Ezequiel  9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 11 versitos |
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Sentencia y ejecución
2 Re 10,17-27; Ap 7

Entonces le oí llamar en voz alta:
– Acérquense, verdugos de la ciudad, empuñando cada uno su arma mortal.
2 Entonces aparecieron seis hombres por el camino de la puerta de arriba, la que da al norte, empuñando mazas. En medio de ellos, un hombre vestido de lino, con los instrumentos de escribano a la cintura. Al llegar, se detuvieron junto al altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se había levantado del querubín en que se apoyaba, yendo a ponerse en el umbral del templo. Llamó al hombre vestido de lino, con los instrumentos de escribano a la cintura,
4 y le dijo el Señor:
– Recorre la ciudad, atraviesa Jerusalén y marca en la frente a los que se lamentan afligidos por las prácticas idolátricas que en ella se cometen.
5 A los otros les dijo en mi presencia:
– Recorran la ciudad detrás de él
hiriendo sin compasión y sin piedad.
6 A viejos, muchachos y muchachas,
a niños y mujeres, mátenlos,
acaben con ellos;
pero a ninguno de los marcados
lo toquen.
Empiecen por mi santuario.
Y empezaron por los ancianos que estaban frente al templo.
7 Luego les dijo:
– Profanen el templo, llenando sus atrios de cadáveres, y salgan a matar por la ciudad.
8 Sólo yo quedé con vida. Mientras ellos mataban, caí rostro en tierra y grité:
–¡Ay Señor! ¿Vas a exterminar al resto de Israel, derramando tu cólera sobre Jerusalén?
9 Me respondió:
– Grande, muy grande, es el delito de la casa de Israel y de Judá; el país está lleno de crímenes; la ciudad colmada de injusticias; porque dicen:
– El Señor ha abandonado el país, no lo ve el Señor.
10 Pues tampoco yo me apiadaré ni perdonaré; doy a cada uno su merecido.
11 Entonces el hombre vestido de lino, con los instrumentos de escribano a la cintura, informó diciendo:
– He cumplido lo que me ordenaste.

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Introducción a Ezequiel 

EZEQUIEL

Su vida. No sabemos cuándo nació. Probablemente en su infancia y juventud conoció algo de la reforma de Josías, de su muerte trágica, de la caída de Nínive y del ascenso del nuevo imperio babilónico. Siendo de familia sacerdotal, recibiría su formación en el templo, donde debió oficiar hasta el momento del destierro. Es en el destierro donde recibe la vocación profética.
Su actividad se divide en dos etapas con un corte violento. La primera dura unos siete años, hasta la caída de Jerusalén; su tarea en ella es destruir sistemáticamente toda esperanza falsa; denunciando y anunciando hace comprender que es vano confiar en Egipto y en Sedecías, que la primera deportación es sólo el primer acto, preparatorio de la catástrofe definitiva. La caída de Jerusalén sella la validez de su profecía.
Viene un entreacto de silencio forzado, casi más trágico que la palabra precedente. Unos siete meses de intermedio fúnebre sin ritos ni palabras, sin consuelo ni compasión.
El profeta comienza la segunda etapa pronunciando sus oráculos contra las naciones: a la vez que socava toda esperanza humana en otros poderes, afirma el juicio de Dios en la historia. Después comienza a rehacer una nueva esperanza, fundada solamente en la gracia y la fidelidad de Dios. Sus oráculos precedentes reciben una nueva luz, los completa, les añade nuevos finales y otros oráculos de pura esperanza.

Autor del libro.
Lo que hoy conocemos como libro de Ezequiel no es enteramente obra del profeta, sino también, de su escuela. Por una parte, se le incorporan bastantes adiciones: especulaciones teológicas, fragmentos legislativos al final, aclaraciones exigidas por acontecimientos posteriores; por otra, con todo ese material se realiza una tarea de composición unitaria de un libro.
Su estructura es clara en las grandes líneas y responde a las etapas de su actividad: hasta la caída de Jerusalén (1-24); oráculos contra las naciones (25-32); después de la caída de Jerusalén (33-48). Esta construcción ofrece el esquema ideal de amenaza-promesa, tragedia-restauración. Sucede que este esquema se aplica también a capítulos individuales, por medio de adiciones o trasponiendo material de la segunda etapa a los primeros capítulos; también se traspone material posterior a los capítulos iniciales para presentar desde el principio una imagen sintética de la actividad del profeta.
El libro se puede leer como una unidad amplia, dentro de la cual se cobijan piezas no bien armonizadas: algo así como una catedral de tres naves góticas en la que se han abierto capillas barrocas con monumentos funerarios y estatuas de devociones limitadas.

Mensaje religioso. La lectura del libro nos hace descubrir el dinamismo admirable de una palabra que interpreta la historia para re-crearla, el dinamismo de una acción divina que, a través de la cruz merecida de su pueblo, va a sacar un puro don de resurrección. Este mensaje es el que hace a Ezequiel el profeta de la ruina y de la reconstrucción cuya absoluta novedad él solo acierta a barruntar en el llamado «Apocalipsis de Ezequiel» (38s), donde contempla el nuevo reino del Señor y al pueblo renovado reconociendo con gozo al Señor en Jerusalén, la ciudad del templo.
El punto central de la predicación de Ezequiel es la responsabilidad personal (18) que llevará a cada uno a responder de sus propias acciones ante Dios. Y estas obras que salvarán o condenarán a la persona están basadas en la justicia hacia el pobre y el oprimido. En una sociedad donde la explotación del débil era rampante, Ezequiel se alza como el defensor del hambriento y del desnudo, del oprimido por la injusticia y por los intereses de los usureros. Truena contra los atropellos y los maltratos y llama constantemente a la conversión. Sin derecho y sin justicia no puede haber conversión.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Ezequiel  9,1-11Sentencia y ejecución. Como en la salida de Egipto, hay quienes escapan a la aniquilación. En Egipto fueron los israelitas que habían rociado con la sangre del cordero los marcos de sus puertas (Éxo_12:13); de la destrucción que se desata aquí escapan los que han sido marcados en la frente -literalmente los marcados con la letra taw, última letra del alfabeto hebreo-. Son los preparativos para el siguiente evento que nos narrará Ezequiel: la partida de la Gloria del Señor de su templo y del país.