Ezequiel  30 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 26 versitos |
1

El día de Egipto

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, profetiza:
Esto dice el Señor:
Griten: ¡Maldito aquel día!,
3 que está cerca el día,
está cerca el día del Señor:
será día cargado de nubarrones,
la hora de las naciones.
4 La espada vendrá contra Egipto,
y Etiopía se estremecerá
cuando caigan acuchillados en Egipto;
les arrebatarán sus tesoros,
demolerán sus cimientos.
5 Etiopía, Put, Lidia,
y la entera Arabia,
Libia y los habitantes del país aliado
caerán con ellos a espada.
6 Esto dice el Señor:
Caerán los que apoyan a Egipto,
su orgulloso poderío se derrumbará;
de Migdal a Asuán
caerán a espada
– oráculo del Señor– .
7 Quedará el país más desolado
que ningún otro país,
sus ciudades más arruinadas
que ninguna otra ciudad.
8 Sabrán que yo soy el Señor
cuando prenda fuego a Egipto
y queden desbaratados
cuantos le auxilian.
9 Ese día despacharé correos en barcos
para sobresaltar
a la confiada Etiopía;
se estremecerán el día de Egipto,
que está llegando.
10 Esto dice el Señor:
Pondré fin a la opulencia de Egipto
por medio de Nabucodonosor,
rey de Babilonia.
11 A él y a sus tropas,
terror de las naciones,
los traigo para devastar el país;
desnudarán la espada contra Egipto,
llenando el país de acuchillados.
12 Convertiré el Nilo en tierra seca,
venderé el país a desalmados;
arrasaré el país y cuanto hay en él
por mano de bárbaros;
yo, el Señor, he hablado.
13 Esto dice el Señor:
Exterminaré a los ídolos,
acabaré con los dioses de Menfis
y con los príncipes de Egipto,
que no existirán más.
Meteré miedo a Egipto,
14 arrasaré Patrós,
prenderé fuego a Tanis
y haré justicia contra Tebas,
15 derramaré mi cólera en Pelusio,
fortaleza de Egipto,
exterminaré a la muchedumbre
de Tebas,
16 prenderé fuego a Egipto,
Pelusio se retorcerá de dolor,
abrirán brecha en Tebas,
....................................................
17 los jóvenes de Avén y Pi-Beset
caerán a espada;
las mujeres irán cautivas.
18 En Tafnes se oscurecerá el día,
cuando yo rompa allí
el cetro de Egipto
y se extinga su terca soberbia;
una nube la velará,
sus hijas irán cautivas.
19 Haré justicia contra Egipto,
y sabrán que yo soy el Señor.
20 El año undécimo, el siete del primer
mes, me dirigió la palabra el Señor:
21 – Hijo de hombre, le he roto el brazo al faraón, rey de Egipto, y ahí lo tienes, no lo han vendado aplicando medicamentos, colocando un vendaje para que cobre fuerzas y así pueda empuñar la espada;
22 por tanto, esto dice el Señor:
Aquí estoy contra el faraón,
rey de Egipto;
voy a romperle los dos brazos,
el sano y el roto,
y haré que se le caiga
la espada de la mano.
23 Dispersaré a Egipto entre las naciones,
lo esparciré por los países.
24 Le robusteceré los brazos
al rey de Babilonia,
y le pondré mi espada en la mano;
al faraón le romperé los brazos,
gemirá ante él
con gemidos de acuchillado.
25 Fortaleceré los brazos
del rey de Babilonia,
al faraón se le caerán los brazos;
sabrán que yo soy el Señor
cuando entregue mi espada
al rey de Babilonia
para que la descargue contra Egipto.
26 Dispersaré a Egipto
entre las naciones,
lo esparciré por los países,
y sabrán que yo soy el Señor.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas