Ezequiel  20 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 49 versitos |
1

Historia de una rebeldía
16; 23

El año séptimo, el día décimo del quinto mes, vinieron algunos ancianos de Israel a consultar al Señor y se sentaron frente a mí.
2 Entonces me dirigió la palabra el Señor:
3 – Hijo de hombre, habla así a los ancianos de Israel: Esto dice el Señor: ¿Vienen a consultarme? ¡Por mi vida! Juro que no me dejaré consultar por ustedes – oráculo del Señor– .
4 ¡Júzgalos tú, júzgalos tú, Hijo de hombre! Dales a conocer las prácticas idolátricas de sus padres,
5 diciéndoles: Esto dice el Señor:
Cuando elegí a Israel,
juré con la mano en alto
a la descendencia de la casa de Jacob;
cuando me manifesté a ellos
en Egipto les dije con la mano en alto:
Yo soy el Señor, su Dios.
6 Aquel día les juré con la mano en alto
sacarlos de Egipto
y llevarlos a una tierra
que yo mismo les había explorado:
manaba leche y miel,
era la perla de las naciones.
7 Y les dije:
Arrojen sus detestables dioses
que atraen sus miradas
y no se contaminen
con los ídolos de Egipto.
Yo soy el Señor, su Dios.
8 Pero se rebelaron contra mí
y no quisieron obedecerme;
ninguno arrojó los detestables dioses
que atraían sus miradas
ni se deshizo de los ídolos de Egipto.
Entonces pensé derramar
mi cólera sobre ellos
para agotar en ellos mi ira
en territorio egipcio.
9 Pero actué por respeto a mi Nombre,
para que no fuera profanado
ante los paganos con los que vivían,
y en cuya presencia
me manifesté a ellos
para sacarlos de Egipto.
10 Los saqué de Egipto
y los llevé al desierto.
11 Les di mis preceptos
y les enseñé mis mandamientos,
que dan la vida al que los cumple.
12 Les di también mis sábados
como señal recíproca,
para que se supiera
que yo soy el Señor
que los santifico.
13 Pero se rebeló contra mí
la casa de Israel en el desierto:
no caminaron según mis preceptos,
rechazaron mis mandamientos,
que dan la vida al que los cumple,
y profanaron gravemente
mis sábados.
Entonces pensé derramar
mi cólera sobre ellos,
en el desierto, para exterminarlos.
14 Pero actué por respeto a mi Nombre,
para que no fuera profanado
ante los paganos,
en cuya presencia los había sacado.
15 No obstante, juré en el desierto,
con la mano en alto,
no llevarlos a la tierra
que les había asignado,
que manaba leche y miel
y era la perla de las naciones,
16 por haber rechazado
mis mandamientos,
por no haber caminado
según mis preceptos,
por haber profanado mis sábados,
porque se les iba el corazón
tras sus ídolos.
17 Pero compadecido de ellos,
no los aniquilé
ni acabé con ellos en el desierto.
18 A sus hijos les dije en el desierto:
No caminen según los preceptos
de sus padres,
ni guarden sus mandamientos,
ni se contaminen con sus ídolos.
19 Yo soy el Señor, su Dios:
caminen según mis preceptos,
guarden mis mandamientos
y cúmplanlos;
20 santifiquen mis sábados:
serán señal recíproca
para que se sepa
que soy el Señor, su Dios.
21 Pero sus hijos se rebelaron contra mí:
no caminaron según mis preceptos,
ni guardaron ni cumplieron
mis mandamientos,
que dan la vida al que los cumple,
y profanaron mis sábados.
Entonces pensé derramar
mi cólera sobre ellos
para agotar en ellos
mi ira en el desierto.
22 Pero retraje mi mano
y actué por respeto a mi Nombre
para que no fuera profanado
ante los paganos,
en cuya presencia los había sacado.
23 Con todo, juré en el desierto,
con la mano en alto,
dispersarlos por las naciones
y esparcirlos por los países,
24 por no haber cumplido
mis mandamientos,
por haber rechazado mis preceptos
y haber profanado mis sábados,
por haberse entregado
a los ídolos de sus padres.
25 ¿Acaso les di yo
preceptos no buenos,
mandamientos
que no les darían la vida?
26 ¿Los contaminé
con las ofrendas que hacían
sacrificando en el fuego
a sus hijos primogénitos?
¿Los horroricé para que así
supieran que yo soy el Señor?
27 Por tanto, Hijo de hombre,
habla así a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
Sus padres
encima me ofendieron
cometiendo esta traición:
28 Cuando los introduje en la tierra
que con la mano en alto
había jurado darles,
al ver una colina alta,
al ver un árbol frondoso,
allí hacían sus sacrificios,
allí depositaban su irritante ofrenda,
allí ponían sus oblaciones
de aroma que aplaca,
allí vertían sus libaciones.
29 Entonces les pregunté:
¿Qué hay en ese lugar alto
que frecuentan?
Y se quedó con el nombre
de lugar alto
hasta el día de hoy.
30 Por tanto, dile a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
Se contaminan
igual que sus padres,
se prostituyen con sus ídolos,
31 ofrecen a sus hijos
pasándolos por el fuego,
se siguen contaminando
con sus ídolos,
¿y voy a dejarme consultar
por ustedes, casa de Israel?
¡Por mi vida! – oráculo del Señor– ,
juro que no me dejaré consultar.
32 Jamás se realizarán los planes
que están pensando:
Seremos como los demás pueblos,
como las razas de otros países,
que adoran al leño y a la piedra.
33 ¡Por mi vida!
– oráculo del Señor– ,
juro que con mano poderosa,
con brazo extendido,
con cólera incontenible,
reinaré sobre ustedes
34 y los sacaré de los países
y los reuniré de entre las naciones
por las que están dispersos,
con mano poderosa,
con brazo extendido,
con cólera incontenible.
35 Y los llevaré
al desierto de los pueblos
para pleitear allí
con ustedes cara a cara.
36 Igual que pleiteé
con sus padres
en el desierto de Egipto,
así pleitearé con ustedes
– oráculo del Señor– .
37 Los haré pasar bajo el cayado
y los haré entrar uno a uno
por el aro de la alianza,
38 y excluiré a los rebeldes
que se sublevan contra mí;
los sacaré del país de su destierro,
pero no entrarán
en la tierra de Israel.
Y sabrán que yo soy el Señor.
39 A ustedes, casa de Israel,
esto les dice el Señor:
Cada uno que vaya
a servir a sus ídolos
si no quiere obedecerme,
pero que no siga profanando
mi santo Nombre
con sus ofrendas idolátricas.
40 Porque en mi santo monte,
en el más alto monte de Israel
– oráculo del Señor– ,
allí en la tierra, me servirá
la casa de Israel toda entera.
Allí los aceptaré,
allí les pediré sus tributos,
sus primicias
y sus dones sagrados.
41 Como aroma que aplaca
los aceptaré
cuando los saque de los países
y los reúna de entre las naciones
en las que están dispersos
y muestre en ustedes mi santidad
a la vista de los paganos.
42 Y sabrán que yo soy el Señor
cuando los lleve a la tierra de Israel,
al país que con la mano en alto
juré dar a sus padres.
43 Allí, cuando se acuerden
de su conducta
y de las malas obras
con que se contaminaron
sentirán asco de ustedes mismos
por las maldades que cometieron.
44 Y sabrán que yo soy el Señor
cuando los trate
como exige mi Nombre,
no según su mala conducta
y sus obras perversas,
casa de Israel – oráculo del Señor– .
45

