Jeremías  13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

El cinturón de lino

El Señor me ordenó:
– Ve, cómprate un cinturón de lino y póntelo a la cintura; que no lo toque el agua.
2 Según la orden del Señor, me compré el cinturón y me lo puse a la cintura.
3 El Señor me ordenó de nuevo:
4 – Toma el cinturón comprado, que llevas ceñido, ve al río Éufrates y escóndelo allí en las hendiduras de una roca.
5 Fui y lo escondí en el Éufrates, según la orden del Señor.
6 Pasados muchos días, me ordenó el Señor:
– Ve al Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder.
7 Fui al Éufrates, cavé donde lo había escondido y recogí el cinturón: estaba gastado e inservible.
8 Entonces el Señor me dirigió la palabra:
9 – Así dice el Señor: De la misma manera destruiré el orgullo de Judá y el orgullo desmedido de Jerusalén,
10 de ese pueblo que se niega a obedecerme, que sigue los impulsos de su corazón endurecido, que va detrás de dioses extranjeros y les rinde adoración. Serán como ese cinturón inservible.
11 Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me ceñí a judíos e israelitas para que fueran mi pueblo, mi fama, mi gloria y mi honor – oráculo del Señor– . Pero no obedecieron.
12

El último plazo

Les dirás lo siguiente: Así dice el Señor, Dios de Israel: Las vasijas se llenan de vino; te contestarán: Como si no supiéramos que las vasijas se llenan de vino.
13 Les replicarás: Así dice el Señor: Yo mismo llenaré de embriaguez a todos los habitantes del país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a sacerdotes y profetas y a todos los vecinos de Jerusalén.
14 Los haré chocar unos con otros, padres con hijos – oráculo del Señor– ; ni piedad, ni perdón, ni compasión me impedirán destruirlos.
15 Escuchen, atiendan,
y no sean soberbios,
que habla el Señor:
16 Den gloria al Señor, su Dios,
antes de que oscurezca,
antes de que tropiecen sus pies
por los montes y a media luz,
y convierta en densas tinieblas
la luz que ustedes esperan.
17 Y si no escuchan,
lloraré a escondidas
por la soberbia de ustedes,
mis ojos se desharán en lágrimas,
cuando se lleven el rebaño del Señor.
18 Di al rey y a la reina madre:
siéntense en el suelo,
porque se les ha caído de la cabeza
la corona real.
19 Los poblados del Negueb
están cercados,
nadie rompe el cerco,
todo Judá marcha al destierro,
al destierro sin faltar uno.
20 Levanta la vista
y míralos venir por el norte:
¿dónde está el rebaño
que te encomendaron?
21 ¿Qué dirás cuando te falte
lo mejor de tus ovejas,
los que habías educado
para gobernarte?
¿No sentirás dolores
como la parturienta?
22 Y si preguntas
por qué te sucede todo eso,
por tus muchas culpas
te levantan las faldas
y te violentan los tobillos.
23 ¿Puede un etíope mudar de piel
o una pantera de pelaje?
Igual ustedes:
¿podrían hacer el bien,
habituados como están a hacer el mal?
24 Los dispersaré como paja
que se lleva el viento del desierto.
25 Ésta es tu suerte,
mi paga por tu rebelión
– oráculo del Señor– ,
porque me olvidaste
confiando en la mentira,
26 también yo te alzaré
las faldas por delante,
y se verá tu vergüenza,
27 tus adulterios, tus relinchos,
tus pensamientos de fornicación.
Sobre las colinas del campo
he visto tus repugnantes ídolos.
¡Ay de ti, Jerusalén,
que no te purificas!
¿Hasta cuándo seguirás así?

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  13,1-11El cinturón de lino. Jeremías recibe la orden de comprarse un cinturón de lino y esconderlo en el Éufrates; obediente, va allí a esconderlo y de nuevo tiene que regresar a recuperarlo (6). Esto nos hace pensar que Jeremías realizó un viaje demasiado largo: dos veces de ida y dos veces de regreso, lo cual implicaría varios meses de camino (cfr. Esd_7:8s). Es más fácil pensar que aquí no se trata del río Éufrates de Mesopotamia, sino más bien de Pará, pequeña población cercana a Anatot, cuyo nombre se asocia con Éufrates que en hebreo recibe el nombre de Perat.
Sobre todo, es necesario saber que se trata de una acción simbólica. Los profetas utilizan ciertas imágenes u objetos para ilustrar su predicación y así lograr que su mensaje sea mejor comprendido por la gente; algunas veces, las acciones simbólicas que utilizaban formaban parte de la vida del profeta, por ejemplo, el matrimonio de Oseas (Os 1-3), el celibato de Jeremías (Jer_16:1-4), la viudez de Ezequiel (Eze_24:15-27). De alguna manera, las acciones simbólicas ayudaban no sólo a ilustrar el mensaje, sino a suscitar en los espectadores el interés por algún aspecto de la realidad del momento (cfr. Jer_25:15-19; Jer_27:1-3.12; Jer_32:1-15; Jer_43:8-13). Pero también los llamados falsos profetas utilizaban acciones simbólicas (cfr. Jer_28:10s; 1Re_22:11). ¿Cómo establecer la veracidad del mensaje? Los oyentes tenían que establecer dicha veracidad quizá teniendo en cuenta el contenido y la calidad de vida del mensajero, su compromiso con la Palabra y el compromiso con la realidad misma que vivía el pueblo. Esto es aplicable también hoy para nosotros.


Jeremías  13,12-27El último plazo. La difícil situación por la que está pasando el territorio de Judá es puesta en futuro por el profeta y propuesta como un aviso por parte del Señor que aún espera un cambio de mentalidad de su pueblo. Jeremías, que sufre interiormente por la obstinación del pueblo, pone en el mismo Dios esas actitudes; es como si Dios mismo sufriera y llorara por la obstinación y la resistencia a reconocer y confesar sus desvíos. Los versículos 18-21 son un mensaje dirigido al rey y a la reina madre invitándolos a la penitencia. Podría tratarse del rey Joaquín, que con su madre y otros miembros de la aristocracia fueron los primeros en sufrir el destierro a Babilonia. Los versículos 23-27 retoman el mensaje para todo Israel llamando a la conversión, pero al mismo tiempo constatando su incapacidad para un cambio de vida, por lo cual se le augura un necesario castigo para que escarmiente, entre en razón y se lamente.