Jeremías  33 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

Restauración
30s

Mientras Jeremías estaba todavía detenido en el atrio de la guardia, el Señor le dirigió la palabra:
2 – Así dice el Señor, que hizo la tierra, la formó y la estableció; su Nombre es Señor.
3 Llámame, y te contestaré, te comunicaré cosas grandes e inaccesibles que no conoces.
4 Porque así dice el Señor de Israel a las casas de esta ciudad y a los palacios reales de Judá, ahora arrasados por el asedio y la espada:
5 Ahora vienen a pelear contra ella los caldeos, y a llenarla de cadáveres humanos; porque yo la herí con ira y cólera, oculté mi rostro a esta ciudad, por todas sus maldades.
6 Yo mismo le traeré restablecimiento y sanación, y los colmaré de paz y de fidelidad.
7 Cambiaré la suerte de Judá y la suerte de Israel, y los edificaré como en otro tiempo;
8 los purificaré de todos los crímenes que cometieron contra mí, les perdonaré todos los crímenes que cometieron contra mí, rebelándose contra mí.
9 Jerusalén será motivo de gozo, alabanza y honor, para mí y para todas las naciones de la tierra que oigan contar todo el bien que les he hecho, y los temerán y respetarán, por todo el bien y la paz que les he dado.
10 Así dice el Señor:
En este lugar del que ustedes dicen
que está en ruinas,
sin hombres ni ganado;
en las ciudades de Judá||
y en las calles de Jerusalén,
ahora desoladas,
sin hombres ni ganado,
11 todavía se escuchará||
la voz alegre y la voz gozosa,
la voz del novio y la voz de la novia;
la voz de los que cantan
al entrar con acción de gracias
en el templo:
Den gracias al Señor Todopoderoso,
porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Porque cambiaré la suerte
de esta tierra,
haciéndola como antes,
dice el Señor.
12 Así dice el Señor Todopoderoso:
En este lugar, ahora arruinado,
sin hombres ni ganado,
y en todas las ciudades,
todavía habrá majadas de pastores
que recogen sus ovejas.
13 Por las poblaciones de la Sierra,
de la Sefela, del Negueb,
por el territorio de Benjamín,
por el distrito de Jerusalén
y por las ciudades de Judá,
todavía pasarán las ovejas
junto al que las cuenta
– dice el Señor– .
14 Miren que llegan días – oráculo del Señor– en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
15 En aquellos días y en aquella hora
suscitaré a David un retoño legítimo
que hará justicia
y derecho en la tierra.
16 En aquellos días se salvará Judá
y en Jerusalén vivirán tranquilos,
y la llamarán así:
Señor– nuestra– justicia.
17 Porque así dice el Señor:
No faltará a David un sucesor
que se siente en el trono
de la casa de Israel.
18 De los sacerdotes y levitas
no faltará quien ofrezca
en mi presencia holocaustos,
inciense las ofrendas
y haga sacrificios todos los días.
19 El Señor dirigió la palabra a Jeremías:
20 – Así dice el Señor:
Si puede romperse mi alianza
con el día y la noche,
de modo que no haya
día y noche a su tiempo,
21 también se romperá la alianza
con David, mi siervo,
de modo que le falte
sucesor en el trono,
y la alianza con los sacerdotes
y levitas, mis ministros.
22 Como las estrellas del cielo,
incontables;
como las arenas de la playa,
innumerables;
multiplicaré la descendencia
de mi siervo David
y de los levitas que me sirven.
23 El Señor dirigió la palabra a Jeremías:
24 –¿No oyes lo que dice este pueblo?
Las dos familias
que el Señor había elegido
las ha rechazado.
Así desprecian a mi pueblo
y no lo consideran como nación.
25 Así dice el Señor:
Como es cierto que hice
el día y la noche
y establecí las leyes
del cielo y la tierra,
26 también es cierto que no rechazaré
a los descendientes de Jacob
y de mi siervo David,
ni dejaré de sacar
de entre ellos
a quienes gobiernen
a los descendientes
de Abrahán, Isaac y Jacob.
Porque cambio su suerte
y les tengo compasión.

Patrocinio

 
 

Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Jeremías  33,1-26Restauración. Continúa el mensaje de los efectos benéficos que traerá al pueblo su merecido castigo. A las imágenes de la devastación, del dolor y del desespero que representa el mal infligido por Babilonia se contraponen las idílicas imágenes de la restauración futura. Los versículos 14-16 sintetizan la promesa de restauración de la descendencia davídica, que se confunde con las promesas mesiánicas. Una vez más, se subraya la fidelidad de Dios en el cumplimiento de la alianza (20-21) y de la promesa de multiplicar hasta el infinito la descendencia israelita (22-26).