Daniel  14 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 42 versitos |
1 El rey Astiages fue sepultado en el sepulcro familiar y le sucedió en el trono Ciro, el persa.
2 Daniel vivía con el rey, más honrado que sus demás amigos.
3 Tenían los babilonios un ídolo llamado Bel; cada día le llevaban medio quintal de sémola, cuarenta ovejas y ciento treinta litros de vino.
4 También el rey lo veneraba y acudía todos los días a adorarlo, mientras que Daniel adoraba a su Dios.
5 El rey le preguntó:
–¿Por qué no adoras a Bel?
Contestó:
–Porque yo no venero a dioses de fabricación humana, sino al Dios vivo, creador de cielo y tierra y dueño de todos los vivientes.
6 El rey le contestó:
–Entonces, ¿no crees que Bel es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe a diario?
7 Daniel repuso sonriendo:
–No te engañes, majestad. Ése es de barro por dentro y de bronce por fuera y jamás ha comido ni bebido.
8 El rey se enfadó, llamó a sus sacerdotes y les dijo:
–Si no me dicen quién se come esos alimentos morirán. Pero si demuestran que es Bel quién los come, Daniel morirá por haber blasfemado contra Bel.
9 Daniel dijo al rey:
–Que se cumpla lo que has dicho.
10 Los sacerdotes de Bel eran setenta, sin contar mujeres y niños. El rey se dirigió con Daniel al templo de Bel.
11 Los sacerdotes de Bel le dijeron:
–Nosotros saldremos fuera. Tú, majestad, trae la comida, mezcla el vino y acércalo, después cierra la puerta y séllala con tu anillo.
12 Mañana temprano volverás; si descubres que Bel no ha consumido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel por habernos calumniado.
13 –Lo decían muy seguros, porque habían hecho debajo de la mesa un pasadizo oculto por donde entraban siempre a comer las ofrendas–.
14 Cuando salieron ellos, el rey acercó la comida a Bel. Daniel mandó a sus criados que trajeran ceniza y la esparcieran por todo el templo, en presencia sólo del rey. Salieron, cerraron la puerta, la sellaron con el anillo real y se marcharon.
15 Aquella noche los sacerdotes, según costumbre, vinieron con sus mujeres y niños y dieron cuenta de la comida y la bebida.
16 El rey madrugó y lo mismo hizo Daniel.
17 Preguntó el rey:
–¿Están intactos los sellos?
Contestó:
–Intactos, majestad.
18 Al abrir la puerta, el rey miró a la mesa y gritó:
–¡Qué grande eres, Bel! No hay engaño en ti.
19 Daniel, riéndose, sujetó al rey para que no entrase y le dijo:
–Mira al suelo y averigua de quién son esas huellas.
20 El rey repuso:
–Estoy viendo huellas de hombres, mujeres y niños.
21 Y lleno de furia, hizo arrestar a los sacerdotes con sus mujeres y niños. Le enseñaron la puerta secreta por donde entraban a comer lo que había en la mesa.
22 El rey los hizo ajusticiar y entregó a Bel en poder de Daniel, el cual lo destruyó con su templo.
23 Había también un dragón enorme, al que veneraban los babilonios.
24 El rey dijo a Daniel:
–No dirás que éste es de bronce; está vivo, come y bebe; no puedes negar que es un dios vivo. Adóralo.
25 Respondió Daniel:
–Yo adoro al Señor, mi Dios, que es el Dios vivo. Dame permiso, majestad, y mataré al dragón sin palo ni cuchillo.
26 El rey contestó:
–Concedido.
27 Entonces Daniel tomó resina, grasa y pelos; los coció, hizo unas tortas y se las echó en la boca al dragón. El dragón las comió y reventó. Daniel sentenció:
–Ahí tienen lo que ustedes adoraban.
28 Al enterarse los babilonios se enfurecieron, se amotinaron contra el rey y dijeron:
–El rey se ha vuelto judío: ha destrozado a Bel, ha matado al dragón y ha degollado a los sacerdotes.
29 Acudieron al rey y exigieron:
–Entréganos a Daniel si no quieres morir con tu familia.
30 Viendo el rey que lo amenazaban con violencia, les entregó a Daniel a la fuerza.
31 Ellos lo arrojaron al foso de los leones, donde pasó seis días.
32 Había en el foso siete leones; cada día les echaban dos ajusticiados y dos ovejas; en aquella ocasión no les echaron nada para que devorasen a Daniel.
33 En Judea vivía el profeta Habacuc. Aquel día había preparado un guiso, puesto pequeños trozos de pan en una canastilla y marchaba al campo para llevárselo a los que estaban cosechando.
34 El ángel del Señor ordenó a Habacuc:
–Ese almuerzo llévaselo a Daniel, que está en Babilonia, en el foso de los leones.
35 Habacuc respondió:
–Señor, ni he visitado Babilonia ni conozco ese foso.
36 Entonces el ángel del Señor lo agarró por la cabeza y con el ímpetu de su Espíritu, lo llevó hasta Babilonia sujeto por los cabellos y lo depositó frente al foso.
37 Habacuc gritó:
–Daniel, Daniel, toma el almuerzo que te envía Dios.
38 Daniel respondió:
–Dios mío, te has acordado de mí, no has desamparado a los que te aman.
39 Y levantándose se puso a comer. Mientras, el ángel del Señor restituía a Habacuc a su país.
40 Al séptimo día vino el rey para llorar a Daniel. Se acercó al foso, miró dentro y allí estaba Daniel sentado.
41 Con todas sus fuerzas gritó:
–¡Grande eres, Señor, Dios de Daniel, y no hay más Dios que tú!
42 Lo hizo sacar, y a los culpables del atentado los hizo arrojar al foso, y al instante fueron devorados en su presencia.

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Introducción a Daniel 

DANIEL

La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua corriente de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2-6) y griego (13-14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8-12); las amplias plegarias en griego (3,24-90) y las demás en la lengua del contexto.

Autor. El personaje Daniel -«Dios es mi juez», en hebreo- es introducido unas veces en tercera persona (1-6); otras, en primera (8-12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel ( Eze_14:14 .20; Eze_28:3 ). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Henoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.

Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1-6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.

Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal_74:9 ) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.

Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mar_13:14 y Mat_24:15 mencionan al «ídolo abominable» de Dan_9:27 y 12,11; Mar_13:19 y Mat_24:21 citan literalmente a Dan_12:1 . Finalmente 1Co_6:2 parece basado en Dan_7:22 . De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas