Jeremías  29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 32 versitos |
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Cartas de Jeremías

Texto de la carta que el profeta Jeremías envió desde Jerusalén a los desterrados; a los ancianos, sacerdotes, profetas y al pueblo deportados por Nabucodonosor de Jerusalén a Babilonia.
2 Fue después de marcharse el rey Jeconías con la reina madre y los eunucos y dignatarios de Judá y Jerusalén y los artesanos y maestros de Jerusalén.
3 La envió por medio de Elasa, hijo de Safán, y de Gamarías, hijo de Jelcías, legados de Sedecías, rey de Judá, a Nabucodonosor, rey de Babilonia:
4 Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, a todos los deportados que yo llevé de Jerusalén a Babilonia:
5 Construyan casas y habítenlas, planten huertos y coman sus frutos, cásense y engendren hijos e hijas,
6 tomen esposas para sus hijos casen a sus hijas, para que ellas engendren hijos e hijas; crezcan allí y no disminuyan.
7 Pidan por la prosperidad de la ciudad adonde yo los desterré y recen al Señor por ella, porque su prosperidad será la de ustedes.
8 Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: no se dejen engañar por los profetas y adivinos que viven entre ustedes; no hagan caso de los sueños que sueñan,
9 porque les profetizan engaños en mi Nombre, y yo no los envié – oráculo del Señor– .
10 Esto es lo que dice el Señor: Cuando se cumplan setenta años en Babilonia, me ocuparé de ustedes, les cumpliré mis promesas trayéndolos de nuevo a este lugar.
11 Yo conozco mis designios sobre ustedes: designios de prosperidad, no de desgracia, pues les daré un porvenir y una esperanza.
12 Me invocarán, vendrán a rezarme y yo los escucharé;
13 me buscarán y me encontrarán, si me buscan de todo corazón;
14 me dejaré encontrar y cambiaré su suerte – oráculo del Señor– . Los reuniré en todas las naciones y lugares adonde los arrojé – oráculo del Señor– y los volveré a traer al lugar de donde los desterré.
15 Si ustedes dicen que el Señor les ha nombrado profetas en Babilonia,
16 el Señor Todopoderoso, Dios de Israel, dice a propósito de Ajab, hijo de Colayas, y de Sedecías, hijo de Masías, que les profetizan engaños en mi Nombre: Yo los entregaré a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que los hará ajusticiar en presencia de ustedes.
17 Y darán origen a una maldición que se correrá entre todos los judíos desterrados en Babilonia: El Señor te trate como a Ajab y a Sedecías, a quienes quemó vivos el rey de Babilonia.
18 Porque cometieron una infamia en Israel, adulteraron con la mujer del prójimo y contaron mentiras en mi Nombre sin que yo los mandase. Lo sé y lo atestiguo – oráculo del Señor– .
19 Así dice el Señor acerca del rey que se sienta en el trono de David y de todo el pueblo que vive en la ciudad – sus hermanos que no han ido con ustedes al destierro– .
20 Así dice el Señor Todopoderoso: Yo despacharé contra ellos la espada, el hambre y la peste; los trataré como a los higos podridos que no se pueden comer de malos.
21 Los perseguiré con la espada, el hambre y la peste, y haré de ellos un escarmiento para todos los reinos de la tierra, y maldición y espanto y burla y oprobio de todas la naciones por donde los dispersé.
22 Porque no escucharon mis palabras – oráculo del Señor– ; porque les envié constantemente a mis siervos los profetas, y no hicieron caso – oráculo del Señor– .
23 Ustedes, los desterrados que envié de Jerusalén a Babilonia, escuchen la Palabra del Señor.
24

Mensaje a Samayas

A Samayas, el nejlamita le dirás:
25 Así el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:
– Tú has enviado por tu cuenta una carta a Sofonías, hijo de Masías, el sacerdote, en estos términos:
26 El Señor te ha nombrado sucesor del sacerdote Yehoyadá como responsable del templo; si se presenta un exaltado y se pone a profetizar lo tienes que meter en el calabozo y atarlo con cadenas.
27 Entonces, ¿por qué no has dado un escarmiento a Jeremías, de Anatot, que se ha metido a profetizar?
28 Nos ha enviado una carta a Babilonia diciendo que va para largo, que construyamos casas y las habitemos, que plantemos huertos y comamos sus frutos.
29 El sacerdote Sofonías le leyó la carta al profeta Jeremías,
30 y el Señor le dirigió la palabra:
31 – Envía un mensaje a los desterrados:
Así dice el Señor acerca de Samayas, el nejlamita: Samayas les ha profetizado, sin que yo lo enviase, arrastrándolos a una falsa confianza.
32 Por eso, dice el Señor: Yo castigaré a Samayas, el nejlamita, y a su descendencia: no tendrá un sucesor que viva entre este pueblo, no probará los bienes que yo daré a mi pueblo, porque predicó rebelión contra el Señor – oráculo del Señor– .

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  29,1-23Cartas de Jeremías. Jeremías aprovecha la partida de un nuevo grupo de deportados a Babilonia para enviar una carta a los primeros que habían corrido esa mala suerte. Fiel a su criterio de que el exilio será largo, les ratifica esa ida para que no se hagan falsas ilusiones o para que no sigan dando crédito a quienes profetizan un período corto de dominación. Visto que el destierro será prolongado, lo mejor es que traten de adaptarse a la nueva situación y procuren el bien de la ciudad en que se encuentran para salir bien librados (7). Los anuncios contrarios a estos consejos no son respaldados por el Señor (8s). El mensaje mantiene el tono esperanzador de la presencia de Dios y del retorno que el Señor mismo realizará (11-14).


Jeremías  29,24-32Mensaje a Samayas. Este incidente, que da lugar a una maldición contra Samayas, refleja las contradicciones y dudas respecto a la suerte de los deportados a Babilonia. Jeremías insiste en que el cautiverio será largo y quien contradiga esta posición profética es objeto de condena. Pero el asunto no era tanto la duración del exilio, cuanto la preocupación del profeta porque esta coyuntura histórica fuera suficientemente asimilada como una necesaria reprensión por parte de Dios. Afirmar en la predicación que el destierro pasaría rápido distraía de ese propósito, y eso es lo que el profeta quiere evitar.