Ezequiel  37 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Los huesos y el espíritu
Is 26,14-19

La mano del Señor se posó sobre mí y el Señor me llevó en espíritu, dejándome en un valle todo lleno de huesos.
2 Me hizo pasarles revista: eran muchísimos los que había en la cuenca del valle; estaban resecos.
3 Entonces me dijo:
– Hijo de hombre, ¿podrán revivir esos huesos?
Contesté:
– Tú lo sabes, Señor.
4 Me ordenó:
– Profetiza así sobre esos huesos: Huesos secos, escuchen la Palabra del Señor.
5 Esto dice el Señor a esos huesos: Yo les voy a infundir espíritu para que revivan.
6 Les injertaré tendones, les haré crecer carne; tensaré sobre ustedes la piel y les infundiré espíritu para que revivan. Así sabrán que yo soy el Señor.
7 Pronuncié la profecía que se me había mandado, y mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto y los huesos se juntaron, hueso con hueso.
8 Vi que habían prendido en ellos los tendones, que brotaba la carne y tenían la piel tensa; pero no había espíritu en ellos.
9 Entonces me dijo:
– Llama al espíritu, llama, Hijo de hombre, diciéndole al espíritu: Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan.
10 Pronuncié el llamado que se me había mandado. Penetró en ellos el espíritu, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa.
11 Entonces me dijo:
– Hijo de hombre, esos huesos son toda la casa de Israel. Ahí los tienes diciendo: Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos.
12 Por eso profetiza diciéndoles: Esto dice el Señor: Yo voy a abrir sus sepulcros, los voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y los voy a llevar a la tierra de Israel.
13 Sabrán que yo soy el Señor cuando abra sus sepulcros, cuando los saque de sus sepulcros, pueblo mío.
14 Infundiré mi espíritu en ustedes para que revivan, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago – oráculo del Señor– .
15

Las dos varas
Is 11,10-16; Ez 34,23s

Me dirigió la palabra el Señor:
16 – Y tú, Hijo de hombre, agarra una vara y escribe en ella: Judá; agarra luego otra vara y escribe en ella: José.
17 Júntalas la una con la otra de modo que formen una sola vara y queden unidas en tu mano.
18 Y cuando la gente de tu pueblo te diga: Explícanos lo que quieres decir,
19 respóndeles:
Esto dice el Señor: Voy a tomar la vara de José y a juntarla con la vara de Judá, de modo que formen una sola vara y queden unidas en mi mano.
20 Toma en la mano las varas escritas, y enseñándoselas, diles:
21 Esto dice el Señor: Yo voy a recoger a los israelitas de las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar.
22 Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías.
23 No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y apostasías, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
24 Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra.
25 Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
26 Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre;
27 tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
28 Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  37,1-14Los huesos y el espíritu. Una de las visiones más famosas de Ezequiel es ésta de los huesos secos. No basta sólo con hacer caer en la cuenta a sus paisanos de que estaban como muertos; ya habían comenzado a experimentar la muerte desde el momento en que fueron desplazados de su tierra y se había completado con la noticia de la destrucción de Jerusalén y de su templo. Pero no era el final: de ese cadáver que es ahora Israel, Dios hará florecer de nuevo la vida; será una obra exclusiva de Dios, de su Espíritu que es vida y que sólo puede transmitir vida. El mismo espíritu que aleteaba sobre las aguas antes de la creación será quien puede devolver la vida a Israel.


Ezequiel  37,15-28Las dos varas.Mediante una nueva acción simbólica, Ezequiel ilustra a su pueblo cuál es el querer de Dios. Si en la visión de los huesos revivificados está presente la idea de la resurrección del pueblo, ese pueblo no puede revivir para seguir siendo igual. La resurrección implica la reunificación de las doce tribus de Israel, regidas ahora por una sola y única autoridad (24), con un único santuario (28), en donde el Dios de la alianza fijará su morada para quedarse con su pueblo.