Daniel  7 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Las visiones
Primera:
Las cuatro fieras

El año primero de Baltasar, rey de Babilonia, Daniel tuvo un sueño, visiones de su fantasía, estando en la cama. Al punto escribió lo que había soñado:
2 Tuve una visión nocturna: los cuatro vientos agitaban el océano.
3 Cuatro fieras gigantescas salían del mar, las cuatro distintas.
4 La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana.
5 La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: ¡Arriba! Come carne en abundancia.
6 Después vi otras fieras como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder.
7 Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos.
8 Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias.
9 Durante la visión vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó:
Su vestido era blanco como nieve,
su cabellera como lana limpísima;
su trono, llamas de fuego;
sus ruedas, llamaradas.
10 Un río impetuoso de fuego
brotaba delante de él.
Miles y miles le servían,
millones estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión
y se abrieron los libros.
11 Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego.
12 A las otras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada.
13 Seguí mirando, y en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que se acercó al anciano y fue presentada ante él.
14 Le dieron poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
15 Yo, Daniel, me sentía agitado por dentro y me turbaban las visiones de mi fantasía.
16 Me acerqué a uno de los servidores y le pedí que me explicase todo aquello. Él me contestó explicándome el sentido de la visión:
17 – Esas cuatro fieras gigantescas representan cuatro reinos que surgirán en el mundo.
18 Pero los santos del Altísimo recibirán el reino y lo poseerán por los siglos de los siglos.
19 Yo quise saber lo que significaba la cuarta fiera, diversa de las demás; la fiera terrible, con dientes de hierro y garras de bronce, que devoraba y trituraba y pateaba las sobras con las pezuñas;
20 lo que significaban los diez cuernos de su cabeza y el otro cuerno que salía y eliminaba a otros tres, que tenía ojos y una boca que profería insolencias, y era más grande que los otros.
21 Mientras yo seguía mirando, aquel cuerno luchó contra los santos y los derrotó.
22 Hasta que llegó el anciano para hacer justicia a los santos del Altísimo, y empezó el imperio de los santos.
23 Después me dijo:
– La cuarta bestia es un cuarto reino que habrá en la tierra, diverso de todos los demás; devorará toda la tierra, la pisará y triturará.
24 Sus diez cuernos son diez reyes que habrá en aquel reino; después vendrá otro, diverso de los precedentes, que destronará a tres reyes;
25 blasfemará contra el Excelso, perseguirá a los santos del Altísimo e intentará cambiar el calendario y la ley. Dejarán en su poder a los santos durante un año y otro año y otro año y medio.
26 Pero cuando se siente el tribunal para juzgar, le quitará el poder y será destruido y aniquilado totalmente.
27 El poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo serán entregados al pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, al que temerán y se someterán todos los soberanos.
28 Fin del relato. Yo, Daniel, quedé inquieto con estos pensamientos y me puse pálido; pero todo me lo guardé en mi interior.

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Introducción a Daniel 

DANIEL

La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua corriente de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2-6) y griego (13-14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8-12); las amplias plegarias en griego (3,24-90) y las demás en la lengua del contexto.

Autor. El personaje Daniel -«Dios es mi juez», en hebreo- es introducido unas veces en tercera persona (1-6); otras, en primera (8-12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel ( Eze_14:14 .20; Eze_28:3 ). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Henoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.

Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1-6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.

Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal_74:9 ) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.

Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mar_13:14 y Mat_24:15 mencionan al «ídolo abominable» de Dan_9:27 y 12,11; Mar_13:19 y Mat_24:21 citan literalmente a Dan_12:1 . Finalmente 1Co_6:2 parece basado en Dan_7:22 . De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Daniel  7,1-28Las visiones (Cap. 7-12). Tal vez en algún momento de nuestra vida nos hemos detenido a pensar en el sentido de nuestra existencia, el por qué de los acontecimientos, máxime si las circunstancias en las que se vive son difíciles en todos los sentidos: económico, político, social y religioso; y más aún, si la experiencia del presente nos trae el triunfo de la injusticia, la violencia y la mentira. Ante tales circunstancias, uno siente a veces la tentación de abandonar la fe y la esperanza porque a simple vista no se ve ni se siente la intervención de aquel Dios en quien se cree y se espera. Éstas podrían ser a grandes rasgos las circunstancias históricas que se esconden detrás de las cuatro visiones que nos narra el libro de Daniel.
Por medio de las tres primeras, cada una con su interpretación, el sabio intenta responder a sus propias inquietudes y a las de sus contemporáneos sobre el futuro. El presente no es fácil, sobre todo para quienes poseen e intentan mantener su fe y su esperanza en el Dios que se ha venido revelando en la historia del pueblo de Israel. Los peligros de apostasía están a la puerta, por tanto, se necesita luz y fuerza para continuar hacia el futuro, tratando de entender el pasado y el presente.
La cuarta visión ilustra la duración de estas situaciones, épocas en las que se entrecruza una especie de competencia por parte de los poderosos contra el plan de Dios. ¿Cuándo cesará esa competencia? Cuando se reconozca que sólo Dios es Señor de la historia, y que sólo el plan divino garantiza la vida de los hombres y de la creación, y que cualquier proyecto humano debe fundarse en la voluntad de Él. Sólo cuando se reconozca esta dinámica, el futuro será esperanzador.

7:1-28 Primera: Las cuatro fieras. La primera visión tiene un gran parecido con el sueño de Nabucodonosor (2,28). En ambas predomina el número cuatro: allá tenemos cuatro metales, clasificados por su valor y aquí cuatro bestias, clasificadas por su fuerza. Pero aquí la atención está centrada en la cuarta bestia, que no tiene una denominación específica, pero que posee unas características muy particulares: posee diez cuernos, de los cuales desaparecen tres para dar espacio a uno más pequeño. Los diez cuernos se refieren a la sucesión de reyes de la dinastía seléucida, el último cuerno se refiere a Antíoco IV, tal vez el más feroz y opresor de todos. Pero la visión no termina con la descripción de la cuarta bestia y su acción maléfica. Aparece un anciano, un trono y un ser misterioso que en la narración se le da el apelativo de «hijo de hombre» (9-14). Estos elementos nos indican que para el autor se representa aquí una especie de juicio que el Altísimo realiza sobre la historia y sus protagonistas. De hecho el anciano y el tribunal entregan al «hijo del hombre» el poder sobre reinos y naciones, quienes se ponen a su servicio (14.26.27). El Nuevo Testamento identificará este «hijo de hombre» con Jesús, proclamado como el Mesías (cfr. Mar_13:26; Mar_14:62; Mat_25:31; Luc_17:22.30; Hch_7:55-56).
El mensaje esperanzador de este juicio es el desmoronamiento de todo poder y potencia enemigos de Dios y el triunfo definitivo del proyecto divino y de sus fieles adoradores (26s).
Para nuestro tiempo: el creyente no puede conformarse con la simple espera de un ser celestial que aparezca para juzgar la prepotencia y altanería de los opresores modernos y de sus estructuras opresoras. En y desde la fe, el cristiano convencido del valor liberador, consolador y esperanzador de la Palabra y proyecto de Jesús, tiene que hacer de sus luchas y sudores una profecía actual y actuante. No porque los tiempos hayan cambiado cambia Dios de parecer. En nuestras manos está hacer que Dios enjuicie nuestro mundo actual, incrementando acciones de justicia, solidaridad y búsqueda de la fraternidad en medio de este mundo dividido y gobernado por las fuerzas del mal.