Jeremías  51 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 64 versitos |
1 Así dice el Señor:
Yo movilizo
contra Babilonia y los caldeos
un viento mortífero,
2 despacho contra Babilonia
gente que la lance al viento
que la limpiarán
y vaciarán su territorio;
3 el día de la desgracia la sitiarán;
que no se vaya el arquero
ni se retire el que viste coraza;
no perdonen a sus soldados,
aniquilen su ejército,
4 caigan heridos en tierra caldea,
caigan atravesados en sus calles.
5 Porque Israel y Judá
no son viudas de su Dios,
el Señor Todopoderoso,
mientras que el país caldeo
es deudor del Santo de Israel.
6 Huyan de Babilonia,
sálvese el que pueda,
no perezca por culpa de ella;
porque es la hora
de la venganza del Señor,
cuando le pagará su merecido.
7 Babilonia era en la mano del Señor
una copa de oro
que emborrachaba a toda la tierra,
de su vino bebían las naciones
y se perturbaban.
8 Cayó de repente Babilonia
y se rompió: laméntense por ella.
Traigan bálsamo para sus heridas,
a ver si se sana;
9 hemos tratado a Babilonia
y no se sana, déjenla,
vamos cada uno a nuestra tierra;
su condena llega al cielo,
alcanza a las nubes;
10 el Señor nos ha rehabilitado,
vamos a Sión a contar las hazañas
del Señor, nuestro Dios.
11 Afilen las flechas,
sujeten el escudo,
el Señor incita a los jefes medos,
porque quiere destruir a Babilonia:
es la venganza del Señor,
la venganza de su templo.
12 Alcen la bandera
contra las murallas de Babilonia,
refuercen la guardia,
pongan centinelas,
preparen emboscadas;
porque el Señor ejecuta
lo que pensó y anunció
contra los habitantes de Babilonia.
13 Ciudad opulenta,
que vive entre canales:
te llega el fin, te cortan la trama.
14 El Señor Todopoderoso
lo jura por su vida:
Aunque tu muchedumbre
sea más que la langosta,
sobre ti cantarán victoria.
15 Él hizo la tierra con su poder,
fundó el universo con maestría,
desplegó el cielo con habilidad.
16 Cuando él truena,
retumban las aguas del cielo,
hace subir las nubes
desde el horizonte,
con los rayos desata la lluvia
y saca los vientos de sus silos.
17 El hombre, con su saber,
se embrutece;
el orfebre, con su ídolo, fracasa:
18 son imágenes falsas, sin aliento,
son vanidad y no sirven para nada:
el día de la cuenta perecerán.
19 No es así la porción de Jacob,
sino que lo hizo todo:
Israel es la tribu de su propiedad,
y su Nombre es Señor Todopoderoso.
20 Tú eres mi maza, mi arma de guerra:
machacaré contigo las naciones,
destruiré a los reyes,
21 machacaré contigo caballos y jinetes,
machacaré contigo
carros y conductores,
22 machacaré contigo
hombres y mujeres,
machacaré contigo
ancianos y jóvenes,
machacaré contigo
jóvenes y doncellas,
23 machacaré contigo pastores y rebaños,
machacaré contigo
labradores y yuntas,
machacaré contigo
gobernadores y alcaldes
24 y pagaré a Babilonia
y a todos los caldeos,
en presencia de ustedes,
todo el mal que hicieron a Sión
– oráculo del Señor– .
25 Aquí estoy contra ti,
Monte Exterminio,
que exterminó la tierra entera
– oráculo del Señor– ;
extenderé contra ti mi brazo,
te haré rodar peñas abajo,
te convertiré en Monte Quemado;
26 ya no sacarán de ti piedras
angulares o de cimiento,
porque serás desolación eterna
– oráculo del Señor– .
27 Levanten la bandera en la tierra,
toquen la trompeta
entre las naciones,
convocando a la guerra santa;
recluten contra ella los reinos
de Ararat, Miní y Asquenaz,
nombren contra ella un general,
avancen los caballos
como langostas erizadas;
28 llamen a guerra santa a las naciones,
a los reyes medos,
con sus gobernadores y alcaldes
y toda la tierra de sus dominios.
