Ezequiel  47 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 23 versitos |
1

El manantial del templo
Jl 4,18; Zac 14,8; Sal 46,5

Me hizo volver a la entrada del templo. Del umbral del templo manaba agua hacia oriente – el templo miraba a oriente– . El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al sur del altar.
2 Me sacó por la puerta norte y me llevó por fuera a la puerta del atrio que mira al oriente. El agua iba corriendo por el lado derecho.
3 El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este. Midió quinientos metros, y me hizo atravesar las aguas: ¡agua hasta los tobillos!
4 Midió otros quinientos, y me hizo cruzar las aguas: ¡agua hasta las rodillas! Midió otros quinientos, y me hizo pasar: ¡agua hasta la cintura!
5 Midió otros quinientos: era un torrente que no pude cruzar, pues habían crecido las aguas y no se hacía pie; era un torrente que no se podía vadear.
6 Me dijo entonces:
–¿Has visto, Hijo de hombre?
A la vuelta me condujo por la orilla del torrente.
7 Al regresar, vi a la orilla del río una gran arboleda en sus dos márgenes.
8 Me dijo:
– Estas aguas fluyen hacia el oriente, bajarán hasta el desierto, desembocarán en el mar de las aguas pútridas y lo sanearán.
9 Todos los seres vivos que bullan, allí donde desemboque la corriente tendrán vida, y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
10 Se pondrán pescadores a su orilla: desde Engadí hasta Eglaín habrá tendederos de redes; su pesca será variada, tan abundante como la del Mediterráneo.
11 Pero sus pantanos y esteros no serán saneados: quedarán para salinas.
12 A la vera del río, en sus dos riberas, crecerá toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.
13 Esto dice el Señor: Fronteras de la tierra que las doce tribus de Israel recibirán como propiedad hereditaria.
14 Todos recibirán partes iguales. Yo juré con la mano en alto dársela a sus padres; por eso esta tierra les tocará a ustedes como propiedad hereditaria.
15 Fronteras de la tierra: Por el norte: desde el Mediterráneo, por Jetlón, el Paso de Jamat, Sedad,
16 Berota y Sibrain – separando los territorios de Damasco y Jamat– , hasta Jasar Enon, que limita con Haurán.
17 Así que la frontera va desde el Mediterráneo hasta Jasar Enon, separando al norte los territorios de Damasco y Jamat. Ésta es la frontera norte.
18 Por el este: desde Hazar Enon, por la línea que separa los territorios de Haurán y Damasco, siguiendo el curso del Jordán, entre Galaad e Israel, hasta el Mar del este y hasta Palma. Ésta es la frontera oriental.
19 Por el sur: desde Tamar hasta el oasis de Meribá Cades y, siguiendo el torrente, hasta el Mediterráneo. Ésta es la frontera sur.
20 Por el oeste: limita con el mar Mediterráneo, hasta la latitud del Paso de Jamat. Ésta es la frontera occidental.
21 Ésta es la tierra que se repartirán las doce tribus de Israel.
22 Se la repartirán a suerte como propiedad hereditaria, incluyendo a los emigrantes residentes entre ustedes que hayan tenido hijos en su país. Serán para ustedes como los demás israelitas. Entrarán en la distribución con las tribus de Israel.
23 A los emigrantes les darán su propiedad hereditaria en el territorio de la tribu donde residan – oráculo del Señor– .

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  47,1-23El manantial del templo.Las anteriores disposiciones referentes al lugar sagrado -templo-, las personas sagradas -sacerdotes y levitas- y al príncipe sirven como marco para introducir este nuevo elemento de la visión de Ezequiel: el río de vida que brota desde el costado oriental del templo y que se va extendiendo fecundando todo el territorio, incluso el Mar Muerto. Es como si la maldición y la desgracia que han pesado sobre Israel y su territorio comenzaran a desaparecer al paso del agua vivificante y purificadora que brota desde el nuevo templo habitado por la Gloria del Señor . Siglos después, esta misma imagen será utilizada por el autor del Apocalipsis (Apo_22:1s).
El territorio fecundado y fertilizado idealmente por el manantial que brota del templo es repartido también ideal y equitativamente entre las doce tribus de Israel (Apo_47:13-48, 29); siete habitarán al norte del templo y cinco habitarán al sur; cada tribu recibirá una franja de tierra que va desde el Mediterráneo hasta la frontera oriental del país.
Esta imagen es la síntesis final del territorio reconquistado y de la ciudad y el templo reconstruidos (Apo_48:30-35). La ciudad adquiere un nombre simbólico cargado de sentido esperanzador para los israelitas que se encuentran en el exilio: «Dios está aquí».