Isaías 8 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

El hijo de Isaías

El Señor me dijo:
– Toma una tabla grande, y escribe con caracteres ordinarios: Pronto-al-saqueo, Rápido-al-botín.
2 Entonces yo tomé dos testigos fieles: Urías, sacerdote, y Zacarías, hijo de Baraquías.
3 Me acerqué a la profetisa; ella concibió y dio a luz un hijo. El Señor me dijo:
4 – Ponle por nombre Pronto-al-saqueo, Rápido-al-botín. Porque antes que el niño aprenda a decir papá, mamá, las riquezas de Damasco y el despojo de Samaría serán llevados a presencia del rey de Asiria.
5

Invasión
5,26-30; Jr 1,13-16

El Señor volvió a dirigirme la palabra:
6 Ya que ese pueblo ha despreciado
el agua de Siloé, que corre mansa,
por la arrogancia de Rasín
y del hijo de Romelías,
7 sepan que el Señor
hará que los sumerjan
las aguas del Éufrates,
torrenciales e impetuosas:
– el rey de Asiria,
con todo su ejército–
rebasan las orillas,
desbordan las riberas,
8 invaden Judá, lo inundan,
crecen y alcanzan hasta el cuello.
Y se desplegarán sus alas
hasta cubrir la anchura de tu tierra,
¡oh Emanuel!
9

Liberación
14,24-27

Sean crueles, pueblos,
que saldrán derrotados,
escúchenlo, países lejanos:
ármense, que saldrán derrotados,
ármense, que saldrán derrotados;
10 hagan planes, que fracasarán;
pronuncien amenazas,
que no se cumplirán,
porque tenemos a Emanuel.
11

El Señor, piedra de tropiezo

Así me dijo el Señor, mientras su mano me agarraba y me amonestaba para que no siguiera el camino de este pueblo:
12 – No llamen aliados
a los que ese pueblo llama aliados,
no los aterre ni los atemorice
lo que él teme;
13 al Señor Todopoderoso
llámenlo Santo,
que sólo él les infunda temor;
que sólo él los haga temblar,
14 él será piedra para tropezar
y roca para despeñarse
para las dos casas de Israel,
será lazo y trampa
para los habitantes de Jerusalén:
15 muchos tropezarán en ella,
caerán, se destrozarán,
se enredarán y quedarán atrapados.
16

Dios esconde su rostro
1 Sm 28

Guardo selladas las instrucciones
que garantizan mis discípulos,
17 y aguardo al Señor,
que oculta su rostro
a la casa de Jacob, y espero en él.
18 Aquí estoy yo con mis hijos
– los que me dio el Señor–
como signos y presagios para Israel
de parte del Señor Todopoderoso,
que habita en el Monte Sión.
19 Seguramente les dirán:
Consulten a los espíritus y adivinos,
que susurran y musitan:
¿No consulta un pueblo a sus dioses,
y a los muertos acerca de los vivos?
20 Seguro que les hablarán así.
21

Días oscuros

Pasará por allí,
agobiado y hambriento,
y rabioso de hambre
maldecirá a su rey y a su Dios.
Volverá la cabeza a lo alto
22 y mirará a la tierra:
todo es aprieto
y oscuridad sin salida,
angustia y tinieblas densas,
sin aurora;
no habrá salida
para la angustiada.

Profecía mesiánica
2 Sm 7,8-16; Miq 5,1-3

Si en otro tiempo humilló el país de Zabulón, y el país de Neftalí, en un futuro ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la región de los paganos.

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Introducción a Isaías

PROFETAS

Libros proféticos. El apelativo de profeta se ha aplicado en la Biblia a los grandes amigos de Dios que han desarrollado un papel decisivo en la historia del pueblo de Israel, ya sea como líderes carismáticos (Abrahán, Moisés, etc.) o como autores inspirados que escribieron esa historia a la luz de la inspiración divina (de Josué a los libros de los Reyes). La Biblia hebrea los denominó con el término genérico de «profetas anteriores», para distinguirlos de los profetas propiamente dichos, los cuales, a su vez, fueron catalogados como «profetas mayores», Isaías, Jeremías y Ezequiel, y los 12 «profetas menores».
«Elección, vocación y misión» podrían resumir la experiencia excepcional de Dios que lanzaron a estos hombres a enfrentarse con el pueblo en momentos decisivos de su historia, para denunciar el pecado, llamar a la conversión, avivar la fe, abrir un horizonte trascendente de esperanza e interpretar los signos de los tiempos a la luz de la revelación divina.

ISAÍAS

La profecía de Isaías. Isaías es el primero de los grandes profetas, cuya personalidad e impacto de su mensaje hizo que bajo su nombre y autoridad se reuniera una colección de escritos proféticos posteriores a su muerte y a su época, formando una obra de conjunto que nos ha sido transmitida como la «profecía de Isaías».
Durante siglos todo el escrito se atribuyó a un solo autor, a Isaías -que en hebreo significa «El Señor salva»-. Hoy día la obra aparece claramente dividida en tres partes: los capítulos 1-39 serían del profeta Isaías propiamente dicho; los capítulos 40-55, de un profeta anónimo que ejerció su ministerio, dos siglos más tarde, entre los desterrados de Babilonia, durante el ascenso de Ciro (553-539 a.C.), y al que conocemos como Isaías II o Deuteroisaías; finalmente, los capítulos 56-66 formarían una colección de oráculos heterogéneos perteneciente a la época del retorno del destierro y de la reconstrucción del templo, a la que se le ha dado el título de Isaías III o Tritoisaías.
A pesar de las diferencias entre sí y del largo período histórico que abarcan las tres partes de la obra (tres siglos), el conjunto del escrito aparece como un todo unitario, portador de un mismo espíritu profético y de una misma visión trascendente de la historia.

Isaías el profeta.
De la persona de Isaías sólo sabemos lo que él mismo dice en su libro y lo que nos deja leer entre líneas: un hombre exquisitamente culto, de buena posición social, quien siguiendo quizás una tradición familiar ocupó un puesto importante en la corte real de Jerusalén. Hijo de un tal Amós, sintió la vocación profética en el año 742 a.C. «el año de la muerte del rey Ozías» (6,1).
Ya metido en su ministerio profético, se casó con una mujer designada como «profetisa» (8,3), de la que tuvo dos hijos, cuyos nombres simbólicos (7,3 y 8,3) se convierten en oráculo vivo sobre la suerte del pueblo. Toda su actividad profética se desarrolló en Jerusalén, durante los reinados de Ozías (Azarías), Yotán (739-734 a.C.), Acaz (734-727 a.C.) y Ezequías (727-698 a.C.).

Su época
. En el terreno de la política internacional, el libro de Isaías nos trasmite los ecos de un período de angustia que discurre bajo la sombra amenazadora del expansionismo del imperio asirio. El año 745 a.C. sube al trono Tiglat Piléser III, consumado y creativo militar. Con un ejército incontrastable va sometiendo naciones con la táctica del vasallaje forzado, los impuestos crecientes, la represión despiadada. Sus sucesores, Salmanazar V (727-722 a.C.) y Senaquerib (704-681 a.C.), siguen la misma política de conquistas. Cae pueblo tras pueblo, entre ellos Israel, el reino del norte, cuya capital, Samaría, es conquistada (722 a.C.), a lo que seguiría, poco después, una gran deportación de israelitas y la instalación de colonos extranjeros en el territorio ocupado.
Mientras tanto, el reino de Judá que ha mantenido un equilibrio inestable ante la amenaza Asiria, se suma, en coalición con otras naciones y contra los consejos de Isaías, a un intento de rebelión, y provoca la intervención armada del emperador que pone cerco a Jerusalén. La capital se libra de modo inesperado: el invasor levanta el cerco, pero impone un fuerte tributo ( 2Re_18:14 ).

Mensaje religioso. Como escritor, Isaías es el gran poeta clásico, dueño de singular maestría estilística; amante de la brevedad, la concisión y las frases lapidarias. En su predicación al pueblo sabe ser incisivo, con imágenes originales y escuetas, que sacuden con su inmediatez.
La visión de la santidad y del poder universal de Dios que ha tenido en su llamada profética dominará toda su predicación. Verá la injusticia contra el pobre y el oprimido como una ofensa contra «el Santo de Israel», su nombre favorito para designar a Dios. Desde esa santidad, tratará de avivar la vacilante fe del pueblo.
A la soberanía de Dios se opone el orgullo de las naciones poderosas, orgullo que será castigado pues el destino de todas las naciones está en sus manos. Es justamente este orgullo -antítesis de la fe, de labrarse su propio destino a través de alianzas con potencias vecinas- el pecado de Judá que más denunciará y fustigará el profeta. Pero a pesar de las infidelidades del pueblo y sus dirigentes, Isaías abrirá un horizonte mesiánico de esperanza: Dios se reservará un «resto» fiel de elegidos, hará que perdure la dinastía de David y convertirá a Jerusalén en el centro donde se cumplirán sus promesas.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Isaías 8,1-4El hijo de Isaías.De nuevo una señal profética unida a un nombre simbólico. Esta vez se trata del segundo hijo de Isaías. Ya no está presente el acento mesiánico del Emanuel, sino el anuncio de la destrucción de Damasco y Samaría a manos de los asirios. El nombre del niño significa «pronto al saqueo, rápido al botín» (4). La historia confirma que, en efecto, un poco más tarde, Damasco y Samaría fueron arrasadas. Isaías no es el único en utilizar nombres simbólicos (cfr. Ose_1:4.6.9).


Isaías 8,5-8Invasión. A través de las imágenes contrapuestas de Siloé y del Éufrates, el profeta denuncia la falta de confianza en Dios. Del lado norte de la ciudad bajaba un canal que alimentaba el gran estanque de Siloé, el cual servía a toda la ciudad. Las aguas mansas y tranquilas de este canal simbolizan la tranquilidad y bienestar de parte de Dios que el rey Acaz rechazó cuando decidió aliarse con Asiria. Pues bien, Asiria, procedente del Éufrates, se ha levantado como río embravecido y arrasará con todo lo que encuentre a su paso. El versículo 8 evoca el nombre profético de Emanuel (7,14) tal vez para anunciar el cumplimiento de las promesas después de los castigos anunciados.
Isaías 8,9-10Liberación. La certeza de la compañía del Emanuel no tiene por qué hacer vacilar al pueblo de Dios. Es un mensaje de esperanza en un contexto de guerra y de alianzas destructoras.
Isaías 8,11-15El Señor, piedra de tropiezo. El profeta ha sido contrario a la política de Acaz de aliarse con el rey de Asiria (cfr. 2 Re 16). Aliarse con cualquier otro rey era desconfiar del Señor. Pero lo más peligroso en la mentalidad del profeta era el riesgo de contaminar el culto israelita con prácticas idolátricas, como en efecto nos confirma 2Re_16:10-18. Ante el dilema de ofrecer sacrificios al Señor y a otro Dios extranjero, el profeta anuncia que el Dios de Israel se convierte en piedra de tropiezo para ambos reinos; es decir, sus mandatos y normas serán el rasero para acusarlos y castigarlos.
Isaías 8,16-20Dios esconde su rostro. Estos versículos anuncian públicamente la retirada del profeta de su ministerio, pero dejando constancia, que seguirá firme en el Señor. Con todo, por las circunstancias que se están viviendo, Isaías prevé que necesitarán consultar a los brujos y adivinos, a quienes el profeta ironiza llamándolos charlatanes porque sólo dicen tonterías.
Isaías 8,21-23 Días oscuros. Descripción de las penurias y calamidades que ya ha padecido el reino del Norte bajo el poder asirio, y que el profeta anuncia ahora para Judá. El versículo 23b menciona al país de Zabulón y de Neftalí, dos territorios ubicados al norte del país que fueron los primeros en soportar los desastres de la invasión asiria (cfr. 2Re_15:29). La humillación a la que han sido sometidos atrae la actitud benevolente y liberadora de Dios. Siglos más tarde, la aparición del Mesías en Galilea confirmará plenamente el cumplimiento de esta profecía; así lo demuestra Mat_4:13-16.