29 Temblará y se retorcerá
la tierra cuando se cumpla
el plan del Señor contra Babilonia,
cuando deje el territorio babilonio
como un desierto despoblado.
30 Los soldados de Babilonia
dejan de luchar,
se agachan en los fortines,
se acaba su valentía,
se han vuelto mujeres;
han quemado sus edificios
y roto sus cerrojos.
31 Un correo releva a otro,
un mensajero releva a otro,
para anunciar al rey de Babilonia
que su ciudad está
enteramente conquistada,
32 los pasos de los ríos tomados,
las compuertas incendiadas
y los soldados presa del pánico.
33 Así dice el Señor Todopoderoso,
Dios de Israel:
La capital de Babilonia
era un campo en tiempo de trilla:
muy pronto llegará
el tiempo de la cosecha.
34 Nabucodonosor, rey de Babilonia,
me ha comido, me ha devorado,
me ha dejado como un plato vacío,
me ha engullido como un dragón,
se ha llenado la panza
con mis manjares
y me ha vomitado;
35 recaiga sobre Babilonia
mi carne violentada
– dice de la población de Sión– ,
recaiga mi sangre
sobre los caldeos
– dice Jerusalén– .
36 Y así responde el Señor:
Aquí estoy yo para defender tu causa
y ejecutar tu venganza:
secaré su mar,
agotaré sus manantiales,
37 Babilonia se convertirá en escombros,
en guarida de chacales,
objeto de burla y espanto,
vacía de habitantes.
38 Rugen a coro como leones,
gruñen como cachorros de león:
39 haré que sus festines
acaben en fiebre,
los emborracharé
para que celebren una orgía
y duerman un sueño eterno,
sin despertar
– oráculo del Señor– .
40 Los haré bajar al matadero
como corderos o carneros
o chivos.
41 ¡Ay, Babilonia conquistada,
capturado el orgullo del mundo!
¡Ay, Babilonia convertida
en el espanto de las naciones!
42 El mar subió hasta Babilonia
y la inundó
con el tumulto de su oleaje;
43 sus ciudades quedaron desoladas
como tierra seca y árida,
tierra que nadie habita,
que no atraviesa el mortal.
44 Tomaré cuentas a Bel en Babilonia
y le sacaré el bocado de la boca.
Ya no confluirán a él los pueblos,
y hasta las murallas de Babilonia
se desplomarán.
45 ¡Pueblo mío, salgan!
Ponte a salvo
de la ira ardiente del Señor.
46 No se acobarden ni teman
por las noticias que circulan,
cada año una nueva noticia:
Violencia en el país,
señores contra señores.
47 Porque llega un tiempo
en que castigaré
a los ídolos de Babilonia:
el país quedará confuso
y los caídos yacerán en medio de él.
48 Clamarán contra Babilonia
cielo y tierra y lo que hay en ellos
cuando venga sobre ella
desde el norte el destructor
– oráculo del Señor– .
49 También Babilonia ha de caer
por las víctimas de Israel,
como por Babilonia cayeron
víctimas de todo el mundo.
50 Los que evitaron su espada,
caminen sin detenerse,
invocando desde lejos al Señor,
recordando a Jerusalén.
51 Nos avergonzamos
al oír la infamia,
nos cubre la cara la vergüenza,
entraron extranjeros
en el santuario del Señor.
52 Por eso, llegarán días
– oráculo del Señor–
en que castigaré a sus ídolos
y por todo el país
se quejarán los heridos.
53 Aunque Babel se eleve
hasta el cielo
y fortifique en la altura su fortaleza,
yo le enviaré destructores
– oráculo del Señor– .
54 Se oyen los gritos de Babilonia,
grave quebranto de los caldeos,
55 porque el Señor devasta Babilonia,
pone fin a su enorme griterío,
por mucho que rujan
sus olas como un océano
y resuene el estruendo de sus voces.
56 Porque llega a Babilonia
el destructor:
caerán prisioneros sus soldados,
se romperán sus arcos.
Porque el Señor es un Dios
que recompensa
y les dará la paga.
57 Emborracharé a sus nobles
y a sus maestros,
a sus gobernadores y alcaldes
y a sus soldados,
y dormirán un sueño eterno
sin despertarse
– oráculo del Rey que se llama
Señor Todopoderoso– .
