Daniel  3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 30 versitos |
1

La estatua de oro
Is 43,2; 2 Mac 7

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro, de treinta metros de alto por tres de ancho, y la colocó en la llanura de Dura, provincia de Babilonia.
2 Mandó convocar a los gobernadores, ministros, prefectos, consejeros, tesoreros, letrados, magistrados y autoridades de provincia para que acudieran a la inauguración de la estatua que había erigido el rey Nabucodonosor.
3 Se reunieron los gobernadores, ministros, prefectos, consejeros, tesoreros, letrados, magistrados y autoridades de provincia para la inauguración de la estatua que había erigido el rey Nabucodonosor, y mientras estaban de pie frente a ella,
4 el heraldo proclamó con voz potente:
5 – A todos los pueblos, naciones y lenguas: cuando oigan tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, se postrarán para adorar la estatua que ha erigido el rey Nabucodonosor.
6 El que no se postre en adoración será inmediatamente arrojado dentro de un horno de fuego ardiente.
7 Así, pues, cuando los diversos pueblos oyeron tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron adorando la estatua de oro que Nabucodonosor había erigido.
8 Entonces unos caldeos fueron al rey a denunciar a los judíos:
9 –¡Viva el rey eternamente!
10 Su majestad ha decretado que cuantos escuchen tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos se postren adorando la estatua de oro,
11 y el que no se postre en adoración será arrojado dentro de un horno de fuego ardiente.
12 Pues bien, hay unos judíos, Sidrac, Misac y Abed-Nego – a quienes has encomendado el gobierno de la provincia de Babilonia– , que no obedecen la orden real, ni veneran a tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has erigido.
13 Nabucodonosor, terriblemente enfurecido, ordenó que trajeran a Sidrac, Misac y Abed-Nego, y cuando los tuvo delante, les dijo:
14 –¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abed-Nego, que no respetan a mis dioses ni adoran la estatua que he mandado levantar?
15 Miren: si al oír tocar la trompeta, la flauta, la cítara, el láud, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos están dispuestos a postrarse adorando la estatua que he hecho, háganlo; pero si no la adoran, serán arrojados inmediatamente dentro del horno de fuego ardiente, y, ¿qué Dios los librará de mis manos?
16 Sidrac, Misac y Abed-Nego contestaron:
17 – Majestad, a eso no tenemos por qué responder. Si es así, el Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos.
18 Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has levantado.
19 Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abed-Nego y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre,
20 y ordenó a algunos de sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abed-Nego y los echasen en el horno de fuego ardiente.
21 Así, vestidos con sus pantalones, camisas, gorros y demás ropa, los ataron y los echaron en el horno de fuego ardiente.
22 La orden del rey era terminante y el horno estaba al rojo vivo; sucedió que las llamas envolvieron y devoraron a los que conducían a Sidrac, Misac y Abed-Nego;
23 mientras los tres, Sidrac, Misac y Abed-Nego, caían atados en el horno de fuego ardiente.
24

Confesión de Nabucodonosor

Entonces el rey, totalmente sorprendido, se levantó apresuradamente y preguntó a sus consejeros:
–¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?
Le respondieron:
– Así es, majestad.
25 Preguntó:
–¿Entonces cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.
26 Y acercándose a la puerta del horno encendido, dijo:
– Sidrac, Misac y Abed-Nego, siervos del Dios Altísimo, salgan y vengan aquí.
27 Sidrac, Misac y Abed-Nego salieron del horno. Los gobernadores, ministros, prefectos y consejeros se acercaron para ver a aquellos hombres a prueba de fuego: no se les había quemado el pelo, los pantalones estaban intactos, ni siquiera olían a chamuscados.
28 Nabucodonosor entonces dijo:
– Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abed-Nego, que envió un ángel a salvar a sus siervos, que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron enfrentar el fuego antes que venerar y adorar a otro dios fuera del suyo.
29 Por eso decreto que quien blasfeme contra el Dios de Sidrac, Misac y Abed-Nego, de cualquier pueblo, nación o lengua que sea, sea hecho pedazos y su casa sea derribada. Porque no existe otro Dios capaz de librar como éste.
30 El rey dio cargos a Sidrac, Misac y Abed-Nego en la provincia de Babilonia.

Oración penitencial de Azarías
Esd 9; Neh 9; Bar 1,15– 3,8

Paseaban por las llamas
alabando y dando gracias a Dios.
25 Azarías se detuvo a orar,
y abriendo los labios
en medio del fuego, dijo:
26 Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres,
alabado y glorificado
tu Nombre por siempre.
27 Lo que has hecho con nosotros
está justificado:
todas tus acciones son justas,
tus caminos son rectos,
tus sentencias son justas.
28 Son justas las sentencias
que has ejecutado contra nosotros,
contra tu Ciudad Santa,
la Jerusalén de nuestros padres;
con justicia y derecho
lo has ejecutado todo
por nuestros pecados.
29 Porque hemos cometido
toda clase de pecados,
alejándonos de ti,
rebelándonos contra ti,
hemos cometido
toda clase de pecados,
hemos quebrantado
los preceptos de tu ley;
30 no hemos puesto por obra
lo que nos habías mandado
para nuestro bien.
31 Por eso, todo lo que nos has enviado
y nos has hecho,
lo has hecho con justicia.
32 Nos entregaste en poder
de nuestros enemigos,
impíos, malvados y rebeldes,
del rey más injusto
y perverso del mundo.
33 Ya no podemos abrir la boca,
porque la vergüenza
abruma a tus siervos y a tus fieles.
34 ¡Por el honor de tu Nombre!,
no nos abandones para siempre,
no rompas tu alianza,
no nos niegues tu misericordia.
35Por Abrahán, tu amigo;
por Isaac, tu siervo;
por Israel, tu consagrado;
36 a quienes prometiste
multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas.
37 Por nuestros pecados, Señor,
somos hoy el más pequeño
de los pueblos,
humillado por toda la tierra;
38 no tenemos ya ni príncipe,
ni jefe, ni profeta,
ni holocaustos, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso,
ni lugar donde ofrecerte primicias
y alcanzar tu misericordia.
39 Pero tenemos un corazón
quebrantado
y un espíritu humillado;
recíbelos como si fueran una ofrenda
de holocaustos de toros y carneros,
de millares de gordos corderos.
40 Ése será el sacrificio
que hoy te ofrecemos
para aplacarte fielmente;
porque los que confían en ti
no quedan defraudados.
41 En adelante te seguiremos
de todo corazón, te respetaremos,
buscaremos tu rostro.
No nos defraudes;
42 trátanos según tu ternura
y tu gran misericordia;
43 líbranos, con tu poder maravilloso,
y da gloria a tu Nombre, Señor.
44 Sean humillados
los que nos maltratan,
queden confundidos,
pierdan el mando,
sea destruido su poder
45 y sepan que tú, Señor,
eres el Dios único,
glorioso, en toda la tierra.

