Isaías 65 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 25 versitos |
1

Denuncia y amenaza
57,3-13

Yo ofrecía respuesta
a los que no preguntaban,
salía al encuentro
de los que no me buscaban;
decía: Aquí estoy,
aquí estoy al pueblo
que no invocaba mi Nombre.
2 Tenía mis manos extendidas
todo el día hacia un pueblo rebelde,
que andaba por el mal camino,
siguiendo sus antojos,
3 pueblo que me provocaba
en la cara continuamente,
que sacrificaba en los jardines
y ofrecía incienso sobre los ladrillos,
4 que se sentaba en los sepulcros
y pernoctaba en las grutas,
que comía la carne de cerdo
y caldo abominable en las tazas;
5 que decía: Retírate, no te acerques,
que estoy consagrado.
Eso hace humear mi cólera
como fuego que arde todo el día.
6 Lo tengo escrito delante
y no descansaré
hasta que les de su merecido
por
7 sus culpas y las de sus padres,
todas juntas – dice el Señor– .
Porque ofrecían incienso
en las montañas
y me ultrajaban en las colinas,
les mediré su paga
y se la echaré encima.
8

Suerte de buenos y malos
Dt 27s; Jos 8,30-35; Mt 25,31-46

Así dice el Señor:
Como al encontrar jugo
en un racimo se dice:
No lo eches a perder,
que es una bendición,
así haré yo
en atención a mis siervos:
no lo echaré a perder todo.
9 Sacaré descendencia
de Jacob, de Judá,
quienes posean mis montañas:
las poseerán mis elegidos
y mis siervos habitarán allí.
10 El Sarón será un redil de ovejas,
y el Valle de Acor, pastizal de vacas,
para mi pueblo que me ha buscado.
11 Pero a ustedes
que abandonaron al Señor
olvidando mi Monte Santo,
que preparaban la mesa
en honor de la Fortuna
y levantaron la copa
en honor del Destino,
12 yo los destino a la espada,
y todos se encorvarán
para el degüello:
porque llamé y no respondieron,
hablé y no escucharon,
hicieron lo que no me agrada,
eligieron lo que no quiero.
13 Por eso, así dice el Señor:
Miren: mis siervos comerán,
y ustedes pasarán hambre;
miren: mis siervos beberán,
y ustedes tendrán sed;
miren: mis siervos estarán alegres,
y ustedes avergonzados;
14 miren: mis siervos cantarán
de puro contento,
y ustedes gritarán de puro dolor
y aullarán con el corazón desgarrado.
15 Dejarán su nombre a mis elegidos
como fórmula de imprecación.
A ustedes el Señor les dará muerte,
y a sus siervos
les dará otro nombre.
16 El que quiera felicitarse en el país,
se felicitará con el Dios fiel;
el que quiera jurar en el país,
jurará por el Dios fiel.
Sí, se olvidarán
las angustias del pasado
y hasta de mi vista desaparecerán.
17

Nueva creación

Miren, yo voy a crear un cielo nuevo
y una tierra nueva;
de lo pasado no quedará recuerdo
ni se lo traerá a la memoria,
18 más bien gócense
y alégrense siempre
por lo que voy a crear;
miren, voy a transformar
a Jerusalén en alegría
y a su población en gozo;
19 me alegraré de Jerusalén
y me gozaré de mi pueblo,
y ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos;
20 ya no habrá allí niños
que mueran al nacer
ni adultos que no completen sus años,
pues será joven
el que muera a los cien años,
y el que no los alcance
se tendrá por maldito.
21 Construirán casas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán sus frutos,
22 no construirán
para que otro habite,
ni plantarán para que otro coma;
porque los años de mi pueblo
serán los de un árbol
y mis elegidos podrán gastar
lo que sus manos fabriquen.
23 No se fatigarán en vano,
no engendrarán hijos
para la catástrofe;
porque serán la descendencia
de los benditos del Señor,
y como ellos, sus retoños.
24 Antes de que me llamen
yo les responderé,
aún estarán hablando
y los habré escuchado.
25 El lobo y el cordero pastarán juntos,
el león como el buey comerá paja.
No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo
– dice el Señor– .

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 65,1-7Denuncia y amenaza. El Señor mismo denuncia la obstinación de su pueblo no sólo porque no lo busca, sino porque de continuo lo ha rechazado desviándose en prácticas paganas (3s). Estos versículos evocan el problema de los cultos paganos que florecieron en Israel y que, aún después del exilio, tuvieron que ser combatidos.
La alusión a los que se sientan en las tumbas o andan entre sepulcros es una forma de denunciar a los que consultaban a los muertos, una antiquísima práctica que se dio también en Israel (cfr. 1Sa_28:3-24). La ley de Moisés prohibía la nigromancia (Deu_18:11).
El versículo 5 parece ser una fórmula de advertencia para no acercarse a alguien que ha realizado algún rito sagrado de iniciación. Se creía que al realizar ciertos rituales se quedaba impregnado de cierta carga sagrada que podía transmitirse por contagio. Dicha carga era tan peligrosa para el poseedor como para el que se acercaba.
Nótese que en el mismo Israel hay rastros de esta costumbre pagana (cfr. Eze_44:19). En ciertas culturas afro americanas se ha podido detectar algo similar, sólo que se habla del que «tiene espíritu», «hay niños que nacen con espíritu»: la creencia es que esto no es perjudicial para los demás, pero si se le dice al propio poseedor, muere.


Isaías 65,8-16Suerte de buenos y malos. Estos versículos describen el cambio de suerte para los que se han mantenido fieles al Señor.
Isaías 65,17-25Nueva creación. El desorden y el caos introducido por las infidelidades y la obstinación de Israel hacen que Dios decida intervenir; y su intervención será la creación de un cielo nuevo y una tierra nueva. Ésta es una figura muy frecuente en la literatura apocalíptica: Dios intervendrá; Dios recreará; pero hasta que esto suceda, el hombre y la sociedad tienen que ir dando los primeros pasos. Las posesiones y bienes de los israelitas habían sido usufructuados por los invasores y dominadores. Dios mismo promete que eso no volverá a suceder. ¿Cómo hacer real este mensaje para las miles de familias que han sido despojadas y desplazadas de sus parcelas? ¿Cuál será el papel del profeta actual ante eso? ¿Seguiremos esperando una intervención extraordinaria de Dios, o seguiremos lamentándonos porque no interviene?