Jeremías  48 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 47 versitos |
1

Contra Moab
Is 15s; Ez 25,8-11; Am 2,1-3

A Moab así dice el Señor Todopoderoso, Dios de Israel:
¡Ay de Nebo, arrasada;
de Quiriataín,
derrotada y conquistada!
¡De la Ensalzada,
derrotada y deshecha!
2 Ya no existe la fama de Moab.
En Jesbón planeaban contra ella.
¡Vamos a destruirla como nación!
Madmena, enmudeces
perseguida por la espada.
3 Oigan gritos en Joronain:
gran desastre y quebranto:
4 quebrantada está Moab,
que se oigan sus gritos en Seír.
5 Por la cuesta de Lujit
subían llorando,
por la bajada de Joronain
se oyen gritos desgarradores.
6 Huyan, salven la vida,
como asnos del desierto.
7 Por confiarte de tus obras y tesoros,
también tú serás conquistada;
Camós marchará al destierro
con sus sacerdotes y dignatarios.
8 Vendrá el devastador a cada pueblo:
ni uno se librará;
quedará desolado el valle
y destruida la llanura
– lo ha dicho el Señor– .
9 sus pueblos quedarán desiertos
por falta de habitantes.
10 ¡Maldito quien ejecute con negligencia
el encargo del Señor!
¡Maldito quien retenga
su espada de la sangre!
11 Moab reposó desde joven,
tranquila como vino
dejado en reposo:
no la trasvasaron de una vasija a otra,
no fue al destierro;
así conservó su gusto
y no alteró su aroma.
12 Pero llegará un tiempo
– oráculo del Señor–
en que despacharé tinajeros
que la trasvasen:
vaciarán las vasijas,
romperán los cacharros.
13 Y Camós defraudará a Moab,
como le pasó a Israel
con Betel, en quien confiaba.
14 ¿Cómo presumían de valientes,
de soldados aguerridos?
15 Avanza el destructor de Moab
y sus pueblos,
la flor de sus soldados
baja al matadero
– oráculo del Rey que se llama
Señor Todopoderoso– .
16 Se acerca la catástrofe de Moab,
su desgracia se apresura:
17 llórenla, todos sus vecinos,
y los que respetan su fama.
Digan: ¡Ay, cómo se ha quebrado
el bastón del poder,
el cetro de majestad!
18 Baja de tu pedestal,
siéntate en el suelo reseco,
población de Dibón,
porque avanza contra ti
el devastador de Moab,
para derruir tus fortalezas;
19 y tú, población de Aroer,
ponte en el camino y vigila,
pregunta al fugitivo evadido:
¿Qué ha pasado?
20 Que está derrotada y deshecha Moab:
giman y griten,
anuncien en el Arnón
que está arrasada Moab;
21 que han ejecutado la sentencia
contra la meseta:
Jolón, Yahas, Mepaat,
22 Dibón, Nebo, Bet-Diblataym,
23 Quiriataín, Bet-Gamul, Bet-Maón,
24 Quiriot, Bosra,
contra todos los poblados de Moab,
cercanos y lejanos.
25 Han destruido el poder de Moab,
le han roto el brazo
– oráculo del Señor– .
26 Emborráchenla,
porque desafió al Señor;
Moab se revolcará en su vómito,
y se burlarán de ella.
27 ¿No te burlaste tú de Israel
como de uno
sorprendido entre ladrones?
¿No hacías muecas
cuando hablabas de ella?
28 Abandonen las ciudades,
habiten entre peñas, vecinos de Moab,
como palomas que anidan
en la pared de una cueva.
29 Nos hemos enterado
de la soberbia de Moab,
de su orgullo desmedido,
de su soberbia, vanidad,
presunción y engreimiento.
30 Yo conozco su arrogancia
– oráculo del Señor– ,
sus vanas habladurías,
sus acciones desatinadas.
31 Por eso voy a lamentarme por Moab,
a gritar por todo Moab,
32 a sollozar por Quiriat Jeser;
a llorar por ti, viña de Sinmá,
más que lloré por Yazer.
Tus sarmientos
se extendían hasta el mar
y llegaban hasta Yazer:
sobre tu cosecha y tu vendimia
cayó el devastador;
33 cesaron el gozo y la alegría
en las huertos de Moab.
Acabé con el vino de tus lagares,
y ya no pisarán
entonando coplas y más coplas.
34 El grito de Jesbón
llega hasta Elalé y Yahas,
las voces se oyen en Soar,
Joronain y Eglat Salisiya,
porque hasta la Fuente de Nimrín
se ha secado.
35 Acabaré en Moab
con los que suben a los santuarios
a ofrecer incienso a sus dioses
– oráculo del Señor– .
36 Por eso mi corazón gime
con voz de flauta por Moab,
mi corazón gime
con voz de flauta por Quiriat Jeser,
porque han perdido todo lo ahorrado.
37 Todas las cabezas están calvas
y las barbas rapadas,
llevan cortaduras en los brazos
y un sayal a la cintura;
38 en las azoteas y calles de Moab
hay luto unánime,
porque he quebrado a Moab
como cántaro inútil
– oráculo del Señor– .
39 Giman: ¡Ay, Moab!,
deshecha volvió la espalda;
¡qué vergüenza, Moab!,
hecha la burla y el espanto
de todos sus vecinos.
40 Así dice el Señor:
Mírenlo lanzarse como un águila
abriendo las alas sobre Moab:
41 las ciudades han sido conquistadas,
las fortalezas tomadas.
Aquel día se sentirán
los soldados de Moab
como mujer en parto.
42 Moab dejará de ser nación,
porque desafió al Señor.
43 ¡Pánico, fosa y trampa contra ti,
población de Moab!
– oráculo del Señor– :
44 el que se libra del pánico
cae en la fosa,
al que se alza de la fosa
lo atrapa la trampa;
porque hago que le llegue a Moab
el año de rendir cuentas
– oráculo del Señor– .
45 Al amparo de Jesbón se detienen
sin fuerzas los fugitivos:
ha salido un fuego de Jesbón,
una llama de Sijón
que devora las sienes de Moab
y el cráneo de los saonitas.
46 ¡Ay de ti, Moab;
estás perdido, pueblo de Camós!
Tus hijos van deportados,
tus hijas marchan al destierro.
47 Al cabo de los años cambiaré la suerte de Moab – oráculo del Señor– . Fin de la sentencia de Moab.

Patrocinio

 
 

Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Jeremías  48,1-47Contra Moab. Los moabitas habitaban al este del Mar Muerto e incursionaron varias veces en territorio de Judá ocasionando desastres. Contra ellos encontramos fuertes condenas proféticas (Isa_25:10-12; Eze_25:8-11; Amó_2:1-3; Sof_2:8-11). «Kemos» era el dios nacional de los moabitas (cfr. Núm_21:29; 1Re_11:33). Nótese cómo en los conflictos bélicos la victoria o la derrota es siempre de los dioses. Lo primero que hace un pueblo vencido o derrotado es avergonzarse de su dios (13) y asumir que los dioses también pueden ser sometidos y desterrados. A este paso se puede calcular el impacto psicológico, religioso y moral que produjo en los israelitas la caída de Jerusalén, la destrucción y el saqueo de su templo y la deportación a Babilonia. «Marduk», Dios de Babilonia, había resultado más poderoso que el Señor. Ahora podremos entender la difícil misión que tendrán los profetas del exilio y del postexilio para reconducir a Israel a la fe en su Dios. Los «ayes» que encontramos en el versículo 46 pueden entenderse como lamento, compasión o maldición. El acento de este «ay» pronunciado por el Señor es de misericordia y compasión por los moabitas desterrados. También habrá perdón para los enemigos de Israel.