Jeremías  44 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

Últimos oráculos

Palabras que recibió Jeremías para los judíos que habitaban en Egipto: en Migdol, en Tafne, en Menfis y en tierra de Patros:
2 – Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Ustedes han visto todas las calamidades que envié sobre Jerusalén y sobre las ciudades de Judá: ahí las tienen hoy, arruinadas y sin habitantes.
3 A causa de las maldades que cometieron, irritándome, quemando incienso y dando culto a dioses extraños, que ni ellos ni sus padres conocían.
4 Sin cesar les envié a mis siervos los profetas para que les dijeran: No hagan esas horribles cosas que detesto.
5 Pero no escucharon ni prestaron oído para corregirse de la maldad dejando de quemar incienso a dioses extraños.
6 Entonces se derramó mi cólera y mi ira, y quemó las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se convirtieron en ruina y desolación hasta el día de hoy.
7 Pues ahora, así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: ¿Por qué se hacen daño grave a ustedes mismos extirpando de Judá hombres y mujeres, niños y lactantes, sin dejar un resto,
8 y me irritan con las obras de sus manos, quemando incienso a dioses extraños en Egipto, donde han venido a residir; y así son exterminados y se convierten en maldición y vergüenza de todas las naciones del mundo?
9 ¿Acaso han olvidado las maldades de sus padres, de los reyes de Judá y sus mujeres, las maldades de ustedes mismos y las de sus mujeres cometidas en Judá y en las calles de Jerusalén?
10 Hasta hoy no se han arrepentido, no han demostrado temor, no han procedido según mi ley y mis preceptos, que yo les promulgué a ustedes y a sus padres.
11 Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:
– Yo me enfrentaré
con ustedes para mal,
para exterminar a Judá.
12 Arrebataré el resto de Judá
que se empeñó en ir a Egipto
para residir allí.
Se consumirán todos en Egipto,
caerán a espada
o se consumirán de hambre,
del menor al mayor
morirán a espada o de hambre,
y serán desprecio y espanto,
maldición y burla.
13 Castigaré a los habitantes de Egipto,
como castigué a los de Jerusalén,
con espada, hambre y peste.
14 No quedarán supervivientes
del resto de Judá
que vino a residir en Egipto,
ni volverán a Judá,
adonde ansían volver para vivir allí
– No volverán
más que algunos fugitivos– .
15 Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a dioses extraños y todas las mujeres que asistían y los que habitaban en Patros respondieron a grandes voces a Jeremías:
16 – No queremos escuchar esa palabra
que nos dices en Nombre del Señor,
17 sino que haremos
lo que hemos prometido:
quemaremos incienso
a la reina del cielo
y le ofreceremos libaciones;
igual que hicimos
nosotros y nuestros padres,
nuestros reyes y jefes
en las ciudades de Judá
y en las calles de Jerusalén.
Entonces nos hartábamos de pan,
nos iba bien,
y no conocíamos la desgracia.
18 Pero desde que dejamos
de quemar incienso
a la reina del cielo
y de ofrecer libaciones,
carecemos de todo,
y morimos a espada y de hambre.
19 Cuando nosotras quemamos incienso y ofrecemos libaciones a la reina del cielo, ¿acaso hacemos panes con su imagen y le ofrecemos libaciones sin el consentimiento de nuestros maridos?
20 Respondió Jeremías al pueblo, hombres y mujeres, y a todos los que habían respondido igual:
21 –¿Piensan que el Señor ha olvidado todo el incienso que quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes, sus padres, sus reyes y príncipes y todos los terratenientes?
22 El Señor ya no podía soportar sus malas acciones, las horribles perversidades que cometían; por eso se convirtió su tierra en ruina y espanto y maldición, sin habitantes hasta hoy:
23 por haber quemado incienso y haber pecado contra el Señor, desobedeciendo al Señor, no procediendo según su ley, preceptos y mandatos. Por eso les ha sucedido esa calamidad, que dura hasta hoy.
24 Dijo Jeremías al pueblo y a las mujeres:
– Escuchen la Palabra del Señor, judíos que viven en Egipto:
25 Así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:
Con la boca lo dicen,
con la mano lo cumplen:
Tenemos que cumplir
los votos que hemos hecho
de ofrecer incienso y libaciones
a la reina del cielo.
Confirmarán sus votos,
cumplirán sus promesas.
26 Pero escuchen la Palabra del Señor, judíos que habitan en Egipto: Miren: Yo juro por mi Nombre ilustre – dice el Señor– que ya no invocará mi Nombre ninguna boca judía, diciendo: Por la vida del Señor, en todo el país de Egipto.
27 Yo vigilaré sobre ustedes para mal, no para bien. Se consumirán los judíos de Egipto, con la espada y el hambre y la peste, hasta acabarse.
28 Sólo los escapados de la espada, pocos en número, volverán de Egipto a Judá. Entonces sabrá el resto de Judá que ha venido a residir en Egipto cuál es la palabra que se cumple, la mía o la de ellos.
29 Ésta será la señal – oráculo del Señor– : los castigaré en este lugar, para que sepan que mis amenazas contra ustedes se cumplen.
30 Así dice el Señor: Yo entregaré al faraón Ofra, rey de Egipto, en manos de los enemigos que lo persiguen a muerte, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el enemigo que lo perseguía a muerte.

Patrocinio

 
 

Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Jeremías  44,1-30Últimos oráculos. Jeremías se dirige a sus paisanos refugiados en Egipto para recordarles que el motivo de su situación y de la de toda Judá fue su infidelidad al Señor, y que de seguir sus mismos cultos idolátricos en Egipto serán exterminados.
En el versículo 17 se menciona de nuevo a la «reina de los cielos» (cfr. 7,18), una antigua divinidad femenina también conocida como la diosa madre y, por tanto, vinculada con la sexualidad y la fecundidad; en Mesopotamia se la conocía como Istar, y en Canaán la denominaban Astarté (cfr. 3,6). Para su culto, que era especialmente de las mujeres, se elaboraban tortas de harina que representaban a la divinidad desnuda. En el versículo 19, las mujeres responden a la invectiva de Jeremías. Nada de lo que ellas han hecho ha sido a espaldas de sus maridos, así que también ellos deben ser juzgados. La mención en este pasaje de hombres, mujeres y niños nos indica que el culto a esta divinidad era de tipo familiar.