Daniel  6 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Daniel en el foso de los leones
Sal 57,5

Darío decidió nombrar ciento veinte gobernadores regionales distribuidos por todo el reino,
2 y sobre ellos tres ministros, a quienes los gobernadores rendirían cuentas para que no sufriesen los intereses de la corona. Uno de los tres era Daniel.
3 Daniel sobresalía entre los ministros y los gobernadores por su talento extraordinario, de modo que el rey decidió ponerlo al frente de todo el reino.
4 Entonces los ministros y los gobernadores buscaron algo de qué acusarle en su administración del reino; pero no le encontraron ninguna culpa ni descuido, porque era hombre de fiar que no cometía errores ni era negligente.
5 Aquellos hombres se dijeron:
– No podremos acusar a Daniel de ninguna falta. Tenemos que buscar un delito de carácter religioso.
6 Entonces los ministros y gobernadores fueron al rey diciéndole:
7 –¡Viva siempre el rey Darío! Los ministros del reino, los prefectos, los gobernadores regionales, consejeros y gobernadores provinciales están de acuerdo en que el rey debe promulgar un edicto sancionando que en los próximos treinta días nadie haga oración a otro dios que no seas tú, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones.
8 Por tanto, majestad, promulga esa prohibición y firma el documento para que no pueda ser modificado, según la ley de medos y persas que es irrevocable.
9 Así, el rey Darío promulgó y firmó el decreto.
10 Cuando Daniel se enteró de la promulgación del decreto, subió al piso superior de su casa, que tenía ventanas orientadas hacia Jerusalén. Y, arrodillado, oraba dando gracias a Dios tres veces al día, como solía hacerlo.
11 Aquellos hombres lo espiaron y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios.
12 Entonces fueron a decirle al rey:
– Majestad, ¿no has firmado tú un decreto que prohíbe hacer oración a cualquier dios fuera de ti, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?
El rey contestó:
– El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas.
13 Ellos le respondieron:
– Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni a la prohibición que has firmado, sino que tres veces al día reza sus oraciones.
14 Al oírlo, el rey se apenó profundamente y se puso a pensar la manera de salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol hizo lo imposible por librarlo.
15 Pero aquellos hombres apuraban diciéndole:
– Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, una prohibición o edicto real es válido e irrevocable.
16 Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. El rey dijo a Daniel:
–¡Que tu Dios a quien veneras con tanta constancia, te salve!
17 Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, para que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel.
18 Luego el rey volvió a palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir.
19 Madrugó y fue corriendo al foso de los leones.
20 Se acercó al foso y gritó afligido:
–¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras con tanta constancia?
21 Daniel le contestó:
22 –¡Viva siempre el rey! Mi Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho nada, porque ante él soy inocente, como tampoco he hecho nada contra ti.
23 El rey se alegró mucho y mandó que sacaran a Daniel del foso. Al sacarlo no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios.
24 Luego el rey mandó traer a los que habían calumniado a Daniel y arrojarlos al foso de los leones con sus hijos y esposas. No habían llegado al suelo y ya los leones los habían atrapado y despedazado.
25 Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas de la tierra:
26 ¡Paz y bienestar! Ordeno y mando: Que en mi imperio todos respeten y teman al Dios de Daniel.
Él es el Dios vivo
que permanece siempre.
Su reino no será destruido,
su imperio dura hasta el fin.
27 Él salva y libra,
hace signos y prodigios
en el cielo y en la tierra.
Él salvó a Daniel de los leones.
28 Así fue como prosperó Daniel durante el reinado de Darío y de Ciro de Persia.

Patrocinio

 
 

Introducción a Daniel 

DANIEL

La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua corriente de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2-6) y griego (13-14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8-12); las amplias plegarias en griego (3,24-90) y las demás en la lengua del contexto.

Autor. El personaje Daniel -«Dios es mi juez», en hebreo- es introducido unas veces en tercera persona (1-6); otras, en primera (8-12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel ( Eze_14:14 .20; Eze_28:3 ). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Henoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.

Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1-6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.

Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal_74:9 ) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.

Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mar_13:14 y Mat_24:15 mencionan al «ídolo abominable» de Dan_9:27 y 12,11; Mar_13:19 y Mat_24:21 citan literalmente a Dan_12:1 . Finalmente 1Co_6:2 parece basado en Dan_7:22 . De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

Patrocinio

Notas

Daniel  6,2-29Daniel en el foso de los leones. La primera parte del libro concluye con un episodio paralelo a su inicio: la fe y fidelidad de Daniel a su Dios le acarrea la persecución; una manera de hablar de las persecuciones y oprobios contra los fieles judíos bajo el reinado de Antíoco IV. Si antes fue el rechazo y la resistencia a adorar la estatua de oro, ahora el motivo no es del todo diferente; se trata de mantener firme la convicción de que sólo Dios puede salvar y que, por tanto, sólo de Él se puede esperar la salvación (15.17.21.23.28). En el capítulo tercero, el ambiente fue la erección de la estatua de Zeus en Jerusalén. En este momento el ambiente es el decreto real que prohíbe la religión judía en el reino de Antíoco IV. Muchos judíos se ajustaron a dicha norma, pero también muchos otros resistieron y permanecieron firmes hasta el final. Daniel, salvado del foso de los leones, es la imagen del fiel creyente que no claudica en su fe ni se doblega ante los caprichos del dominante de turno. También este episodio es profecía para nuestra época contemporánea.