Ezequiel  16 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 63 versitos |
1

Una historia de amor
20; 23; Os 2

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre,
denuncia a Jerusalén
sus prácticas idolátricas,
3 diciendo: ¡Esto dice el Señor: Jerusalén,
eres cananea de casta y de cuna:
tu padre era amorreo
y tu madre era hitita!
4 Fue así tu alumbramiento:
el día en que naciste
no te cortaron el ombligo,
no te bañaron ni frotaron con sal,
ni te envolvieron en pañales.
5 Nadie se apiadó de ti
haciéndote alguna de estas cosas,
por compasión,
sino que te arrojaron a campo abierto,
asqueados de ti, el día que naciste.
6 Pasando yo a tu lado, te vi
pataleando en tu propia sangre,
y te dije mientras yacías en tu sangre:
Sigue viviendo y crece
como brote campestre.
7 Creciste y te desarrollaste,
llegaste a la flor de tu juventud;
tus senos se afirmaron
y el vello te brotó,
pero estabas desnuda y en cueros.
8 Pasando de nuevo a tu lado,
te vi en la edad del amor;
extendí sobre ti mi manto
para cubrir tu desnudez;
me comprometí con juramento,
hice alianza contigo
– oráculo del Señor– y fuiste mía.
9 Te bañé, te limpié la sangre
y te ungí con aceite.
10 Te vestí de bordado,
te calcé zapatos de cuero fino;
te ceñí de lino, te revestí de seda.
11 Te engalané con joyas:
te puse pulseras en los brazos
y un collar al cuello.
12 Te puse un anillo en la nariz,
pendientes en las orejas
y diadema de lujo en la cabeza.
13 Lucías joyas de oro y plata
y vestidos de lino, seda y bordado;
comías de la mejor harina,
miel y aceite;
estabas hermosa
y prosperaste más que una reina.
14 Se difundió entre los pueblos
la fama de tu belleza,
que era perfecta
por el encanto con que te adorné.
– oráculo del Señor– .
15 Te sentiste segura de tu belleza
y, amparada en tu fama,
fornicaste y te prostituiste
con el primero que pasaba.
16 Tomaste tus vestidos
y sobre ellos fornicabas,
y te hiciste velos de colores.
17 Tomaste tus alhajas,
el oro y la plata que yo te regalé,
y te hiciste estatuas de varones
con las que fornicabas.
18 Tomaste tus vestidos bordados
y las revestiste con ellos,
y les ofrecías mi perfume
y mi incienso.
19 El alimento que yo te daba
– la mejor harina, miel
y aceite te daba de comer–
también se lo ofreciste
como ofrenda de aroma que aplaca
– oráculo del Señor– .
20 Tomaste a tus hijos y a tus hijas,
los que diste a luz para mí,
y se los inmolaste para que comieran.
No bastándote tus fornicaciones,
21 degollaste a mis hijos
pasándolos por el fuego en su honor.
22 Con tus abominables fornicaciones,
no te acordaste de tu niñez,
cuando estabas desnuda y en cueros
pataleando en tu propia sangre.
23 Y encima de tanta maldad,
¡ay de ti, ay de ti! – oráculo del Señor–
24 te edificabas prostíbulos
y te levantabas puestos
en todas las calles.
25 En las encrucijadas
instalabas tus puestos
y envilecías tu hermosura;
abriéndote de piernas
al primero que pasaba,
continuamente te prostituías.
26 Fornicaste con los egipcios,
tus vecinos, de grandes miembros,
y a fuerza de prostituirte,
me encolerizaste.
27 Entonces extendí mi brazo contra ti,
te reduje la ración,
te entregué a la avidez de tus rivales,
las hijas de los filisteos,
que se sonrojaban
de tu conducta infame.
28 Fornicaste con los asirios sin saciarte,
volvías a fornicar con ellos
y todavía no te saciabas.
29 Sin cesar fornicaste en Caldea,
tierra de mercaderes,
y ni con eso te saciaste.
30 ¡Cómo me enfurecí contra ti
– oráculo del Señor–
cuando hacías todo eso,
lo que hace una ramera empedernida!
31 Cuando instalabas tus prostíbulos
en las encrucijadas
y levantabas tus puestos
en todas las calles,
no cobrabas el precio
como hacen las prostitutas.
32 ¡Oh hembra adúltera,
que teniendo marido
recibe a extraños!
33 A las prostitutas les hacen regalos;
tú, en cambio,
diste tu regalo de boda a tus amantes;
los sobornabas para que acudieran
de todas partes a fornicar contigo.
34 Tú hacías lo contrario
que las otras hembras:
a ti nadie te solicitaba,
eras tú la que pagabas
y a ti no te pagaban,
y obrabas al revés.
35 Por eso, prostituta,
escucha la Palabra del Señor.
36 Esto dice el Señor:
Por haber prodigado tus encantos
y desnudado tus vergüenzas,
prostituyéndote con tus amantes,
con tus abominables ídolos,
por haberles ofrecido
la sangre de tus hijos;
37 por eso aquí me tienes:
voy a reunir a todos tus amantes
a los que complaciste,
a todos los que amabas
y a los que aborrecías.
Los reuniré de todas partes contra ti,
te dejaré desnuda delante de ellos,
para que miren tus vergüenzas.
38 Te aplicaré las penas de las adúlteras
y de las homicidas,
descargando sobre ti
mi furor y mi rabia.
39 Te entregaré en sus manos:
derribarán tus prostíbulos,
demolerán tus puestos;
te quitarán los vestidos,
te arrebatarán las alhajas,
dejándote desnuda y en cueros.
40 Traerán un tropel contra ti
que te apedreará
y te descuartizará a cuchilladas.
41 Prenderán fuego a tus casas
y ejecutarán en ti la sentencia
en presencia de muchas mujeres;
42 Aplacaré mi ira contra ti
y apartaré de ti mi cólera;
me serenaré
y no volveré a irritarme.
43 Por no haberte acordado
de tu juventud,
por haberme provocado
con todas estas cosas,
también yo te pagaré
según tu conducta
– oráculo del Señor– .
¿No has añadido la infamia
a todas sus prácticas idolátricas?
44 Mira, todos se burlan
diciéndote el refrán:
De tal madre, tal hija.
45 Hija eres de tu madre,
que aborreció marido e hijos;
hermana eres de tus hermanas,
que aborrecieron maridos e hijos.
La madre de ustedes era hitita
y su padre un amorreo.
46 Tu hermana la mayor
es Samaría con sus poblados,
situada a tu izquierda;
tu hermana la pequeña,
situada a tu derecha,
es Sodoma con sus poblados.
47 No sólo seguiste sus caminos
e imitaste sus prácticas idolátricas,
sino que te pareció poco
y les ganaste en conducta depravada.
48 ¡Juro por mi vida!
– oráculo del Señor–
que Sodoma, tu hermana,
y sus poblados
no han obrado
como han obrado tú y tus poblados.
49 Mira, ése fue el delito de Sodoma,
tu hermana: soberbia,
hartura de pan y bienestar apacible
tuvieron ella y sus poblados,
pero no dio una mano
al desgraciado y al pobre.
50 Se engrieron frente a mí,
cometieron prácticas idolátricas,
y las quité de en medio
en cuanto lo vi.
51 Y Samaría no pecó ni la mitad que tú;
tú has cometido
más prácticas idolátricas
que ellas, y con las prácticas
idolátricas cometidas,
has hecho buenas a tus hermanas.
52 Ahora carga, tú también,
con tu vergüenza,
porque con tus pecados
dejaste en buen lugar
a tus hermanas;
te envileciste más que ellas,
ellas son inocentes a tu lado.
Sonrójate también
y carga con tu vergüenza,
porque has hecho
buenas a tus hermanas.
53 Cambiaré su suerte,
la suerte de Sodoma y sus poblados,
la suerte de Samaría y sus poblados
– también cambiaré tu suerte
junto con la de ellas– ,
54 para que cargues con tu vergüenza
y te avergüences de cuanto hiciste
sirviéndoles a ellas de consuelo.
55 Y tu hermana Sodoma y sus poblados
volverán a su estado antiguo:
Samaría y sus poblados
volverán a su estado antiguo
también tú y tus poblados
volverán a su estado antiguo.
56 ¿No te burlabas de Sodoma,
tu hermana, difamándola
en tu época de orgullo,
57 antes de descubrirse tus vergüenzas?
¡Ahora eres la vergüenza
de las edomitas
y de sus vecinas las filisteas,
que te insultan por todas partes!
58 Ahora cargas con tu infamia
y tus prácticas idolátricas
– oráculo del Señor– .
59 Porque así dice el Señor:
Actuaré contigo
conforme a tus acciones,
pues menospreciaste el juramento
y quebrantaste la alianza.
60 Pero yo me acordaré de la alianza
que hice contigo cuando eras joven
y haré contigo una alianza eterna.
61 Tú te acordarás de tu conducta
y te sonrojarás,
al recibir a tus hermanas,
las mayores y las más pequeñas;
pues yo te las daré como hijas,
pero no en virtud de tu alianza.
62 Yo mismo haré alianza contigo
y sabrás que yo soy el Señor,
63 para que te acuerdes y te sonrojes
y no vuelvas
a abrir la boca de vergüenza,
cuando yo te perdone
todo lo que hiciste
– oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  16,1-63Una historia de amor. Mediante diversas imágenes, el profeta recuerda a su pueblo las relaciones amorosas que Dios ha tenido con ellos. Aquí sigue las huellas de Oseas y de Jeremías, cuando comparan las relaciones entre Dios y su pueblo con un matrimonio por amor. Oseas había impuesto esa visión en dos hermosos poemas (Os 2 y 14). Ezequiel convierte aquí el poema en una historia constantemente entrecortada por la explicación de los diversos detalles. A uno pueden gustarle o no la insistencia, las repeticiones, los detalles crudos; pero forma parte de las Escrituras y es una figura que se podría aplicar a la historia posterior del pueblo cristiano.