Ezequiel  13 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

Falsos profetas y profetisas
Dt 18,9-22; Jr 23,9-32; Miq 2,6-7; 3,5-8

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, profetiza contra los profetas de Israel, profetiza diciéndoles: Escuchen la Palabra del Señor.
3 Esto dice el Señor:
¡Ay de los profetas insensatos
que se inventan profecías,
cosas que nunca vieron,
siguiendo su inspiración!
4 Como chacales entre ruinas
son tus profetas, Israel.
5 No han defendido
los boquetes de la muralla
ni levantaron un muro
en torno a la casa de Israel,
para que resistiera en la batalla,
el día del Señor.
6 Visionarios falsos,
adivinos de engaños,
que decían: oráculo del Señor,
cuando el Señor no los enviaba,
esperando
que cumpliera su palabra.
7 Ustedes han visto
visiones vanas
y han pronunciado
oráculos falsos
diciendo: oráculo del Señor,
cuando el Señor no hablaba.
8 Por tanto, esto dice el Señor:
Por haber dicho mentiras
y haber visto engaños,
por eso aquí estoy contra ustedes
– oráculo del Señor– .
9 Extenderé mi mano
contra los profetas
visionarios falsos
y adivinos de engaños;
no tomarán parte
en el consejo de mi pueblo,
ni serán inscritos en el censo
de la casa de Israel,
ni entrarán en la tierra de Israel,
y sabrán que yo soy el Señor.
10 Sí, porque han extraviado
a mi pueblo, anunciando paz
cuando no había paz,
y mientras ellos construían
una pared inconsistente
ustedes la iban recubriendo de cal.
11 Diles a los que recubren de cal:
Vendrá una lluvia torrencial,
caerá granizo,
se desencadenará
un viento huracanado.
12 Cuando la pared se derrumbe, les dirán:
¿Qué pasó con la cal
que pusieron?
13 Por tanto, esto dice el Señor:
Con furia desencadenaré
un viento huracanado,
una lluvia torrencial
mandaré con ira,
y granizo, en el colmo de mi furia.
14 Derribaré la pared
que han recubierto de cal,
la tiraré al suelo,
quedarán al desnudo sus cimientos;
se desplomará y perecerán debajo,
y sabrán que yo soy el Señor.
15 Cuando agote mi cólera
contra la pared y contra
los que la recubrieron de cal,
les dirán: ¿Qué pasó con la pared
y con los que la recubrieron de cal:
16 con los profetas de Israel
que profetizaban para Jerusalén,
que tenían para ella visiones de paz,
cuando no había paz?
– oráculo del Señor– .
17 Tú, Hijo de hombre, enfréntate con las mujeres de tu pueblo, metidas a profetisas por su cuenta, y profetiza contra ellas
18 diciéndoles:
Esto dice el Señor:
¡Ay de las que cosen
lazos mágicos en las muñecas
y hacen velos
de todos los tamaños
para cazar a la gente!
Cazan a mi propio pueblo,
para enriquecerse ustedes.
19 Me profanan ante mi pueblo
por un puñado de cebada
y un mendrugo de pan,
destinando a la muerte
al que no tenía que morir,
y a la vida
al que no tenía que vivir;
engañan de este modo
a mi pueblo,
que hace caso de sus mentiras.
20 Por tanto, esto dice el Señor:
Aquí estoy yo contra los lazos
con que cazan a la gente al vuelo;
se los arrancaré de los brazos
a la gente que ustedes cazan,
y los soltaré para que vuelen.
21 Rasgaré sus velos
y libraré a mi pueblo
de sus manos;
no volverán a ser presa
de sus manos,
y sabrán que yo soy el Señor.
22 Porque han afligido
con engaños al justo,
sin que yo lo afligiera,
porque han dado apoyo
al malvado,
para que no se convirtiera
de su mala conducta
y pudiera conservar la vida;
23 por tanto, no volverán
a ver falsedades
ni a vaticinar engaños,
libraré a mi pueblo
de sus manos,
y sabrán que yo soy el Señor.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  13,1-23Falsos profetas y profetisas. Este capítulo está dirigido contra los falsos profetas, con la particularidad de que hace distinción entre profetas (1-16) y profetisas (17-23). Se acusa a ambos de embusteros, y la acusación contra las profetisas nos dejar entrever las prácticas de encantamiento y quizá de seducción que empleaban. El verdadero profeta no puede maquillar la realidad, aunque su mensaje no sea comprendido, aunque no sea escuchado (3,5.7); el profeta no puede distorsionar a su antojo la Palabra del Señor.