Ezequiel  35 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 15 versitos |
1

Contra el monte de Seír
25,12-14

Me dirigió la palabra el Señor:
2 – Hijo de hombre, ponte de cara al monte Seír y profetiza así contra él:
3 Esto dice el Señor:
Aquí estoy contra ti, monte Seír,
extenderé mi mano contra ti
para hacerte desierto desolado.
4 Convertiré en escombros tus ciudades,
quedarás desolado
y sabrás que yo soy el Señor.
5 Porque, movido
por un rencor antiguo,
entregaste a los israelitas a la espada
el día del desastre,
el día del castigo final;
6 por eso, ¡juro por mi vida!
– oráculo del Señor–
que en sangre te convertiré
y la sangre te perseguirá.
¿Aborreces la sangre?,
pues la sangre te perseguirá.
7 Convertiré el monte Seír
en desierto desolado
y extirparé de él
al que va y al que viene.
8 Llenaré de apuñalados
tus montes y tus valles
y todos los cauces de tus ríos;
allí yacerán los muertos a espada.
9 Te convertiré en eterna desolación,
tus ciudades no serán habitadas,
y sabrán que yo soy el Señor.
10 Por haber dicho:
Las dos naciones serán mías,
y me apoderaré de los dos países
– y el Señor estaba allí– ;
11 por eso, ¡juro por mi vida!
– oráculo del Señor–
que te trataré con la misma ira
y con la misma rabia
con que tú los trataste,
movida de odio,
y haré que me conozcas,
cuando te juzgue.
12 Y sabrás que yo, el Señor,
escuché los insultos que decías
a los montes de Israel:
Están desiertos: nos los han dado
para que los devoremos.
13 Se envalentonaron contra mí
con sus palabras desafiantes
y fueron irrespetuosos contra mí
con su palabrería
– y yo lo estaba oyendo– .
14 Esto dice el Señor:
Con gozo de toda la tierra
te convertiré en desolación.
15 Lo mismo que te alegraste
al quedar desolada la herencia
de la casa de Israel,
así haré contigo:
quedará desolado el monte Seír
y todo el territorio de Edom,
y sabrán que yo soy el Señor.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  35,1-15Contra el monte de Seír.En medio de las promesas de retorno a la tierra y de restauración es inevitable hablar de nuevo contra Edom, el reino vecino de Israel que en medio del caos provocado por los invasores babilónicos aprovechó para vengarse de sus antiguos dominadores (cfr. 25,12-14).