Jeremías  27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1

Sumisión al rey de Babilonia
25,1-11||
A los embajadores

El año cuarto del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor dirigió la palabra a Jeremías:
2 – Así dice el Señor: Hazte unas correas y un yugo y encájatelo en el cuello,
3 y envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón, por medio de los embajadores que han venido a Jerusalén a visitar al rey Sedecías.
4 Diles que informen a sus señores: Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Digan a sus señores:
5 Yo he creado la tierra
y hombres y animales
sobre la faz de la tierra,
con mi gran poder
y con mi brazo extendido;
y la doy a quien me parece;
6 ahora, yo entrego
todos estos territorios
a Nabucodonosor,
rey de Babilonia, mi siervo;
incluso las fieras del campo
se las doy como servidores;
7 todas las naciones
estarán sometidas a él,
a su hijo y nieto,
hasta que le llegue a su país
la hora de ser servidor
de pueblos numerosos
y reyes poderosos.
8 Si una nación y su rey no se someten
a Nabucodonosor, rey de Babilonia,
y no rinden el cuello al yugo
del rey de Babilonia,
con espada y hambre y peste
castigaré a esa nación,
hasta entregarla en sus manos
– oráculo del Señor– .
9 Y ustedes no hagan caso
a sus profetas y adivinos
intérpretes de sueños,
hechiceros y magos,
que les dicen:
No serán vasallos
del rey de Babilonia;
10 porque les profetizan mentiras
para sacarlos de su tierra,
para que yo los disperse
y los destruya.
11 Si una nación rinde el cuello
y se somete al rey de Babilonia,
la dejaré en su tierra,
para que la cultive y la habite
– oráculo del Señor– .
12

A Sedecías
21,1-7

A Sedecías, rey de Judá,
le hablé en los mismos términos:
Coloquen su cuello
bajo el yugo del rey de Babilonia,
sométanse a él y a su ejército,
y vivirán;
13 así no morirán a espada,
de hambre y peste,
como dijo el Señor a los pueblos
que no se sometan
al rey de Babilonia.
14 No hagan caso
a los profetas que les dicen:
No serán vasallos
del rey de Babilonia,
porque les profetizan mentiras:
15 yo no los envié
– oráculo del Señor– ,
y ellos profetizan
mentiras en mi Nombre,
para que yo los tenga
que arrojar y destruir
a ustedes con los profetas
que les profetizan.
16

A los sacerdotes y al pueblo

A los sacerdotes y al pueblo les dije:
Así dice el Señor:
No hagan caso
a esos profetas que les profetizan:
Muy pronto
recobraremos de Babilonia
el ajuar del templo;
les profetizan engaños,
17 no les hagan caso.
Permanezcan sometidos
al rey de Babilonia y vivirán,
y esta ciudad
no se convertirá en ruinas.
18 Si son profetas
y tienen la Palabra del Señor,
que intercedan al Señor
para que no se lleven a Babilonia
el resto del ajuar del templo
y del palacio real de Jerusalén.
19 Porque así dice el Señor Todopoderoso acerca de las columnas, el depósito, el pedestal y el resto del ajuar que aún queda en la ciudad
20 – que Nabucodonosor, rey de Babilonia, no se llevó de Jerusalén a Babilonia cuando desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, con todos los notables de Judá y Jerusalén– .
21 Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, acerca del ajuar que ha quedado en el templo y en el palacio real de Jerusalén:
22 Se los llevarán a Babilonia y allí quedarán, hasta que yo haga inventario – oráculo del Señor– y los saque y los devuelva a este lugar.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  27,1-11A los embajadores. De nuevo, Jeremías se vale de una acción simbólica para ilustrar sus palabras; esta vez se trata de la imagen de un yugo semejante a los que imponían a los bueyes, que muestra el estado en que van a quedar todos los reinos cuando Nabucodonosor los someta. La lectura que se hace del contexto mundial de la época omite toda circunstancia política, colocándolo todo en el plano religioso. Para el profeta, es claro que el Creador y Dueño de toda la tierra puede darla temporalmente a quien quiera (5); esta vez la poseerá Nabucodonosor (6s), con la garantía de que el mismo Señor pondrá en sus manos a todo el que intente resistir (8). Ante semejante respaldo no tiene caso rebelarse (9). La situación mundial que nos afecta hoy tiene mucho de similar con este modo de pensar; sin embargo, ahí los evangelizadores tienen que estar muy preparados y atentos a corregir semejante mentalidad.


Jeremías  27,12-15A Sedecías. La Palabra de Dios pronunciada por el verdadero profeta se cumple.
Jeremías  27,16-22A los sacerdotes y al pueblo. El profeta sigue insistiendo en el sometimiento al rey de Babilonia, de ahí su condena a las enseñanzas contrarias de profetas y sacerdotes porque contradicen abiertamente la voluntad divina. Por lo menos, el sometimiento garantiza la vida y deja abierta la esperanza de volver a la tierra y de recuperar el ajuar del templo robado por Nabucodonosor.