Daniel  9 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 27 versitos |
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Tercera:
Las setenta semanas
Esd 9; Neh 9; Bar 1,15– 3,38

El año primero de Darío, hijo de Jerjes, descendiente de los medos y rey de los caldeos,
2 el año primero de su reinado, yo, Daniel, leía atentamente en el libro de las profecías de Jeremías el número de años que Jerusalén había de quedar en ruinas:
3 eran setenta años. Después me dirigí al Señor, mi Dios implorándole con oraciones y súplicas, con ayuno, sayal y cubierto de ceniza.
4 Oré y me confesé al Señor, mi Dios: Señor, Dios grande y terrible, que mantienes la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos:
5 Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos.
6 No hicimos caso a tus siervos los profetas que hablaban en tu Nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a todo nuestro pueblo.
7 Tú, Señor, eres justo; pero nosotros los judíos nos sentimos avergonzados: tanto los habitantes de Jerusalén, como los otros israelitas, tanto los cercanos como a los que están lejos en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti.
8 Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y antepasados, porque hemos pecado contra ti.
9 Pero aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona.
10 No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus siervos los profetas.
11 Todo Israel quebrantó tu ley y no ha querido obedecerte; por eso nos han caído encima las maldiciones, consignadas con juramento en la ley de Moisés, el siervo de Dios; porque pecamos contra él.
12 Cumplió la palabra que pronunció contra nosotros y contra los jefes que nos gobernaban, enviándonos una calamidad – la que sucedió en Jerusalén– como no ha sucedido bajo el cielo.
13 Según está escrito en la ley de Moisés, nos sucedió esta desgracia completa; a pesar de todo esto, no aplacamos al Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestros crímenes y reconociendo tu verdad.
14 El Señor, nuestro Dios, vigiló para enviarnos esa desgracia: el Señor, nuestro Dios, nos trata justamente, porque no le obedecimos.
15 Pero ahora, Señor, Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo de Egipto, cobrándote fama que dura hasta hoy: hemos pecado y obrado mal.
16 Señor, a la medida de tu justicia, aparta la ira y la cólera de Jerusalén, tu ciudad y tu monte santo. Por nuestros pecados y los delitos de nuestros antepasados Jerusalén y todo tu pueblo son afrentados por los pueblos vecinos.
17 Ahora, pues, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo a tu santuario destruido, ¡Señor mío, por tu honor!
18 Dios mío, inclina tu oído y escúchame; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad que lleva tu Nombre; porque, al presentar ante ti nuestra súplica, no confiamos en nuestros méritos, sino en tu gran misericordia.
19 Escucha, Señor; perdona, Señor; atiende, Señor; actúa sin tardanza, ¡Dios mío, por tu honor! Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu Nombre.
20 Aún estaba hablando y suplicando y confesando mi pecado y el de mi pueblo, Israel, y presentando mis súplicas al Señor, mi Dios, en favor de su monte santo;
21 aún estaba pronunciando mi súplica, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión llegó volando hasta mí, a la hora de la ofrenda de la tarde.
22 Al llegar, me habló así:
23 – Daniel, yo he salido para abrirte la inteligencia. Al principio de tus súplicas se pronunció una sentencia, y yo he venido para comunicártela, porque eres un predilecto. ¡Entiende la palabra, comprende la visión!:
24 Setenta semanas están decretadas
para tu pueblo y tu Ciudad Santa:
para cerrar el delito,
poner fin al pecado
y expiar el crimen,
para traer una justicia eterna,
para que se cumplan
visiones y profecías
y consagrar el lugar santísimo.
25 Has de saberlo y comprenderlo:
desde que se decretó la vuelta
y la reconstrucción de Jerusalén
hasta un príncipe ungido
pasarán siete semanas;
después
durante sesenta y dos semanas
será reconstruida con calles y fosos,
pero en tiempos difíciles.
26 Pasadas las sesenta y dos semanas
matarán al ungido inocente;
vendrá un príncipe con su tropa
y arrasará la ciudad y el templo.
El final será un cataclismo,
y hasta el fin están decretadas
guerra y destrucción.
27 Firmará una alianza con muchos
durante una semana,
durante media semana
hará cesar ofrendas y sacrificios
y pondrá sobre el altar
el ídolo abominable
hasta que el fin decretado
le llegue al destructor.

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Introducción a Daniel 

DANIEL

La obra. Lo que hoy leemos como libro de Daniel es una obra compleja y aparte en el Antiguo Testamento. Empezando por la lengua, encontramos una serie de capítulos escritos en hebreo que imita el clásico, otros están escritos en arameo, otros en griego. Una obra trilingüe.
Es muy fácil separar los fragmentos griegos como adiciones posteriores, escritas en esa lengua o traducidas de un original semítico. No es fácil dar razón definitiva de la mezcla de hebreo con arameo; es más razonable pensar que los textos se escribieron primero en hebreo y que parte se tradujo al arameo, lengua corriente de la época.
La distribución de formas y temas no coincide con el reparto de lenguas. Encontramos tres tipos fundamentales: una serie de episodios narrativos, que tienen por protagonistas a Daniel y sus compañeros; una serie de visiones de Daniel explicadas por un ángel; dos plegarias amplias y otras breves. Los relatos están en hebreo (1), arameo (2-6) y griego (13-14); las visiones en arameo (7) y hebreo (8-12); las amplias plegarias en griego (3,24-90) y las demás en la lengua del contexto.

