Jeremías  23 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 40 versitos |
1

A los pastores
10,21; 25,34-38; Ez 34

¡Ay de los pastores
que dispersan y extravían
las ovejas de mi rebaño!
– oráculo del Señor– .
2 Por eso, así dice el Señor,
Dios de Israel,
a los pastores
que pastorean a mi pueblo:
Ustedes dispersaron a mis ovejas,
las expulsaron,
no se ocuparon de ellas;
yo, en cambio, me ocuparé de ustedes
y castigaré sus malas acciones
– oráculo del Señor– .
3 Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas
en todos los países
adonde las expulsé,
las volveré a traer a sus pastos,
para que crezcan y se multipliquen.
4 Les daré pastores que las pastoreen:
no temerán, ni se espantarán,
ni se perderán
– oráculo del Señor– .
5 Miren que llegan días
– oráculo del Señor–
en que daré a David
un retoño legítimo.
Reinará como rey prudente,
y administrará la justicia
y el derecho en el país;
6 en sus días se salvará Judá,
Israel habitará en paz,
y le darán el título
Señor, justicia nuestra.
7 Miren que llegan días – oráculo del Señor– en que ya no se dirá: Por la vida del Señor, que sacó a los israelitas de Egipto,
8 sino que se dirá: Por la vida del Señor, que sacó a la descendencia de Israel del país del norte y de todos los países adonde los expulsó, y los trajo a sus tierras.
9

A los profetas
14,13-16; 28-29; Ez 13

A los profetas:
Se me rompe el corazón en el pecho,
se me dislocan los huesos,
estoy como un borracho,
como uno vencido por el vino,
a causa del Señor
y de sus santas palabras:
10 El país está lleno de adulterios,
y por ello hace duelo la tierra,
se secan los pastos de la estepa,
ellos corren hacia la maldad,
y emplean su poder para la injusticia;
11 profetas y sacerdotes
son unos impíos,
hasta en mi templo
encuentro maldades
– oráculo del Señor– ;
12 por eso su camino
se volverá resbaladizo,
empujados a las tinieblas
caerán en ellas;
les enviaré la desgracia
el año en que les pida cuentas
– oráculo del Señor– .
13 Entre los profetas de Samaría
he visto una locura:
profetizan por Baal
extraviando a Israel, mi pueblo;
14 entre los profetas de Jerusalén
he visto algo espeluznante:
adúlteros y embusteros
que apoyan a los malvados,
para que nadie
se convierta de la maldad;
para mí son todos sus vecinos
como Sodoma y Gomorra.
15 Por eso dice el Señor Todopoderoso a los profetas:
Les daré a comer un alimento amargo
y a beber agua envenenada,
porque de los profetas de Jerusalén
se difundió la impiedad
a todo el país.
16 Así dice el Señor Todopoderoso:
No hagan caso a sus profetas,
que los engañan:
cuentan visiones de su fantasía,
no de la boca del Señor;
17 a los que desprecian
la Palabra del Señor
les dicen: Tendrán paz;
a los que siguen
su corazón obstinado
les dicen: No les pasará nada malo.
18 ¿Quién asistió al consejo del Señor?,
¿quién lo vio y escuchó su palabra?,
¿quién atendió a mi palabra
y la escuchó?
19 Mira, el Señor desencadena
una tormenta, un huracán
que gira sobre la cabeza
de los malvados;
20 la ira del Señor no se detendrá||
hasta realizar y cumplir sus designios.
Al cabo de los años
lograrán comprenderlo.
21 Yo no envié a los profetas,
y ellos corrían;
no les hablé, y ellos profetizaban;
22 si hubieran asistido a mi consejo,
anunciarían mis palabras a mi pueblo,
para que se convirtiese
del mal camino,
de sus malas acciones.
23 ¿Soy yo Dios sólo de cerca
y no Dios de lejos?
– oráculo del Señor– .
24 Porque uno se esconda
en su escondrijo,
¿no lo voy a ver yo?
– oráculo del Señor– ,
¿no lleno yo el cielo y la tierra?
– oráculo del Señor– .
25 He oído lo que dicen los profetas,
profetizando engaños en mi Nombre,
diciendo que han tenido un sueño;
26 ¿hasta cuándo seguirán los profetas
profetizando engaños
y las fantasías de su mente?
27 Con los sueños
que se cuentan unos a otros
pretenden hacer olvidar
mi Nombre a mi pueblo,
como lo olvidaron sus padres
a causa de Baal.
28 El profeta que tenga un sueño,
que lo cuente;
el que tenga mi palabra,
que la diga a la letra.
¿Qué hace el grano con la paja?
– oráculo del Señor– .
29 ¿No es mi palabra fuego
– oráculo del Señor–
o martillo que tritura la piedra?
30 Por eso aquí estoy contra los profetas
– oráculo del Señor– ,
que se roban unos a otros
mis palabras;
31 aquí estoy contra los profetas
– oráculo del Señor–
que manejan la lengua
para soltar oráculos;
32 aquí estoy contra los profetas
– oráculo del Señor–
que cuentan sus sueños falsos
y extravían a mi pueblo
con sus engaños y extravagancias.
No los mandé, no los envié,
son inútiles para este pueblo
– oráculo del Señor– .
33 Si este pueblo o un sacerdote o un profeta te preguntan cuál es la carga del Señor, les dirás: Ustedes son la carga del Señor, y yo los arrojaré – oráculo del Señor– .
34 Si un sacerdote o un profeta o uno del pueblo dicen: carga del Señor, lo castigaré a él y a su casa.
35 Cuando hablan y comentan entre ustedes, tienen que decir: ¿Qué responde el Señor, qué dice el Señor?
36 Y que no se vuelva a mencionar la carga del Señor, porque cada uno cargará con sus palabras. Falsifican las palabras del Dios vivo, del Señor Todopoderoso, nuestro Dios.
37 Al profeta le hablarán así: ¿Qué responde el Señor, qué dice el Señor?
38 Y ahora dice el Señor: Si se empeñan en decir: carga del Señor, siendo así que yo les he prohibido decir: carga del Señor, entonces,
39 por haberlo dicho, yo los levantaré como una carga y los tiraré lejos de mí, a ustedes y a la ciudad que les di a ustedes y a sus padres.
40 Y les enviaré una afrenta eterna, un sonrojo eterno e inolvidable.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  23,1-8A los pastores. Estas palabras van dirigidas contra los pastores y guías de Israel por no haber cumplido su misión como lo exigía su oficio: en lugar de congregar, dispersaron; en lugar de apacentar, desparramaron; en lugar de salvar al rebaño de las fieras, ellos mismos fueron unas fieras que devoraron a las ovejas. Nótese que este reclamo está puesto inmediatamente después de una serie de textos relativos a los reyes de Judá y antes de las acusaciones contra los falsos profetas, para dar a entender quiénes son los pastores a los cuales se dirige el Señor. La imagen del verdadero pastor encarnada en Jesús de Nazaret la encontramos en Jua_10:11. En el versículo 3, el Señor mismo se encargará de reunir el rebaño.
Suena contradictorio que en los dos primeros versículos los responsables de la dispersión de las ovejas son los pastores, y aquí afirme el Señor que Él mismo las ha dispersado. Habría que entender la acusación del mal ejercicio de pastores por «desparramar» la conciencia del pueblo, mientras que el profeta ve la acción de Dios como un necesario castigo a las acciones de todos. Las ovejas también tienen, hasta cierto punto, su parte de responsabilidad en los sucesos.


Jeremías  23,9-40A los profetas. Polémica contra los falsos profetas. Para Jeremías está claro que no se debe anunciar paz para el pueblo cuando no hay paz. También a Jeremías le toca enfrentar esta serie de corrientes que para mantener contento al rey o a los grupos dominantes distorsionan la realidad, con lo cual entorpecen toda posibilidad de que esa realidad sea enfrentada, engendrando así vanas esperanzas (12-32, cf. Jer_14:13-15; Jer_27:9s.16-18; Eze_13:1-16).
El ejercicio de la falsa profecía se puede detectar hoy con gran facilidad; basta ver a tantos predicadores de todas las confesiones, presencialmente o por los medios masivos de comunicación. ¡Cuánta palabrería engañosa! ¡Cuánto alejamiento del camino verdadero! Y lo que es peor, se puede ver inmediatamente al servicio de quién están y en nombre de quién hablan. En el campo secular o laico, los medios de comunicación ejercen también un papel de distractores que hacen olvidar al oprimido su opresión y le hacen ver color rosa lo que es muerte. ¿Dónde está y cómo se está ejerciendo la verdadera profecía hoy? No hay que esperar que surja una voz como la de Jeremías; tal vez ni siquiera surgirá, o si surge puede que no tenga mucho impacto. La profecía se debe realizar hoy comunitariamente; son los grupos, los equipos de evangelización, los que están llamados a anunciar con su testimonio que es posible la vida, que es posible la igualdad si se abandona el esclavizante culto al dios dinero, al dios mercado, al dio lucro y, en fin, a todos los ídolos ante quienes está arrodillada nuestra sociedad contemporánea.