Ezequiel  24 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
1

La olla al fuego
11,1-12; 22

El año noveno, el día décimo del décimo mes, me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, apunta la fecha de hoy, de hoy mismo. El rey de Babilonia hoy mismo ha atacado a Jerusalén.
3 Cuenta una parábola a este pueblo rebelde, diciéndoles: Esto dice el Señor:
Prepara la olla, prepárala,
echa en ella agua;
4 echa en ella trozos de carne,
los mejores trozos,
la pata y el costillar;
llénala de huesos escogidos.
5 Aparta lo mejor del rebaño;
luego apila debajo la leña,
cuece los trozos en la olla
y hierve los huesos.
6 Vacíala pedazo a pedazo,
sin echarlas a suerte.
Por tanto, así dice el Señor:
¡Ay ciudad asesina,
olla herrumbrada
que no se desherrumbra!
7 Porque la sangre
que en la ciudad se derramó
la echó sobre la roca desnuda,
no la derramó en la tierra
para que el polvo la cubriera.
8 Para encolerizarme, para vengarme
he puesto sobre la roca desnuda,
la sangre que derramó:
así no será cubierta.
9 Por tanto, así dice el Señor:
¡Ay, ciudad asesina!
Yo mismo agrando la hoguera,
10 arrimo más leña,
enciendo el fuego,
consumo la carne, saco el caldo
y los huesos se queman.
11 Coloco la olla vacía sobre las brasas
para que el cobre se recaliente,
se ponga al rojo
y se le derrita la suciedad,
se le consuma la herrumbre.
12 Pero, por más que uno se esfuerce,
ni al fuego se le desprende
su mucha herrumbre.
13 Por tu infame inmundicia,
porque intenté limpiarte
y no quedaste limpia
de tu inmundicia,
no volverás a ser limpiada
hasta que descargue en ti mi cólera.
14 Yo, el Señor, lo digo,
lo realizo y sucede,
no lo paso por alto,
ni me apiado, ni me arrepiento.
Según tu conducta
y tus malas obras
te juzgaré – oráculo del Señor– .
15

Muerte de la esposa
Jr 16,1-9

Me dirigió la palabra el Señor:
16 – Hijo de hombre,
voy a arrebatarte repentinamente
el encanto de tus ojos;
no llores ni hagas duelo
ni derrames lágrimas;
17 laméntate en silencio
como un muerto, sin hacer duelo;
colócate el turbante
y cálzate las sandalias;
no te cubras la cara
ni comas el pan del duelo.
18 Por la mañana
yo hablaba a la gente,
por la tarde se murió mi mujer
y a la mañana siguiente hice
lo que se me había mandado.
19 Entonces me dijo la gente:
¿quieres explicarnos
qué nos anuncia
lo que estás haciendo?
20 Les respondí:
Me dirigió la palabra el Señor:
21 Dile a la casa de Israel:
Esto dice el Señor:
Mira, voy a profanar mi santuario,
del que están tan orgullosos,
el encanto de sus ojos,
el tesoro de sus almas.
Los hijos e hijas que dejaron
caerán a espada.
22 Entonces harán lo que yo he hecho:
no se cubrirán la cara
ni comerán el pan del duelo;
23 seguirán
con el turbante en la cabeza
y las sandalias en los pies,
no llorarán ni harán duelo;
se consumirán por su culpa
y se lamentarán unos con otros.
24

El profeta mudo
3,26s; 33,21s

Ezequiel les servirá de señal:
harán lo mismo que él ha hecho.
Y cuando suceda
sabrán que yo soy el Señor.
25 Y tú, Hijo de hombre,
el día que yo les arrebate su refugio,
su espléndida alegría,
el encanto de sus ojos,
el ansia de sus almas,
26 ese día se te presentará un fugitivo
para comunicarte una noticia.
27 Ese día se te abrirá la boca
y podrás hablar
en presencia del fugitivo,
y no volverás a quedar mudo.
Les servirás de señal
y sabrán que yo soy el Señor.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  24,1-27La olla al fuego - Muerte de la esposa - El profeta mudo. Las cosas en Judá están cada día peor. La ciudad ha comenzado a ser sitiada y es probable que esta vez no escape a la destrucción. Ezequiel describe con dos nuevas acciones simbólicas el desenlace de la situación. La primera acción simbólica (1-14) ilustra el castigo por los excesos de corrupción y maldad que hay dentro de la ciudad. La siguiente acción describe el impacto sicológico y moral que produjo en los israelitas la destrucción de la ciudad y del templo (15-27).