Ezequiel  34 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 31 versitos |
1

Los pastores de Israel
Jr 23,1-8; Sal 23; Jn 10,1-18

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles: ¡Pastores!, esto dice el Señor:
¡Ay de los pastores de Israel
que se apacientan a sí mismos!
¿No son las ovejas lo que tienen
que apacentar los pastores?
3 Se alimentan con su leche,
se visten con su lana;
matan a las más gordas,
pero no apacientan el rebaño.
4 No fortalecen a las débiles,
ni sanan a las enfermas,
ni vendan a las heridas;
no recogen las descarriadas,
ni buscan las perdidas
y maltratan brutalmente a las fuertes.
5 Al no tener pastor,
se dispersaron
y fueron pasto de las fieras salvajes.
6 Mis ovejas se dispersaron
y vagaron sin rumbo
por montes y altos cerros;
mis ovejas se dispersaron
por toda la tierra,
sin que nadie las buscase
siguiendo su rastro.
7 Por eso, pastores,
escuchen la Palabra del Señor:
8 ¡Lo juro por mi vida!
– oráculo del Señor– .
Mis ovejas fueron presa,
mis ovejas fueron pasto
de las fieras salvajes,
por falta de pastor;
porque mis pastores
no cuidaban mi rebaño,
los pastores se apacentaban
a sí mismos
y mi rebaño no lo apacentaban.
9 Por eso, pastores,
escuchen la Palabra del Señor:
10 Esto dice el Señor:
Me voy a enfrentar con los pastores:
les reclamaré mis ovejas,
los quitaré de pastores
de mis ovejas
para que dejen de apacentarse
a sí mismos, los pastores;
libraré a mis ovejas de sus fauces,
para que no sean su manjar.
11 Así dice el Señor:
Yo mismo en persona
buscaré mis ovejas
siguiendo su rastro.
12 Como sigue el pastor
el rastro de su rebaño
cuando las ovejas se le dispersan,
así seguiré yo
el rastro de mis ovejas
y las libraré sacándolas
de todos los lugares
por donde se dispersaron
un día de oscuridad y nubarrones.
13 Los sacaré de entre los pueblos,
los congregaré de los países,
los traeré a su tierra,
los apacentaré
en los montes de Israel,
en las cañadas
y en los poblados del país.
14 Los apacentaré en ricos pastizales,
tendrán sus prados
en los montes más altos de Israel;
allí se recostarán en fértiles praderas
y pastarán pastos jugosos
en los montes de Israel.
15 Yo mismo apacentaré mis ovejas,
yo mismo las haré descansar
– oráculo del Señor– .
16 Buscaré las ovejas perdidas,
recogeré las descarriadas;
vendaré a las heridas,
sanaré a las enfermas:
a las gordas y fuertes las guardaré
y las apacentaré como es debido.
17 Y a ustedes, mis ovejas,
esto dice el Señor:
Voy a juzgar entre oveja y oveja:
¡entre carneros y chivos!
18 ¿No les basta alimentarse con el mejor pasto,
que pisotean con las pezuñas
el resto del pastizal?
¿Ni beber el agua clara,
que enturbian la restante
con las pezuñas?
19 Y luego mis ovejas tienen que pastar
lo que pisotearon sus pezuñas
y tienen que beber
lo que sus pezuñas enturbiaron.
20 Por eso, así les dice el Señor:
Yo mismo juzgaré el pleito
de las ovejas flacas y las gordas.
21 Porque ustedes empujan de costado,
con la espaldilla,
y cornean a las débiles,
hasta dispersarlas y hacerlas huir,
22 yo salvaré a mis ovejas
y no volverán a ser botín;
yo juzgaré el pleito de mis ovejas.
23 Les daré un pastor único
que las pastoree: mi siervo David:
él las apacentará,
él será su pastor.
24 Yo, el Señor, seré su Dios,
y mi siervo David,
príncipe en medio de ellos.
Yo, el Señor, lo he dicho.
25 Haré con ellos alianza de paz:
eliminaré de la tierra
los animales dañinos;
acamparán seguros en el desierto,
dormirán en los bosques.
26 Ellos y mi colina
toda a la redonda
serán una bendición:
enviaré lluvias a su tiempo,
una bendición de lluvias.
27 El árbol silvestre dará su fruto
y la tierra dará su cosecha,
y ellos estarán seguros
en su territorio.
Sabrán que yo soy el Señor
cuando haga saltar
las ataduras de su yugo
y los libre del poder de los tiranos.
28 No volverán a ser
botín de las naciones
ni los devorarán las fieras salvajes;
vivirán seguros, sin sobresaltos.
29 Haré brotar para ellos
una plantación famosa:
no volverá a haber
muertos de hambre en el país
ni tendrán que soportar
la burla de los pueblos.
30 Y sabrán que yo,
el Señor su Dios, estoy con ellos,
y ellos son mi pueblo,
la casa de Israel
– oráculo del Señor– .
31 Y ustedes son mis ovejas,
ovejas de mi rebaño,
y yo soy su Dios
– oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  34,1-31Los pastores de Israel. Para Ezequiel, como para Jeremías, los responsables de los males de Israel son sus propios dirigentes. La acusación que hace Dios por medio de sus profetas es que lo único que hicieron en el pasado fue apacentarse a sí mismos, abandonando a sus ovejas (1-6; cfr. Jer_23:1-3); por eso, el Señor mismo tendrá que ponerse al frente de su rebaño (7-10), cuidando de que cada una regrese a su pastizal. Nótese cómo se acentúa el cuidado especial que Dios como buen pastor prodiga especialmente a las más flacas y débiles del rebaño (15s). Esta misma imagen del único y buen pastor nos la transmitirá Juan aplicada a Jesús (Jua_10:11).
Para Ezequiel hay una cosa clara: en el futuro no habrá más reyes en Israel (23). David viene a desempeñar el papel de memoria del pasado, será como el patrono espiritual del Israel reconstruido; pero el único rey será el Señor: el mediador humano será únicamente príncipe, el cual tendrá que responder por la justicia y el derecho en el pueblo y velar por la nueva alianza de paz que establecerá el Señor con sus ovejas, una vez que las haya juzgado (25); en definitiva, tendrá que velar por el nuevo orden y las nuevas relaciones entre los miembros del pueblo y de éstos con la naturaleza (26-29).