Ezequiel  22 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

La ciudad sanguinaria
Is 3,1-15; Sal 55,10-12

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Y tú, Hijo de hombre, juzga,
juzga a la ciudad sanguinaria,
denúnciale
todas sus prácticas idolátricas,
3 diciendo: Esto dice el Señor:
¡Ciudad que se encamina
a su destrucción,
derramando sangre dentro de sí,
y que se ha contaminado
fabricándose ídolos!
4 La sangre
que derramaste te condena,
te han contaminado
los ídolos que fabricaste.
Has precipitado tu hora
y has llegado al fin de tu existencia.
Por eso te hago
objeto de insulto de los pueblos
y burla de todas las naciones.
5 Las vecinas y las remotas
se burlan de ti,
famosa por tu impureza,
grande por tu anarquía.
6 Mira, los príncipes de Israel
solo ocupados en derramar sangre.
7 En ti despojan al padre y a la madre,
en ti atropellan al forastero,
en ti explotan al huérfano
y a la viuda.
8 Menosprecias mis cosas santas,
y profanas mis sábados.
9 En ti hay hombres que calumnian
para derramar sangre:
en ti van a comer a los montes
banquetes idolátricos,
en ti se cometen infamias.
10 En ti hay quien peca
con su madrastra,
en ti quien violenta
a la mujer en su regla.
11 En ti unos cometen
prácticas idolátricas
con la mujer del prójimo;
otros abusan
infamemente de su nuera,
otros violentan a su hermana,
hija de su mismo padre.
12 En ti se practica el soborno
para derramar sangre;
cobras interés usurario,
te enriqueces a costa del prójimo
y a mí me tienes olvidado
– oráculo del Señor– .
13 Pero yo estoy golpeando las palmas
al ver los negocios que haces
y la sangre que hay en ti.
14 ¿Seguirá tu corazón inconmovible
y firmes tus manos
cuando yo actúe contra ti?
Yo, el Señor, lo digo y lo hago.
15 Te dispersaré por las naciones
y te esparciré por los países,
y así te limpiaré de toda mancha.
16 En ti quedaré profanado
a la vista de los paganos,
y sabrás que yo soy el Señor.
17 Me dirigió la palabra el Señor:
18 – Hijo de hombre, la casa de Israel
se me ha convertido en resto inútil:
todos ellos sean plata,
cobre y estaño,
hierro y plomo dentro del horno;
se han convertido en resto inútil.
19 Por tanto, esto dice el Señor:
Por haberse convertido
todos en resto inútil,
por eso voy a reunirlos
dentro de Jerusalén.
20 Igual que se reúne plata y cobre,
hierro, plomo y estaño
dentro del horno,
y se aviva el fuego
para que se funda todo,
de la misma manera los reuniré;
en mi ira y en mi cólera
los meteré y los fundiré.
21 Los juntaré
y alimentaré contra ustedes
el fuego de mi furia,
que los fundirá en ella.
22 Allí se fundirán
igual que se funde la plata
dentro del horno.
Y sabrán que yo, el Señor,
he derramado mi cólera
sobre ustedes.
23 Me dirigió la palabra el Señor:
24 – Hijo de hombre, dile a Jerusalén:
Eres tierra no limpiada ni llovida,
en el día de mi furor.
25 Sus príncipes dentro de ella
eran león que ruge
al desgarrar la presa;
devoraban a la gente,
arrebataban riquezas
y objetos preciosos,
multiplicaban dentro de ella
el número de viudas.
26 Sus sacerdotes violaban mi ley
y profanaban mis cosas santas;
no separaban
lo sagrado y lo profano
ni declaraban
lo que es puro o es impuro.
Ante mis sábados cerraban los ojos,
y así fui profanado
en medio de ellos.
27 Sus nobles dentro de ella eran lobos
que desgarraban la presa,
derramando sangre
y eliminando gente
para enriquecerse.
28 Sus profetas eran
como los que cubren con cal
que les ofrecían visiones falsas
y les vaticinaban embustes,
diciendo: Esto dice el Señor,
cuando el Señor no hablaba.
29 Los terratenientes cometían
atropellos y robos,
explotaban al desgraciado
y al pobre
y atropellaban injustamente
al emigrante.
30 Busqué entre ellos uno
que levantara una cerca,
que por amor a la tierra
aguantara en la brecha frente a mí,
para que yo no la destruyera;
pero no lo encontré.
31 Entonces derramé
mi furor sobre ellos,
los consumí en el fuego de mi furia;
di a cada uno su merecido
– oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  22,1-31La ciudad sanguinaria. El desenlace de la inminente destrucción está cada vez más próxima. El profeta subraya con mayor detalle la lista de pecados de Israel. Dos son los pecados que dan origen a todos los demás: la idolatría y el derramamiento de sangre, término que encierra la injusticia, la violencia y los asesinatos. Estos delitos y pecados son obra de todos y cada uno de los habitantes de Judá y de Jerusalén. Nótese cómo se mencionan todos los estratos sociales: los príncipes (25), los sacerdotes (26), los nobles (27), los profetas (28), los terratenientes (29) y el pueblo en general (30). Por ello, el Señor procederá con todo su furor (31).