58 Así dice el Señor Todopoderoso:
La gruesa muralla de Babilonia
será desmantelada,
sus altas puertas serán incendiadas,
para nada trabajaron los pueblos,
para el fuego se fatigaron las naciones.
59 Encargo del profeta Jeremías a Serayas, hijo de Nerías, hijo de Majsías, cuando fue a Babilonia con Sedecías, rey de Judá, el año cuarto de su reinado – Serayas era jefe de la caravana– .
60 Jeremías había escrito en un rollo todas las desgracias que iban a suceder a Babilonia, todas las palabras citadas acerca de Babilonia.
61 Y Jeremías dijo a Serayas:
– Cuando llegues a Babilonia, busca un sitio y proclama todas estas palabras.
62 Dirás: Señor, tú has amenazado destruir este lugar hasta dejarlo deshabitado, sin hombres ni animales, convertido en perpetua desolación.
63 Y cuando termines de leer el rollo, le atarás una piedra y lo arrojarás al Éufrates,
64 y dirás: Así se hundirá Babilonia y no se levantará, por las desgracias que yo envío contra ella.
Aquí terminan las palabras de Jeremías.

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Introducción a Jeremías 

JEREMÍAS

La época. Sobre la época del ministerio de Jeremías estamos bastante bien informados gracias a los libros de Reyes y Crónicas, algunos documentos extrabíblicos y el mismo libro de Jeremías. Es una época de cambios importantes en la esfera internacional, dramática y trágica para los judíos. Durante la segunda mitad del siglo VII a.C. Asiria declina rápidamente, se desmorona y cede ante el ataque combinado de medos y persas. Josías, rey de Judá (640-609 a.C.), aprovecha la coyuntura para afianzar su reforma, extender sus dominios hacia el norte y atraer a miembros del destrozado reino del norte.
También se aprovecha Egipto para extender sus dominios sobre Siria y contrarrestar el poder creciente de Babilonia. Los dos imperios se enfrentan; el faraón es derrotado y cede la hegemonía a Babilonia. Josías, mezclado en rivalidad, muere en 609 a.C. En Judá comienza el juego de sumisión y rebelión que acabará trágicamente. La rebelión de uno de los reyes, Joaquín (609-598 a.C.) contra el pago del tributo, provoca la primera deportación de gente notable a Babilonia y el nombramiento de un rey sumiso, Sedecías. La rebelión de éste, provoca el asedio, la matanza y la gran deportación (586 a.C.). Judá deja de existir como nación soberana.

El profeta Jeremías. Pocas personalidades del Antiguo Testamento nos resultan tan conocidas y próximas como el profeta Jeremías, nacido en Anatot, pueblo de la tribu de Benjamín, a mediados del siglo VII a.C. A Jeremías lo conocemos a través de los relatos, de las confesiones en las que se desahoga con Dios, por sus irrupciones líricas en la retórica de la predicación. Comparado con el «clásico» Isaías, lo llamaríamos «romántico». Como sus escritos (36,23s), Jeremías es el «profeta quemado».
Su itinerario profético, que comienza con su vocación en 627 a.C., es trágico y conmovedor. Tras una etapa de ilusión y gozo en su ministerio, sucede la resistencia pasiva del pueblo, y activa y creciente de sus rivales, entre los que se encuentran autoridades, profetas y familiares. Su predicación es antipática y sus consignas impopulares. En su actuación, va de fracaso en fracaso; su vocación llega a hacerse intolerable, necesitando la consolación de Dios.
Se siente desgarrado entre la nostalgia de los oráculos de promesa y la presencia de los oráculos de amenaza que Dios le impone; entre la solidaridad a su pueblo, que le empuja a la intercesión, y la Palabra del Señor que le ordena apartarse y no interceder; entre la obediencia a la misión divina y la empatía con su pueblo. Con ojos lúcidos de profeta, contempla el fracaso sistemático de toda su vida y actividad, hasta hacerle exclamar en un arrebato de desesperación: «¡Maldito el día en que nací!... ¿Por qué salí del vientre para pasar trabajos y penas y acabar mis días derrotado?» (20,14-18).
Nuestro profeta es como un anti-Moisés. Se le prohíbe interceder. Tiene que abandonar la tierra y marchar forzado a Egipto, donde seis años después muere asesinado a manos de sus propios compatriotas. De su muerte trágica se salva un libro, y en ese libro pervive la personalidad de Jeremías con un vigor excepcional. Su vida y pasión parece en muchos aspectos una anticipación de la de Cristo.

El libro de Jeremías. Jeremías es un poeta que desarrolla con gran originalidad la tradición de sus predecesores; sobresale su capacidad de crear imágenes y de trascender visiones simples y caseras. El estilo de la poesía se distingue por la riqueza imaginativa y la intensidad emotiva. La prosa narrativa, siguiendo la gran tradición israelita de brevedad, inmediatez e intensidad, es de lo mejor que leemos en el Antiguo Testamento, haciendo de la obra una de las más asequibles para al lector de hoy.
Se suelen repartir los materiales del libro en tres grandes grupos: 1. Oráculos en verso, subdivididos en: oráculos para el pueblo y el rey, confesiones del profeta (10,18-12,6; 15,10-21; 17,14-18; 18, 18-23; 20,7-18), oráculos contra naciones paganas (25 y 46-51). 2. Textos narrativos con palabras del profeta incorporadas. 3. Discursos en prosa elaborados en estilo deuteronomista (7,1-8,3; 11,1-14; 16,1-13; 17,19-27; 18,1-12; 21,1-10; 22,1-5; 25,1-14; 34,8-22; 35,1-19).

Mensaje religioso de Jeremías. Jeremías es un profeta que vive en su propia carne el drama de una fidelidad absoluta a Dios y una absoluta solidaridad con el pueblo rebelde y desertor a quien, fiel a su vocación profética, tiene que anunciar la catástrofe a la que le llevan sus pecados.
Su fidelidad y continuo contacto con Dios, sellados por el sufrimiento, llevará a la conciencia del pueblo la necesidad de un nuevo tipo de relación con el Señor, más íntima y personal, más enraizada en el corazón de las personas que en una alianza jurídica y externa. Esta relación de obediencia es el culto que Dios desea y que deberá manifestarse en juzgar según derecho y en la defensa de la causa del huérfano y del pobre.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Jeremías  51,1-64Contra Babilonia. El tema dominante de este capítulo y del siguiente será la caída de Babilonia, el castigo que recibirá y el retorno de los deportados. Jeremías insistió varias veces que era mejor someterse a Babilonia, pero nunca dio a entender que esa nación perduraría por siempre; todo lo contrario: de su misma predicación se deduce que esa nación también debía recibir su castigo (25,1-14). El libro va a concluir precisamente así, con el anuncio de los males que le sobrevendrán a la poderosa nación del norte.
Podría pensarse que cuando un pueblo o nación está en la cima del poder no habrá quien pueda enfrentarlo; sin embargo, hay tantos casos en la historia de poderosos que también han llegado a ser sometidos.
51,1-64 es la expresión de un sentimiento agradecido de justicia. Desafortunadamente, en los relatos que nos hablan de la caída y ruina de estos imperios no quedan suficientemente registrados los movimientos de resistencia que seguramente protagonizaron los pobres. Nos quedamos con las acciones de los grandes y con el sentimiento final de que todo esto estaba movido exclusivamente por Dios. Ésta era la manera de ver las cosas, y no hay que dudar de que Dios está al final de todo; pero es necesario rescatar también el papel de quienes están en el medio: el campesino, el indígena, el obrero, la mujer, los jóvenes y los niños. Ellos son sujetos y actores de una historia que, aunque no es la oficial, es quizá la más importante, porque es desde ella desde donde se gestan y toman cuerpo las transformaciones históricas más importantes; por algo es éste y no otro el lugar de Dios (cfr. el Magnificat, Luc_1:46-55 y todo el ministerio de Jesús contenido en los evangelios). El verdadero sentido de acción de gracias por la justicia divina será, entonces, porque Él ha estado presente, acompañándonos y caminando a nuestro lado; no porque ha hecho las cosas por los sujetos ya mencionados, sino con ellos. Concluye la predicación contra Babilonia (59) con una nueva acción simbólica realizada -en visión- en la misma tierra de los caldeos.