El bosque en llamas

Me dirigió la palabra el Señor:
46 – Hijo de hombre, ponte mirando al sur, vaticina al mediodía, profetiza así al bosque austral:
47 ¡Bosque austral, escucha la Palabra del Señor! Esto dice el Señor:
Voy a prenderte un fuego que devore
tus árboles verdes, tus árboles secos.
No se apagará la ardiente llamarada
que abrasará todos los terrenos,
desde el sur hasta el norte.
48 Y verá todo mortal
que yo, el Señor, lo encendí,
y no se apagará.
49 Yo entonces repliqué:
–¡Ay, Señor! Van diciendo de mí:
Es un charlatán.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  20,1-44Historia de una rebeldía. Para Ezequiel, la historia de su pueblo se ha desarrollado en una constante tensión entre alianza-rebeldía, fidelidad-infidelidad, pecado-castigo. En cada una de las etapas, desde su nacimiento hasta la época del profeta, Israel se mostró siempre rebelde al plan divino: cuando estaba en Egipto (5-9); en el desierto (10-17); y en la tierra prometida (30-38). Sin embargo, al final Israel reconocerá sus pecados, el Señor lo reunificará y lo hará volver a la tierra prometida (39-44) por el honor del Nombre del Señor. En cada etapa, el Señor pensó acabar con todos; si no lo hizo fue para no profanar su propio Nombre (9.14.22).