Ezequiel  42 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 20 versitos |
1 Me llevó a la parte norte del atrio exterior y me condujo a un bloque de habitaciones situado frente al recinto y frente al pabellón, por el norte.
2 Medía cincuenta metros de largo por veinticinco de ancho, por el lado norte.
3 Se levantaba entre el recinto interior de diez metros y el empedrado del atrio exterior. Tenía tres galerías, una encima de otra.
4 La fachada de este bloque daba a una calle interior, de cinco metros de ancho por cincuenta de largo. Este bloque comunicaba con la calle por el norte.
5 Las habitaciones del piso superior eran menos amplias que las de los pisos bajo e intermedio, porque las galerías les robaban espacio.
6 En efecto, el bloque constaba de tres plantas, y no tenía columnas como las del atrio exterior; por eso estaba escalonado, con entrantes en los pisos intermedio y superior.
7 Un muro de veinticinco metros de longitud separaba este bloque de habitaciones del atrio exterior.
8 El bloque del atrio exterior medía veinticinco metros de longitud. Este bloque caía enfrente del otro y medía cincuenta metros.
9 Desde el atrio exterior se podía entrar en este bloque de habitaciones por una puerta que se abría al este, en el arranque del muro del atrio.
10 Al sur había otro bloque gemelo frente al recinto y al pabellón.
11 Delante pasaba una calle. Tenía el mismo aspecto que el bloque del norte; medía lo mismo de longitud y de anchura, tenía idénticos accesos y estructura.
12 Al pie de este bloque se abría una puerta en el arranque del muro, por la parte oriental.
13 Me dijo: Las habitaciones de estos bloques, hacia el norte y hacia el sur, emplazados frente al recinto, son sacristías. En ellas los sacerdotes que se acercan al Señor comerán los manjares sacrosantos. En ellas depositarán la oblación sacrosanta y la ofrenda, el sacrificio expiatorio y el penitencial, porque el lugar es sagrado.
14 Los sacerdotes que entren allí no podrán salir del recinto santo al atrio exterior sin antes quitarse las vestiduras con las que oficiaron, porque son sagradas. Deben cambiarse de ropa antes de acercarse a donde está el pueblo.
15 Cuando terminó de medir el ámbito del templo, me sacó por la puerta oriental y se puso a medir el perímetro del templo.
16 El lado oriental medía doscientos cincuenta metros, medidos con la caña de medir.
17 Pasó al lado norte, que medía doscientos cincuenta metros, medidos con la caña de medir.
18 Pasó al lado sur, que medía doscientos cincuenta metros, medidos con la caña de medir.
19 Pasó al lado occidental, que medía doscientos cincuenta metros, medidos con la caña de medir.
20 Lo midió por los cuatro costados. Lo circundaba una muralla de doscientos cincuenta metros de ancho por doscientos cincuenta de largo, que separaba lo sacro de lo profano.

Patrocinio

 
 

Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Ezequiel  42,1-20El nuevo templo. Ezequiel nos narra una de sus últimas visiones, donde es conducido por un misterioso personaje que le enseñará detalladamente las medidas del nuevo templo. El profeta es conducido desde el patio exterior (40,17-19) al patio interior (40,28-31) y al Santo de los santos (41,3). Ante la mirada de Ezequiel, este personaje va verificando la superficie de patios y construcciones, habitaciones y salones, especialmente las dimensiones de muros y puertas en orden a delimitar lo más minuciosamente posible las líneas que separarán los espacios profanos de los sagrados (42,20).