Jeremías  41 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 18 versitos |
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Asesinato de Godolías
2 Re 25,25s

El mes séptimo vino Ismael, hijo de Natanías, hijo de Elisamá, de estirpe real, con diez hombres, a visitar a Godolías, hijo de Ajicán, en Mispá; mientras comían juntos allí,
2 se levantó Ismael, hijo de Natanías, y sus diez hombres, apuñalaron a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, el gobernador del país puesto por el rey de Babilonia, y lo mataron.
3 Y a los judíos que acompañaban a Godolías en Mispá y a los militares caldeos que se encontraban allí también los mató Ismael.
4 Al día siguiente del asesinato de Godolías, cuando nadie lo sabía aún,
5 venían unos hombres de Siquén, de Siló y de Samaría, unos ochenta en total, con las barbas rapadas, con las vestiduras rasgadas y con incisiones, trayendo ofrendas e incienso para ofrecer en el templo.
6 Ismael, hijo de Natanías, les salió al encuentro desde Mispá y caminaba llorando. Cuando los alcanzó, les dijo:
– Venid a ver a Godolías, hijo de Ajicán.
7 Y cuando entraron en la ciudad, Ismael, hijo de Natanías, los asesinó, y apoyado por sus hombres los arrojó en el pozo.
8 Entre ellos había diez hombres que dijeron a Ismael:
– No nos mates, porque tenemos escondido en el campo trigo, cebada, aceite y miel.
Él accedió y no los mató como a sus hermanos.
9 – El pozo donde arrojó Ismael los cadáveres de los hombres asesinados, un pozo grande, es la que construyó el rey Asá por temor a Basá, rey de Israel. Ismael, hijo de Natanías, la llenó de cadáveres– .
10 Después Ismael apresó al resto del pueblo de Mispá, y a las princesas reales que Nabusardán, jefe de la guardia, había entregado en custodia a Godolías, hijo de Ajicán. Ismael, hijo de Natanías, los hizo prisioneros, y se puso en marcha hacia el territorio amonita.
11 Pero Juan, hijo de Carej, y sus capitanes se enteraron del crimen cometido por Ismael, hijo de Natanías.
12 Reunieron toda su tropa y marcharon a combatir contra Ismael, hijo de Natanías, y lo alcanzaron junto al Gran Lago de Gabaón.
13 Cuando el pueblo que Ismael llevaba cautivo vio a Juan, hijo de Carej, y a sus capitanes, se alegraron.
14 Toda la gente que Ismael llevaba cautiva desde Mispá cambió de dirección y se pasó a Juan, hijo de Carej.
15 Mientras, Ismael, hijo de Natanías, logró escapar de Juan con ocho hombres, y se fue al país amonita.
16 Juan, hijo de Carej, y sus capitanes, recogieron al resto del pueblo que Ismael, hijo de Natanías, había apresado en Mispá, después de matar a Godolías, hijo de Ajicán, soldados, mujeres, niños y eunucos, liberados en Gabaón,
17 y marcharon, parando en el albergue de Quimhán, cerca de Belén, con intención de emigrar a Egipto,
18 lejos de los caldeos; pues les temían, porque Ismael, hijo de Natanías, había asesinado a Godolías, el gobernador del país nombrado por el rey de Babilonia.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  41,1-18Godolías, gobernador - Asesinato de Godolías. Jeremías ha pasado a ser protegido por el gobernador Godolías, cuya familia era amiga del profeta. Los episodios narrados hasta el capítulo 44 nos dejan ver las contradicciones y divisiones existentes entre los que no fueron deportados. La división se genera entre los que prefieren aliarse con Egipto y los que prefieren someterse a Babilonia. En este contexto, Jeremías trata de mediar y evitar la violencia. Ni siquiera en las desgracias que nivelan hasta cierto punto a grandes y pequeños hay interés por buscar el bien para todos; siempre se sigue pensando en los intereses particulares o de partidos, mientras el pueblo es abandonado a su suerte.