Jeremías  46 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Oráculos contra las Naciones
46– 51
Introducción

Palabras del Señor al profeta Jeremías sobre las naciones:
2

Contra Egipto
Is 19; Ez 29– 32

Contra Egipto.
Contra el ejército de Necó, faraón de Egipto, que llegó hasta Cárquemis, junto al Éufrates, y fue derrotado por Nabucodonosor, rey de Babilonia, el año cuarto del reinado de Joaquín, hijo de Josías, en Judá.
3 Preparen el escudo y la coraza,
láncense al ataque,
4 ensillen los caballos;
a montar, jinetes;
colóquense los cascos,
hagan brillar las lanzas,
pónganse la coraza.
5 ¿Qué es lo que veo?
Están aterrados,
retroceden,
sus soldados derrotados
huyen corriendo sin volverse,
¡terror por todas partes!
– oráculo del Señor– :
6 el más ágil no puede huir,
ni escapa el más valiente.
¡Al norte, a la orilla del Éufrates,
tropezaron y cayeron!
7 ¿Quién es ése que crece como el Nilo
y encrespa sus aguas como los ríos?
8 Es Egipto el que crece como el Nilo
y encrespa sus aguas como los ríos,
que dice: Creceré, inundaré la tierra,
destruiré ciudades con sus habitantes.
9 ¡Que avance la caballería!
¡Adelante los carros!;
en marcha, soldados:
nubios y libios que empuñan escudo,
lidios que tensan el arco!
10 Ese día es
para el Señor Todopoderoso
día de venganza
para vengarse de sus enemigos.
La espada devora,
se sacia, chorrea sangre,
porque el Señor Todopoderoso
celebra un banquete
en el norte, a la orilla del Éufrates.
11 Sube a Galaad por bálsamo,
capital de Egipto:
en vano multiplicas los remedios,
tu herida no se cierra.
12 Las naciones se enteraron
de tu humillación,
pues tus lamentos llenan la tierra.
¡Tropezaron soldado con soldado,
juntos cayeron los dos!
13 Palabra que dijo el Señor al profeta Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue a derrotar a Egipto:
14 Anúncienlo en Egipto,
publíquenlo en Migdol,
proclámenlo en Menfis y Tafne;
digan: ¡En formación, alerta!,
que la espada devora a tu alrededor.
15 ¿Por qué está tendido
tu Buey Apis y no se levanta?
Porque el Señor lo derribó
16 poderosamente: tropezó y cayó.
Dicen a sus camaradas:
Levantémonos,
huyamos de la espada mortífera,
a nuestra gente,
a nuestra tierra nativa,
17 y por sobrenombre llaman al faraón
Estruendo a destiempo.
18 ¡Juro por mi vida! – oráculo del Rey
que se llama Señor Todopoderoso– .
Como es real el Tabor
entre los montes
o como el Carmelo
domina sobre el mar,
sucederá.
19 Menfis será una desolación,
incendiada y deshabitada.
Prepara el equipaje para el destierro,
población de Egipto;
20 Egipto es una novilla hermosa;
desde el norte viene un tábano, viene;
21 también sus mercenarios
eran novillos cebados;
huyen juntos sin parar,
porque les llega el día funesto,
la hora de rendir cuentas.
22 Escúchenla, silba como serpiente,
porque avanzan los ejércitos,
la invaden
como leñadores con sus hachas,
23 talan sus bosques
– oráculo del Señor– .
Por muchos e incontables que sean,
aunque sean más que la langosta,
24 es derrotada la capital de Egipto
y entregada al ejército del norte.
25 Dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel: Yo tomaré cuentas al dios Amón de No, a Egipto con sus ídolos y príncipes, al faraón y a los que confían en él.
26 Los entregaré en manos de enemigos mortales: de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y sus generales. Después será habitada como en tiempos antiguos – oráculo del Señor– .
27 Tú no temas,
siervo mío, Jacob;
no te asustes, Israel.
Yo te traeré de lejos, sano y salvo,
y a tu descendencia de la cautividad;
Jacob volverá, descansará,
reposará sin alarmas.
28 Tú no temas, siervo mío, Jacob,
que yo estoy contigo
– oráculo del Señor– .
Acabaré con todas las naciones
por donde te dispersé;
contigo no acabaré,
aunque no te dejaré sin castigo,
te escarmentaré como es debido.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  46,1Introducción. Los capítulos 46-51 forman un conjunto de oráculos o mensajes contra las naciones; en ellos, como era de esperarse, encontraremos palabras de condena contra los enemigos de Israel y contra el mismo Israel, pero también palabras consoladoras cargadas de esperanza (46,27s; 50,4-10.17.20; 51,36; etc.). Los comentaristas nos indican que estos capítulos estaban colocados originalmente después del capítulo 25, que les hacía de introducción. La prueba está en que la traducción griega (LXX) los conservó en ese lugar. Se trata, pues, de un trabajo realizado por los redactores posteriores que juzgaron más conveniente ubicarlos en el lugar donde los encontramos hoy.


Jeremías  46,2-28Contra Egipto. El primer oráculo va dirigido contra Egipto. En realidad, se trata de dos mensajes (2-12; 14-26), muy poco alentadores para los egipcios. El tono cambia cuando se refiere a Israel y Judá (27-28). El faraón Necó se movilizó contra Babilonia en 605 a.C., cuando reinaba en Judá el rey Josías, quien intentó impedir el paso de los ejércitos egipcios hacia el norte. Las tropas de Josías fueron derrotadas en Meguido y el rey, asesinado (cfr. 2Re_23:29s); Necó continuó su expedición, pero fue derrotado en Cárquemis por el ejército de Nabucodonosor. Este triunfo babilónico hace que Nabucodonosor se adueñe de Siria y Palestina (2Re_24:7).