Ezequiel  27 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 36 versitos |
1

Contra Tiro II

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Y tú, Hijo de hombre, entona una lamentación a Tiro.
3 Di: ¡Oh Tiro, princesa de los puertos,
mercado de innumerables
pueblos costeros!,
esto dice el Señor:
Tiro, tú decías:
Soy la belleza acabada.
4 Tu territorio era el corazón del mar,
los que te hicieron
modelaron a la perfección tu belleza;
5 con abetos de Senir
armaron todo tu maderaje;
escogieron un cedro del Líbano
para erigir tu mástil;
6 con robles de Basán
fabricaron tus remos;
tu cubierta es de madera de cedro
de las costas de Chipre,
incrustado de marfil;
7 tus velas, de lino bordado de Egipto,
eran tu estandarte;
tu toldo era de color violeta y rojo
de las costas de Elisa.
8 Príncipes de Sidón y Arvad
eran tus remeros,
sabios de Tiro eran tus timoneles;
9 ancianos y sabios de Biblos
reparaban tus desperfectos;
todas las naves del mar
y sus marineros comerciaban contigo;
10 tenías alistados en tu ejército
guerreros persas, lidios y libios;
escudo y casco colgaban en ti,
te engalanaban con ellos.
11 Los de Arvad y Jelec
estaban en tus murallas,
los de Gamad en tus torres;
en tus murallas colgaron sus escudos,
dando remate a tu belleza.
12 Tarsis comerciaba contigo, por tu opulento comercio: plata, hierro, estaño y plomo te daba a cambio.
13 Grecia, Tubal y Mosoc comerciaban contigo; con esclavos y objetos de bronce te pagaban.
14 Los de Bet-Togarma te daban a cambio caballos de tiro y de carrera y mulos.
15 Los de Rodas comerciaban contigo; muchos pueblos costeros negociaban contigo en colmillos de marfil y madera de ébano.
16 Aram negociaba contigo por la abundancia de tus productos: entregaba piedras preciosas, púrpura, bordados, hilo, corales y rubíes a cambio de tus mercancías.
17 Judá y la tierra de Israel comerciaban contigo; con trigo de Menit, rosquillas, miel, aceite y bálsamo te pagaban.
18 Damasco acudía a tu mercado por la multitud de tus productos, por tu opulento comercio con vino de Jelbón y lana de Sajar.
19 De Izal traían a tu feria hierro forjado, canela y caña aromada como pago.
20 Dedán comerciaba contigo con sillas de montar.
21 Arabia y los príncipes de Cadar negociaban contigo; en borregos, carneros y chivos negociaban.
22 Los mercaderes de Sabá y Ramá comerciaban contigo; te daban a cambio los mejores perfumes, piedras preciosas y oro.
23 Jarrán, Canné y Edén, Asiria y Kilmad comerciaban contigo;
24 comerciaban contigo en objetos primorosos, mantos de terciopelo con adornos, tejidos preciosos, cuerdas sólidamente trenzadas; en esto comerciaban contigo.
25 Naves de Tarsis
transportaban tus mercancías;
te llenaste y pesabas demasiado
en el corazón del mar;
26 tus remeros te condujeron
a aguas profundas;
viento del este te destrozó
en el corazón del mar;
27 tu riqueza,
tu comercio, tus mercancías,
tus marineros y tus pilotos,
los que reparan tus averías
y tus mercaderes y tus guerreros,
toda la tripulación de a bordo,
naufragarán en el corazón del mar,
el día de tu naufragio.
28 Al grito de auxilio de tus pilotos
retumbará el espacio;
29 saltarán de sus naves
cuantos empuñan remo,
marineros y capitanes,
para quedarse en tierra.
30 Se escucharán sus gritos,
gimiendo amargamente por ti;
se echarán ceniza en la cabeza,
se revolcarán en el polvo.
31 Se raparán por ti, se vestirán el sayal;
llorarán por ti amargamente
con duelo amargo.
32 Te entonarán un canto fúnebre,
te cantarán lamentos:
¿Quién como Tiro,
sumergida en el seno del mar?
33 Al desembarcar tus mercancías
hartabas a muchos pueblos;
con tu opulento comercio
enriquecías a reyes de la tierra.
34 Ahora estás destrozada
en los mares, en lo hondo del mar;
cargamento y tripulación
naufragaron a bordo.
35 Los habitantes de las costas
se espantan de ti,
y sus reyes están aterrados,
con el rostro descompuesto.
36 Los mercaderes de los pueblos
silban por ti;
¡siniestro desenlace!,
dejarás de existir para siempre.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas