Ezequiel  29 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 21 versitos |
1

Contra Egipto
Is 19; Job 40,25-31

El año décimo, el doce del décimo mes, me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, ponte de cara al faraón, rey de Egipto, y profetiza contra él y contra todo Egipto,
3 habla así:
Esto dice el Señor:
Aquí estoy contra ti,
faraón, rey de Egipto,
colosal cocodrilo acostado
en el cauce del Nilo,
que dices: Mío es el Nilo,
y yo me lo he hecho.
4 Te pondré argollas en las fauces,
prenderé en tus escamas
los peces de tu Nilo;
te sacaré del cauce de tu Nilo
con todos los peces de tu Nilo
prendidos en tus escamas.
5 Te arrojaré al desierto,
a ti y a los peces de tu Nilo;
quedarás tendido en pleno campo,
sin que nadie te recoja y te entierre.
Te echaré de comida
a las fieras de la tierra
y a las aves del cielo;
6 así sabrán los habitantes de Egipto
que yo soy el Señor.
Porque has sido bastón de caña
para la casa de Israel:
7 cuando su mano te empuñaba,
te partiste y les heriste la mano;
cuando se apoyaban en ti,
te quebraste y los hiciste tambalearse.
8 Por eso, así dice el Señor:
Traigo la espada contra ti,
exterminaré en ti hombres y animales.
9 La tierra de Egipto
será desolación y ruina;
sabrán entonces que yo soy el Señor.
Por haber dicho: Mío es el Nilo,
yo soy quien lo ha hecho;
10 por eso, aquí estoy contra ti
y contra tu Nilo;
convertiré Egipto en ruina,
en desierto desolado,
de Migdal a Asuán
y hasta la raya de Etiopía.
11 No la transitará pie humano,
no la recorrerá pezuña de animal;
nadie la poblará en cuarenta años.
12 Haré a Egipto la más desolada
de todas las tierras:
sus ciudades quedarán más arrasadas
que todas las ciudades en ruinas,
por cuarenta años.
Dispersaré a Egipto
entre las naciones,
lo esparciré por los países.
13 Porque esto dice el Señor:
Al cabo de cuarenta años
recogeré a Egipto
de entre los pueblos
por los que ande disperso.
14 Cambiaré la suerte de Egipto,
haciéndolos regresar
a la tierra de Patrós,
a su cuna, donde formarán
un reino miserable,
15 el más miserable de todos los reinos,
y no volverán a alardear
frente a las naciones:
los haré pequeños
para que no sometan a las naciones.
16 Ya no serán la confianza
de la casa de Israel,
sino que le denunciarán
el delito de haberlos seguido;
sabrán entonces que yo soy el Señor.
17

Nabucodonosor conquistará Egipto
Jr 43,8-13

El año veintisiete, el uno del primer mes, me dirigió la palabra el Señor:
18 – Hijo de hombre, Nabucodonosor, rey de Babilonia, lanzó a su ejército en dura campaña contra Tiro; toda cabeza quedó calva, toda espalda llena de llagas; pero ni él ni su ejército sacaron nada de la campaña contra Tiro.
19 Por eso, así dice el Señor: Voy a entregar Egipto a Nabucodonosor, rey de Babilonia: se llevará sus tesoros, lo despojará y lo saqueará, servirá de paga a su ejército.
20 Como paga por su hazaña, pues por mí la hicieron, le entregaré Egipto – oráculo del Señor– .
21 Ese día haré germinar el vigor de la casa de Israel, y a ti te daré palabra intrépida en medio de ellos, y sabrán que yo soy el Señor.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas