Isaías 66 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 24 versitos |
1

El culto auténtico
Jr 7; Sal 50

Así dice el Señor:
El cielo es mi trono,
y la tierra, el estrado de mis pies:
¿Qué templo podrán construirme
o qué lugar para mi descanso?
2 Todo esto lo hicieron mis manos,
y así existió todo esto
– oráculo del Señor– .
Pero en ése pondré mis ojos:
en el humilde y en el abatido
que se estremece ante mis palabras.
3 Hay quien inmola un toro,
y es como si matara a un hombre;
hay quien sacrifica una oveja,
y es como si desnucara un perro;
hay quien trae una ofrenda,
y es como si fuera sangre de cerdo;
hay quien inciensa invocando,
y es como si bendijera a un ídolo.
Todos ellos eligieron su camino
y escogieron
sus prácticas idolátricas,
4 pues yo también elegiré sus castigos
y les mandaré lo que más temen;
porque llamé, y nadie contestó;
hablé, y no escucharon;
hicieron lo que no me agrada,
escogieron lo que no quería.
5

Juicio

Escuchen la Palabra del Señor,
los que tiemblan ante sus palabras:
Dicen sus hermanos,
los que los detestan,
los que los rechazan por mi Nombre:
Que el Señor muestre su gloria,
y disfrutemos de la alegría de ustedes.
Pues ellos serán confundidos.
6 Una voz retumba en la ciudad,
una voz sale del templo:
es la voz del Señor,
que da su merecido a sus enemigos.
7

Un pueblo renace
54,1-10

Antes de las contracciones dio a luz,
antes que le llegaran los dolores
ha dado vida a un varón:
8 ¿Quién ha oído tal cosa
o quién ha visto algo semejante?
¿Se engendra todo un país
en un solo día,
se da luz a un pueblo de una sola vez?
Apenas sintió los dolores,
Sión dio a luz a sus hijos.
9 Abro yo la matriz,
¿y no haré que dé a luz?
– dice el Señor– .
Yo, que hago dar a luz,
¿la voy a cerrar? – dice tu Dios– .
10 Festejen a Jerusalén,
gocen con ella, todos los que la aman;
alégrense de su alegría
los que por ella estaban de duelo;
11 mamarán de sus pechos
y se saciarán de sus consuelos,
y saborearán las delicias
de sus pechos abundantes.
12 Porque así dice el Señor:
Yo haré correr hacia ella,
como un río, la paz;
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Ella los amamantará
y los llevará en brazos,
y sobre las rodillas los acariciará;
13 como a un niño
a quien su madre consuela,
así los consolaré yo.
14 Al verlo se alegrará su corazón
y sus huesos
florecerán como un prado;
la mano del Señor
se manifestará a sus siervos,
y su cólera, a sus enemigos.
15

Juicio de los pueblos
Jl 4,1-8

Porque el Señor llegará con fuego
y sus carros como torbellino,
para desahogar con furor su ira
y su indignación con llamas.
16 Porque el Señor va a juzgar
con su fuego y con su espada
a todo mortal:
serán muchas las víctimas del Señor.
17 Los que se consagran y purifican
para entrar en los jardines
tras uno que ocupa el centro,
los que comen carne de cerdo
y reptiles y ratas,
sus obras y sus planes perecerán juntos
– oráculo del Señor– .
18

Reunión de todos los pueblos
2,2-5

Pero yo vendré para reunir
a las naciones de toda lengua:
vendrán para ver mi gloria;
19 les daré una señal,
y de entre ellos despacharé
supervivientes a las naciones:
a Tarsis, Etiopía, Libia,
Masac, Tubal y Grecia;
a las costas lejanas,
que nunca oyeron mi fama
ni vieron mi gloria,
y anunciarán mi gloria
a las naciones.
20 Y de todas las naciones,
como ofrenda al Señor,
traerán a todos sus hermanos
a caballo y en carros y en literas,
en mulos y dromedarios,
hasta mi Monte Santo de Jerusalén
– dice el Señor– ,
como los israelitas traen la ofrenda
en una vasija pura
al templo del Señor.
21 De entre ellos escogeré sacerdotes
y levitas – dice el Señor– .
22 Como el cielo nuevo
y la tierra nueva,
que voy a hacer, durarán ante mí
– oráculo del Señor– ,
así durará su descendencia
y el nombre de ustedes.
23 Cada luna nueva y cada sábado
vendrá todo mortal a postrarse
ante mí – dice el Señor– .
24 Y al salir verán los cadáveres
de los que se rebelaron contra mí:
su gusano no muere,
su fuego no se apaga,
y serán el horror
de todos los mortales.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 66,1-4El culto auténtico. Este oráculo parece una evocación del ambiente cultual antes del destierro; sin embargo, lo más probable es que se trate del ambiente previo a la reconstrucción después del 534 a.C., cuando regresaron los deportados. La atención está puesta en reconstruir lo material, pero no hay en todos una disposición interior; por eso el reclamo del Señor. De hecho Él no necesita templos ni cultos, pero sí quiere la adoración en espíritu y en verdad (cfr. Jua_4:23). El verdadero culto es la atención y obediencia a su Palabra (2), o dicho de otro modo, escuchar la Palabra de Dios y practicarla (cfr. Luc_11:28).


Isaías 66,5-6Juicio. Siempre nos encontraremos con los que creen y con los que no creen, con los que guardan esperanzas y con los desesperanzados, con los que en su humildad y pobreza sienten y ven la acción de Dios aunque ésta no sea demasiado clara. Éstos no le exigen nada especial a Dios, saben que Él está ahí; los otros necesitan «señales», necesitan ver la gloria de Dios para poder «creer». En realidad son los que ni siquiera viendo resucitar un muerto creerán (cfr. Luc_16:30s). Son los que tienen la capacidad de predecir el tiempo, pero no son capaces de entender los signos de los tiempos (cfr. Luc_12:56).
Isaías 66,7-14Un pueblo renace. Mediante las imágenes del alumbramiento y de las actitudes maternales para con los niños, se describe lo que será la restauración del pueblo y de Jerusalén. Se subraya en este canto la exclusividad de Dios en el acto de dar la vida y de sostenerla.
Nótese cómo la nueva Jerusalén que anuncia el profeta es una ciudad que respira paz y prosperidad, antítesis de la ciudad antigua, que tenía como características fundamentales ser centro de injusticia y corrupción.
Isaías 66,15-17Juicio de los pueblos. Para que haya nueva vida tienen que morir muchas actitudes y comportamientos equivocados en las relaciones con los demás y con Dios; no se trata de que esperemos a que Dios mismo venga a exterminar el mal, se trata más bien, de los símbolos que utiliza el profeta para llamar a un cambio radical en cada uno, como punto de partida para el inicio de un hombre nuevo y de una sociedad nueva.
Isaías 66,18-24Reunión de todos los pueblos. La conclusión del libro deja abierta la puerta de la esperanza para varias cosas, entre ellas: la reunión de todas las naciones (18); muchos paganos que no conocían el nombre del Señor se convertirán y hasta serán enviados a predicar a los mismos israelitas (19s); ¡qué mejor señal del «cielo nuevo y tierra nueva» que la adoración universal al único Dios (23)!
Queda el sabor amargo de la condena perpetua para los enemigos del Señor; pero, ¿no son también éstos los que de algún modo están incluidos en el versículo 23? Por lo menos eso da a entender su uso en la sinagoga: después del versículo 24 se repite el versículo 23 y así continúa abierto el tono de la esperanza hacia el futuro.