Lamentaciones  1 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 22 versitos |
1 ¡Qué solitaria está la ciudad populosa!
Se ha quedado viuda la primera de las naciones;
la princesa de las provincias, está sometida a trabajos forzados.
2 Pasa la noche llorando, le corren las lágrimas por las mejillas.
No hay nadie entre sus amigos que la consuele;
todos sus aliados la han traicionado, se han vuelto sus enemigos.
3 Judá marchó al destierro, humillada y esclava;
hoy habita entre gentiles, sin encontrar reposo;
los que la perseguían le dieron alcance y la cercaron.
4 Los caminos de Sión están de luto, porque nadie acude a las fiestas;
sus puertas están en ruinas, gimen sus sacerdotes,
sus doncellas están desoladas, y ella misma llena de amargura.
5 Sus enemigos la han vencido, han triunfado sus adversarios,
porque el Señor la ha castigado por su continua rebeldía;
aun sus niños marcharon al destierro delante del enemigo.
6 La ciudad de Sión ha perdido toda su hermosura;
sus nobles, como ciervos que no encuentran pasto,
caminaban sin fuerzas, empujados por la espalda.
7 Jerusalén recuerda los días tristes y turbulentos,
cuando caía su pueblo en manos enemigas y nadie lo socorría,
y al verla, sus enemigos se reían de su desgracia.
8 Jerusalén ha pecado gravemente y ha quedado manchada;
los que antes la honraban, la desprecian viéndola desnuda,
y ella entre gemidos se vuelve de espaldas.
9 Hasta en sus vestidos aparece su impureza, ella no pensó en el futuro.
¡Qué caída tan terrible!: no hay quien la consuele.
Mira, Señor, mi miseria y el triunfo de mi enemigo.
10 El enemigo ha echado mano a todos sus tesoros;
ella ha visto a los gentiles entrar en el santuario,
aunque tú habías prohibido que entraran en tu asamblea.
11 Todo el pueblo, entre gemidos, anda buscando pan;
ofrecían sus tesoros para comer y recobrar las fuerzas.
Mira, Señor, fíjate cómo estoy humillada.
12 Ustedes, los que pasan por el camino, miren, vean:
¿Hay dolor como mi dolor? ¡Cómo me han maltratado!
El Señor me ha castigado el día del incendio de su ira.
13 Desde el cielo ha lanzado un fuego
que se me ha metido en los huesos;
ha tendido una red a mis pasos y me ha hecho retroceder,
me ha dejado apenada y sufriendo todo el día.
14 El Señor hizo un yugo con mis culpas y lo ató con su mano,
me lo echó al cuello y doblegó mis fuerzas,
me ha entregado en unas manos que no me dejan levantarme.
15 El Señor ha hecho desaparecer a mis capitanes que me defendían;
convocó contra mí una asamblea para destrozar a mis soldados;
el Señor pisó como a uvas en el lagar a la doncella, capital de Judá.
16 Por eso estoy llorando, mis ojos se deshacen en llanto;
no tengo cerca quien me consuele, quien me reanime;
mis hijos están apenados ante la victoria del enemigo.
17 Sión extiende las manos, pero nadie la consuela.
El Señor mandó a los pueblos vecinos que atacaran a Jacob;
Jerusalén quedó en medio de ellos como basura.
18 Pero el Señor es justo, porque me rebelé contra su palabra.
Pueblos todos, escuchen y miren mis heridas:
mis doncellas y mis jóvenes han marchado al destierro.
19 Llamé a mis amantes, pero me han traicionado.
Mis sacerdotes y ancianos murieron en la ciudad,
mientras buscaban alimento para recobrar las fuerzas.
20 Mira, Señor, mis angustias y la amargura de mis entrañas.
El corazón se me revuelve dentro de tanta amargura;
en la calle la espada me deja sin hijos; en casa, reina la muerte.
21 Escuchen cómo gimo, sin nadie que me consuele.
El enemigo se alegró de mi desgracia, que tú mismo ejecutaste;
¡haz que llegue el día anunciado, para que corran la misma suerte que yo!
22 Lleguen a tu presencia sus maldades y trátalos a ellos
como me trataste a mí, por mis rebeliones:
porque se multiplican mis gemidos y desfallece mi corazón.

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Introducción a Lamentaciones 

LAMENTACIONES

Autor y época. El año 586 a.C. sucede lo que parecía imposible: la ciudad inexpugnable y el Templo inviolable desde el que irradiaba la protección de Dios ( Sal_46:6 s; Sal_48:4-9 ; Sal_72:2-4 ) han caído en manos de los enemigos. Jeremías fue el único que vio venir la catástrofe, la anunció y por ello pagó con la cárcel. Ahora, los hechos le han dado la razón. Se trata del segundo asedio, con sus consecuencias de hambre, sed, matanzas, incendios, saqueos, y después, el destierro forzado.
Estos acontecimientos que dan pie a las Lamentaciones se narran en el Segundo libro de los Reyes y en Jeremías 39 y 52, y se transforman en una visión en Ezequiel (Ez 9). «Lamentaciones» o «Trenos de Jeremías» es el título tradicional de estas de cinco elegías o cantos fúnebres por la caída de Jerusalén.
La atribución del escrito a Jeremías -de donde procede nuestro vocablo «jeremiada»- sirve para dar autoridad a la obra, pero no parece probable que sea él el autor. Uno o varios poetas anónimos hacen del suceso el tema de sus canciones. Se diría que han vivido los acontecimientos y que escriben después de la catástrofe. Puede ser que estos cantos se hayan recitado o cantado en celebraciones comunitarias de duelo por la ciudad.

Género literario. La elegía permite gran libertad de desarrollo: puede hablar un cantor y responder el coro de los que asisten; puede tomar la palabra el personaje protagonista, Jerusalén, hablando de sus sentimientos y experiencias. A través del cantor o de Jerusalén podemos escuchar también voces enemigas o de espectadores externos. Cabe la descripción de rasgos sueltos, la transposición imaginativa, los lamentos, las súplicas, las preguntas desconcertadas, la exhortación; todo ello suministra riqueza y variedad de materiales.

Mensaje de las Lamentaciones. Es tiempo de duelo para Israel por la ciudad amada, Jerusalén; por el Templo, bello como novia y como esposa ( Eze_24:21 ). Es también tiempo de quejas por el dolor de los inocentes ( Eze_2:12 ). ¿Queja de quién? ¿Del enemigo que se excede o de Dios que lo dispone o permite? ( Eze_3:37 ). El poeta de la tercera elegía reprime la queja para ahondar en la reflexión ( Eze_3:40 ). El abismo del dolor llama al abismo del pecado con voz de elegía, y el abismo del pecado confesado llama al abismo de la misericordia ( Eze_3:21 s). En estos cantos de dolor alienta la esperanza, brilla un rescoldo viejo que el poeta invoca mesurado ( Eze_5:21 ).
Las Lamentaciones, por la grandeza del dolor ( Eze_2:13 ) y por la intensidad de su expresión, nos conducen hasta ese límite de nuestra experiencia humana en que nos sentimos pequeños frente a la grandeza del sufrimiento, lo inmenso de la crueldad humana y la amenaza del odio en nosotros. Desde lo hondo del llanto levantamos los ojos y el corazón ( Eze_3:41 ) buscando algo más grande que el dolor y el odio: Eze_5:19 ; Eze_3:23 ; Eze_3:32 .

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Lamentaciones  1,1-22Primera lamentación. En esta primera lamentación todo gira en torno al sentimiento de dolor que ha provocado la caída de Jerusalén. Primero es el poeta quien habla en tercera persona (1-11); luego Jerusalén, bajo la forma de una viuda solitaria y despojada, entona su canto de dolor en primera persona (12-22), imagen frecuente en el Antiguo Testamento para hablar de la relación de Dios con su pueblo (Ose_2:4.7).
El autor da a su poema un tono de uniforme y monótono lamento, como quien tiene grabado en su mente no sólo el horror que está contemplado sino también la causa que lo ha provocado: los pecados de la ciudad han desencadenado el castigo de Dios a manos de los enemigos de su pueblo.
Ha llegado «el día del Señor», el anunciado «día del incendio de su ira» contra los pecados del pueblo, pero también de exterminio contra las naciones, expresión que cristalizará posteriormente en el día del juicio final (cfr. Amó_5:18; Joe_3:4).