Ezequiel  19 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 14 versitos |
1

La leona y los cachorros

Tú entona esta lamentación
por los príncipes de Israel:
2 ¡Qué leona tu madre
en medio de leones!
Tumbada entre leoncillos
amamantaba a sus cachorros.
3 Crió a uno de sus cachorros,
que se hizo león joven
y aprendió a desgarrar la presa,
devorando hombres.
4 Juntaron gente contra él,
lo atraparon en la fosa,
y con argollas se lo llevaron
a la tierra de Egipto.
5 Y viendo desvanecida
y burlada su esperanza,
tomó otro de sus cachorros
y lo hizo león joven.
6 Se paseaba entre los leones
hecho ya un león joven;
7 hacía estragos en los palacios
y arrasaba las ciudades;
tenía el país y sus moradores
espantados con sus rugidos.
8 Cargaron contra él los pueblos
de las comarcas vecinas;
tendieron sus redes sobre él
y lo atraparon en la fosa.
9 Con cadenas y con argollas
lo llevaron al rey de Babilonia;
enjaulado se lo llevaron
para que no volviera
a oírse su rugido
en las montañas de Israel.
10

La vid arrancada
Is 27,2-5.11; Ez 17,6-10

Tu madre es como vid sarmentosa
plantada al pie del agua:
produjo sombra y fruto
por la abundancia de agua.
11 Echó ramas vigorosas
para cetros reales;
se elevó su estatura
hasta tocar las nubes;
destacaba por su altura;
por su abundancia de sarmientos.
12 Pero la arrancaron con rabia
y la tiraron por tierra,
y el viento del este secó su fruto;
se desgajó y se secó
y el fuego devoró su rama vigorosa.
13 Ahora está plantada en el desierto,
en terreno reseco y sediento.
14 Brotó fuego de una rama
y devoró sus retoños y sus frutos.
No queda en ella ramas fuertes,
cetro para gobernar.
Es un canto fúnebre:
se canta como lamentación.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  19,1-14La leona y los cachorros - La vid arrancada. Esta lamentación evoca dos imágenes del reino de Judá hasta la llegada de Nabucodonosor, rey de Babilonia: la primera es la imagen de la leona y sus dos cachorros, que algunos interpretan como Joacaz y Sedecías; la otra imagen es la de la vid, próspera en otro tiempo, pero árida ahora y pronta para ser devorada por el fuego.