Jeremías  25 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 38 versitos |
1

Nabucodonosor, verdugo de Dios

El año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, en Judá, que corresponde al año primero del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, recibió Jeremías este mensaje para todo el pueblo judío,
2 y el profeta Jeremías se lo comunicó a todos los judíos y a todos los vecinos de Jerusalén:
3 Desde el año trece del reinado en Judá de Josías, hijo de Amón, hasta el presente día – en total, veintitrés años– , he recibido la Palabra del Señor y se la he predicado puntualmente, y no me han escuchado.
4 El Señor les enviaba puntualmente a sus siervos los profetas, y no quisieron escuchar ni prestar oído.
5 Los exhortaban: Que se convierta cada uno de su mala conducta y de sus malas acciones, y volverá a la tierra que el Señor les entregó a ustedes y a sus padres, desde siempre y para siempre.
6 Y no sigan a dioses extranjeros para servirlos y adorarlos, no me irriten con las obras de sus manos, y no les haré ningún mal.
7 No me escucharon – oráculo del Señor– , me irritaron con las obras de sus manos, para su propia desgracia.
8 Por eso, así dice el Señor Todopoderoso: Puesto que no escucharon mis palabras
9 yo mandaré a buscar a los pueblos del norte y a Nabucodonosor, rey de Babilonia, siervo mío; lo traeré a esta tierra, contra sus habitantes y los pueblos vecinos; los consagraré al exterminio, los convertiré en espanto, burla y ruina perpetua.
10 Haré cesar la voz alegre y la voz gozosa, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido del molino y la luz de la lámpara.
11 Toda esta tierra quedará desolada, y las naciones vecinas estarán sometidas al rey de Babilonia durante setenta años.
12 Pasados los setenta años – oráculo del Señor– , pediré cuentas al rey de Babilonia y a su nación de todas sus culpas, y convertiré en desierto perpetuo el país de los caldeos.
13 Cumpliré en su país todas las amenazas que pronuncié contra él; todo lo escrito en este libro.
14 Ellos, a su vez, estarán sometidos a muchas naciones y a reyes poderosos; les pagaré sus acciones, las obras de sus manos.
15

Profecía de Jeremías contra los paganos
46– 51

El Señor, Dios de Israel, me dijo:
– Toma de mi mano esta copa de aguardiente y dásela a beber a todas las naciones adonde te envío.
16 Que beban y se tambaleen y enloquezcan ante la espada que arrojo en medio de ellos.
17 Tomé la copa de mano del Señor y se la hice beber a todas las naciones a las que me envió el Señor:
18 A Jerusalén y a los pueblos de Judá, a sus reyes y nobles, para convertirlos en ruina y desolación, en burla y maldición. Cosa que sucede hoy.
19 Al faraón, rey de Egipto, a sus ministros, sus nobles y todo su pueblo y sus muchedumbres.
20 A los reyes de Hus y de Filistea: Ascalón, Gaza, Ecrón y el resto de Asdod.
21 A Edom, Moab y Amón;
22 a todos los reyes de Tiro y Sidón y a los reyes de las costas lejanas que están más allá del mar;
23 a Dedán, Temá, Buz y a todos los de cabeza rapada;
24 a todos los reyes de Arabia y de los beduinos que viven en el desierto;
25 y a todos los reyes de Zimrí, de Elam y de Media;
26 a todos los reyes del norte, próximos y remotos, uno tras otro, y a todos los reyes de la superficie terrestre. Y después de todos ellos, beberá el rey de Sesac.
27 Les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Beban, emborráchense, vomiten, caigan para no levantarse, ante la espada que yo arrojo entre ustedes.
28 Y si se niegan a tomar la copa de tu mano para beber, les dirás: Así dice el Señor Todopoderoso: Tienen que beber.
29 Porque si en la ciudad que lleva mi Nombre comencé el castigo, ¿van ustedes a quedar impunes? No quedarán impunes, porque yo reclamo la espada contra todos los habitantes del mundo, oráculo del Señor Todopoderoso.
30 Y tú profetízales diciendo lo siguiente:
El Señor ruge desde la altura,
clama desde su mansión santa,
ruge y ruge contra su pueblo,
entona la copla
de los pisadores de uva
contra todos los habitantes del mundo;
31 el eco resuena
hasta los confines de la tierra,
porque el Señor entabla pleito
con los paganos,
viene a juzgar a todos los hombres
y hará ejecutar a los culpables
– oráculo del Señor– .
32 Así dice el Señor Todopoderoso:
Miren la catástrofe
pasar de nación en nación,
un terrible huracán se agita
en los extremos del mundo.
33 Aquel día las víctimas del Señor
ocuparán la tierra de punta a punta,
no los recogerán, ni enterrarán,
ni les harán duelo,
serán como estiércol sobre el campo.
34 Giman, pastores; griten,
revuélquense en el polvo,
encargados del rebaño;
les ha llegado el día de la matanza
y caerán como carneros hermosos;
35 no hay escapatoria para los pastores,
no hay salida
para los encargados del rebaño.
36 Se oye el grito de los pastores,
el gemido
de los encargados del rebaño,
porque el Señor
ha destruido sus pastos;
37 están silenciosas
las prósperas praderas,
por el incendio de la ira del Señor;
38 abandonan,
como un león su guarida,
sus tierras, que están desoladas,
por el incendio devastador,
por el incendio de su ira.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  25,1-14Nabucodonosor, verdugo de Dios. Síntesis del ministerio profético de Jeremías, donde queda constancia de su fidelidad a la misión confiada por parte de Dios para transmitir sus palabras y mensajes (3); pero también queda constancia de la obstinación del pueblo, especialmente de sus dirigentes (7). El resumen termina con la noticia sobre la duración del sometimiento a Babilonia y el anuncio de que el mismo Señor los librará (11-13). Para el creyente israelita, los pueblos paganos también son servidores del Señor; dado que lo que aconteció a Israel a manos de los babilonios era un castigo, el rey Nabucodonosor es el instrumento con el cual Dios azota a su pueblo. Ello no quita que también aquel pueblo y sus dirigentes sean «visitados» (12) para ser castigados en su momento.


Jeremías  25,15-38Profecía de Jeremías contra los paganos. La lista de pueblos y naciones a los cuales el profeta presenta en visión la copa del Señor coincide con todos los que en su momento sufrieron ocupaciones, saqueos y destrucción por parte del imperio babilónico. También las naciones vecinas de Israel son castigadas (29). Nótese que lo que ha comenzado como un castigo para Israel toma dimensiones internacionales y, posteriormente, dimensiones cósmicas.