Cántico de los tres jóvenes
Sal 136; 148

Los criados del rey que los habían arrojado no cesaban de avivar el fuego. En el momento de echarlos, el horno estaba encendido siete veces más fuerte que de costumbre. Los criados que los echaron se encontraban en la parte superior, mientras otros, por debajo, alimentaban el fuego con petróleo, resina, estopa y leña.
47 Las llamas se alzaban veinticuatro metros y medio por encima del horno,
48 saltaron y consumieron a los caldeos que se encontraban cerca del horno.
49 Un ángel del Señor bajó adonde estaban Azarías y sus compañeros, expulsó las llamas fuera del horno,
50 metió dentro un viento húmedo que silbaba, y el fuego no los atormentó, ni los hirió, ni siquiera los tocó.
51 Entonces los tres, al unísono, ento naban cánticos y bendecían y glorificaban a Dios en el horno, diciendo:
52 Bendito seas, Señor,
Dios de nuestros padres,
a ti gloria y alabanza eternamente.
Bendito sea tu Nombre,
santo y glorioso,
a él gloria y alabanza eternamente.
53 Bendito seas en el templo
de tu santa gloria,
a ti gloria y alabanza eternamente.
54 Bendito seas en tu trono real,
a ti gloria y alabanza eternamente.
55 Bendito cuando cabalgas
sobre querubines
penetrando los abismos,
a ti gloria y alabanza eternamente.
56 Bendito seas en el firmamento del cielo,
a ti gloria y alabanza eternamente.
57 Criaturas todas del Señor,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
58 Ángeles del Señor, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
59 Cielos, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
60 Aguas del espacio, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
61 Ejércitos del Señor, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
62 Sol y luna, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
63 astros del cielo, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
64 Lluvia y rocío, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
65 vientos todos, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
66 fuego y calor, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
67 fríos y heladas, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
68 rocíos y nevadas, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
69 témpanos y hielos, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
70 escarchas y nieves,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
71 Noches y días, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
72 luz y tinieblas, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
73 rayos y nubes, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
74 Que la tierra bendiga al Señor,
cante en su honor eternamente;
75 montes y cumbres, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
76 cuanto germina en la tierra,
bendiga al Señor,
cante en su honor eternamente;
77 manantiales, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
78 mares y ríos, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
79 cetáceos y cuanto se agita en el mar, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
80 aves del cielo, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
81 fieras y ganados, bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente.
82 Hijos de los hombres,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
83 bendiga Israel al Señor,
cante en su honor eternamente;
84 sacerdotes del Señor,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
85 servidores del Señor,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
86 almas y espíritus justos,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
87 santos y humildes de corazón,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
88 Ananías, Azarías y Misael,
bendigan al Señor,
canten en su honor eternamente;
porque los sacó de la fosa,
los libró del poder de la muerte,
los arrancó de la llama ardiente
y los libró del fuego.
89 Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
90 Alaben a Dios,
todos los fieles de Dios,
denle gracias con canciones,
porque es eterna su misericordia
y dura por los siglos de los siglos.

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Introducción a Daniel 

DANIEL

La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua corriente de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2-6) y griego (13-14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8-12); las amplias plegarias en griego (3,24-90) y las demás en la lengua del contexto.

Autor. El personaje Daniel -«Dios es mi juez», en hebreo- es introducido unas veces en tercera persona (1-6); otras, en primera (8-12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel ( Eze_14:14 .20; Eze_28:3 ). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Henoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.

Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1-6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.

Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal_74:9 ) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.

Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mar_13:14 y Mat_24:15 mencionan al «ídolo abominable» de Dan_9:27 y 12,11; Mar_13:19 y Mat_24:21 citan literalmente a Dan_12:1 . Finalmente 1Co_6:2 parece basado en Dan_7:22 . De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Daniel  3,1-23La estatua de oro - Confesión de Nabucodonosor. Aunque este pasaje nos habla de Nabucodonosor que ordena construir una gran estatua, en realidad se trata del rey griego Antíoco IV (175-163 a.C.), quien mandó erigir una estatua de Zeus, dios principal del panteón griego, en Jerusalén (cfr. 1Ma_1:54; 2Ma_6:2). Con este relato el autor intenta animar a los creyentes para que resistan la agresión de los poderosos que quieren ocupar el lugar de Dios. Su perseverancia y fidelidad puede trocar la actitud del agresor, a tal punto de convertirlos al Señor.


Daniel  3,24-45Oración penitencial de Azarías. La oración de Azarías es una plegaria, inspirada en la manera como se componían los salmos penitenciales: autorreconocimiento de las culpas y conciencia del merecido y necesario castigo; por eso desde el dolor purgante se reconoce la grandeza y misericordia de Dios que no abandona a sus fieles; el final de la composición es la confesión de fe en Dios que rescatará a sus fieles.
Daniel  3,46-90Cántico de los tres jóvenes. Es una plegaria de alabanza común también en el salterio (véase Sal 135; 148; etc.); se trata de una invitación a toda la creación para que alabe al único Señor. En el contexto en que se encuentra, es la manera de invitar a desatender la orden del rey de adorar a la estatua de oro. No queda nada ni nadie excluido de esta invitación. También aquí se detecta el rasgo profético de la oración. Muchos contemporáneos del autor del libro, tal vez, estaban confundidos ante las pretensiones de los dominadores griegos. Aquí se establece de una vez por todas a quién hay que adorar y servir, al Único que puede salvar (3,96), Único Señor a quien algún día reyes y emperadores tendrán que reconocer (3,28s).