Ezequiel  26 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Contra Tiro I
Am 1,9-12

El año undécimo, el día primero del mes, me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre,
por haber dicho Tiro de Jerusalén:
¡Ya está rota
la puerta de los pueblos!
Ha caído en mi poder;
en ella alimentaré mi espada;
3 por eso dice el Señor:
Aquí estoy, Tiro, contra ti;
levanto contra ti
naciones numerosas
igual que el mar levanta su oleaje.
4 Demolerán las murallas de Tiro,
derribarán sus torres;
barreré hasta el polvo de ella
convirtiéndola en roca pelada.
5 Será tendedero de redes
en medio del mar,
porque he hablado yo
– oráculo del Señor– .
Serán botín de las naciones,
6 y sus poblados del campo
serán pasados a cuchillo,
y sabrán que yo soy el Señor.
7 Porque esto dice el Señor:
Yo traigo contra Tiro desde el norte
a Nabucodonosor,
rey de Babilonia, rey de reyes,
con caballos y carros y jinetes
y un ejército de tropa numerosa.
8 Pasará por la espada
a tus poblados del campo.
Armará contra ti torres de asalto,
contra ti elevará terraplenes,
contra ti avanzará con sus escudos.
9 Con duros troncos
golpeará tus murallas
y demolerá a hachazos tus torres.
10 Te envolverá la polvareda
de sus escuadrones de caballos.
El estrépito de las caballerías
y el rodar de los carros
hará que tiemblen tus murallas
cuando entre por tus puertas
como se entra en una ciudad
toma da por asalto.
11 Con los cascos de sus caballos
irá pisoteando tus calles.
Pasará por la espada a tus vecinos
y echará por tierra
tus robustos pilares.
12 Harán botín de tus tesoros
y saquearán tus mercancías.
Derribarán tus murallas
y derruirán tus suntuosos edificios.
Arrojarán en medio del mar
tus piedras y tu madera
y tus escombros.
13 Haré cesar
el bullicio de tus canciones
y no se escuchará
el acompañamiento de tus cítaras.
14 Te convertiré en roca pelada,
serás tendedero de redes.
No te reedificarán;
que yo, el Señor, he hablado
– oráculo del Señor– .
15 Esto dice el Señor:
Tiro, al estruendo
de tu derrumbamiento,
con el lamento de tus caídos
y la matanza de tus víctimas
en medio de ti, las islas temblarán.
16 Bajarán de sus tronos
todos los príncipes marinos,
se despojarán de sus mantos
y se quitarán sus ropajes bordados;
se vestirán de terror
y se sentarán en el suelo,
temblarán sin cesar,
espantados de ti.
17 Te entonarán esta lamentación:
¡Cómo ha desaparecido,
desbaratada por el mar,
ciudad famosísima!
Era más fuerte que el mar,
ella y sus jefes;
qué terror infundían
ella y sus jefes;
18 ahora se estremecen las islas
al derrumbarte tú,
y las costas marinas
se horrorizan de tu desenlace.
19 Porque esto dice el Señor:
Cuando yo te convierta
en ciudad arrasada,
igual que las ciudades despobladas;
cuando levante contra ti el océano
y te cubran las aguas caudalosas,
20 te precipitaré
con los que bajan a la fosa,
los pobladores del pasado;
pondré tu domicilio
en el fondo de la tierra,
en las ruinas perpetuas,
con los que bajan a la fosa,
para que no vuelvas a reinar
ni a adornar la tierra de los vivos.
21 Te convertiré en espanto,
dejarás de existir;
te buscarán, pero no te encontrarán
nunca jamás
– oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas