas de las rocas.
6 Las piedras lisas del arroyo
serán tu herencia,
ellas te tocarán en suerte:
en su honor derramabas libaciones
y ofrecías sacrificios.
7 Sobre un monte alto y elevado
colocabas tu cama;
allá subías a ofrecer sacrificios.
¿Podrá eso aplacarme?
8 Detrás de los postes de la puerta
colocabas tu amuleto;
te olvidabas de mí, te desnudabas,
subías al lecho y hacías sitio;
hacías trato con tus amantes,
con los que te gustaba acostarte;
mirando su desnudez,
fornicabas con ellos sin cesar.
9 Ibas a Moloc con ungüento,
prodigando perfumes;
despachabas lejos a tus mensajeros,
los hacías bajar hasta el abismo.
10 Te cansabas de tanto caminar,
pero no decías es inútil,
recobrabas fuerzas y no desfallecías.
11 ¿Quién te asustaba,
a quién temías para negarme
y no acordarte de mí ni pensar en mí?
¿No es que yo callaba y disimulaba,
y por eso no me temías?
12 Pero yo te denunciaré,
tu justicia y tus obras no te servirán;
13 tus ídolos ni te librarán cuando grites,
a todos los barrerá el viento,
un soplo los arrebatará.
Pero el que se refugia en mí,
heredará el país
y poseerá mi Monte Santo.
14

Consuelo
63,10-12

Abran paso, abran paso,
despejen el camino,
quiten todo tropiezo
del camino de mi pueblo,
15 porque así dice el Alto y Excelso,
Morador eterno,
cuyo Nombre es Santo:
Yo habito en la altura sagrada,
pero estoy con los de espíritu
humilde y arrepentido,
para reanimar a los humildes,
para reanimar el corazón arrepentido.
16 No estaré recriminando siempre
ni me irritaré constantemente,
porque entonces
sucumbirían ante mí el espíritu
y el aliento que yo he creado.
17 Por su delito me irrité un momento,
lo herí y me oculté irritado,
él se apartó y siguió por su camino.
18 Yo vi su conducta, pero lo sanaré,
lo guiaré, lo llenaré de consuelos;
y a los que hacen duelo por él,
19 les haré brotar
en los labios este canto:
Paz al lejano, paz al cercano
– dice el Señor– , y lo sanaré.
20 Los malvados
son como el mar agitado,
que no pueden calmarse:
sus aguas remueven fango y barro.
21 No hay paz para los malvados
– dice mi Dios– .

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 57,3-13Idolatría. Al parecer este oráculo, como el anterior, podría ubicarse en la época anterior al destierro, pues recrea el ambiente contra el cual se habría pronunciado Jeremías (Jr 2). Sin embargo, aparece aquí porque probablemente las prácticas idolátricas y ritos mágicos, hechicería, adivinación, astrología, volvieron a aparecer en el postexilio, lo mismo que esporádicos sacrificios de niños (5), y ritos orgiásticos (7s). El problema de todos estos artificios es que ocultan o distraen la perfecta unión con el Señor, poniendo los atributos divinos en el mismo plano de la charlatanería y del comercio religioso.


Isaías 57,14-21Consuelo. De nuevo se presenta el Señor compadecido por su pueblo y, en especial por quienes han sufrido la humillación al extremo. Es con ellos, con los más débiles y despreciados, con los que ejecuta sus planes. (cfr. Sof_2:3s).