Autor. El personaje Daniel -«Dios es mi juez», en hebreo- es introducido unas veces en tercera persona (1-6); otras, en primera (8-12), como si fuera el autor. En el capítulo 7 pasa de la tercera a la primera. En los relatos aparece como adivino y jefe de magos (4,5; 5,10-12), y como político y administrador real (2,48; 6,3s; 8,27).
Parece ser que en la antigüedad hubo un personaje famoso por su bondad y sabiduría, llamado Daniel ( Eze_14:14 .20; Eze_28:3 ). Fuera de la Biblia aparece como «Dnil» en el poema ugarítico de Aqhat. ¿Existió un personaje semejante, del mismo nombre, en tiempo del destierro? No lo sabemos. El caso es que Daniel se hizo legendario y popular; por eso lo seleccionaron como protagonista para esta obra. La pseudonimia es normal en el género apocalíptico: hay Apocalipsis de Henoc, de Moisés, de Isaías, de Baruc, etc.

Época. El libro está compuesto durante la persecución de Antíoco IV (175-163 a.C.), después del 167 a.C. y algo antes de su muerte. Por la persecución religiosa y las rivalidades internas, los judíos atraviesan una grave crisis. El autor quiere infundirles ánimo y esperanza: lo hace con un personaje ficticio y aureolado, en un género literario nuevo, el apocalíptico.
Algunos piensan que los capítulos 1-6 fueron escritos al final del período persa o al comienzo del helenista, o sea en la segunda mitad del s. IV a.C. Las adiciones griegas, por su carácter ficticio o fantástico, no permiten una datación probable.

Género apocalíptico. Con el libro de Daniel entra en el Antiguo Testamento un género literario nuevo, el género apocalíptico. El libro fue admitido en el canon judío de las Escrituras, no como libro profético, pues la serie estaba clausurada, sino entre los «Escritos», concepto vago y acogedor. En realidad, Daniel es el único escrito apocalíptico, entre muchos, considerado como inspirado por Dios. En las versiones griega y latina y en la tradición cristiana, Daniel figura como uno de los cuatro «profetas mayores».
La apocalíptica es heredera de la profecía; surge cuando la profecía se ha extinguido («ya no vemos nuestros estandartes, ni tenemos un profeta, ninguno de nosotros sabe hasta cuándo» Sal_74:9 ) y pretende llevar adelante su misión.
En momentos de crisis, la apocalíptica trae un mensaje de esperanza: la tribulación es pasajera, el Señor actuará, pronto y de modo definitivo. En varias ocasiones la apocalíptica se presenta como la visión actualizada de una profecía.

Tema. El tema del libro es el drama de la historia. Luchan y caen y se suceden imperios y reinos. Los soberanos y emperadores actúan como protagonistas, pero la historia está gobernada por Dios y es conducida a un desenlace que llega de modo repentino, aunque previsto por el vidente y explicado por el intérprete. El paso dramático de un imperio a otro anticipa y prefigura el cambio final: la restauración del reino definitivo y universal del Señor de la historia en la que los sujetos pasivos y sufrientes de la misma, los «elegidos y consagrados», pasarán a primer plano con un nuevo poder concedido por Dios. Lo que sucede después, se anuncia, no se describe.
Los recursos principales del género y del libro son la ficción narrativa y la alegoría. El autor despliega a grandes trazos el pasado, lo estiliza y lo cuenta como profecía. Para ello inventa un personaje pretérito, a quien da un nombre ilustre y pone en su boca la historia pasada como profecía de futuro. La alegoría sirve también para comunicar en clave enseñanzas políticamente peligrosas.
En el uso de la alegoría el autor de 2-7 ha sido genial. Con función alegórica ha sabido crear unas cuantas imágenes poderosas que han fecundado el arte y el pensamiento occidental: la estatua de diversos materiales, el emperador convertido en fiera, el festín de Baltasar, los jóvenes en el horno, Daniel en el foso de los leones, las cuatro fieras con el anciano y la figura humana. ¿Cuántos escritores podrán exhibir semejante repertorio? Gracias a su vigor imaginativo, esos símbolos han sobrevivido al fracaso de la expectación del autor, se han desprendido de sus ataduras alegóricas y han comenzado una nueva vida como instrumentos para interpretar la historia.

Daniel y el Nuevo Testamento. Tres doctrinas principales han influido de algún modo en el Nuevo Testamento. La angelología, incluso con los nombres concretos de Miguel y de Gabriel (Lucas, Judas y Apocalipsis). La doctrina de la resurrección y retribución en la otra vida. La «figura humana» del capítulo 7, que por una falsa traducción se convirtió en «el Hijo del Hombre» trascendente, el de la parusía anunciada.
Además de éstos, Mar_13:14 y Mat_24:15 mencionan al «ídolo abominable» de Dan_9:27 y 12,11; Mar_13:19 y Mat_24:21 citan literalmente a Dan_12:1 . Finalmente 1Co_6:2 parece basado en Dan_7:22 . De los relatos griegos, el de Susana ha tenido gran aceptación en la teología y en el arte cristiano.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Daniel  9,1-27Tercera: Las setenta semanas. La tercera visión (20-27), está precedida de una larga oración (4-19), que surge en el momento en el que Daniel investiga sobre la suerte de su pueblo en la Escritura (1-3). La oración como tal es una súplica, en donde se subrayan los pecados e infidelidades de Israel, y el poder y la misericordia de Dios, pero también se acentúa la esperanza salvífica del pueblo pecador. La visión reinterpreta la profecía de Jeremías según la cual el destierro en Babilonia tendría una duración de setenta años (Jer_25:11; Jer_29:10). En la visión de Daniel aparece este período dividido en setenta semanas, y éstas divididas a su vez en períodos cargados de sentido simbólico con aumento creciente de la maldad hasta la última semana, que será la peor de todas. No se concede ningún reconocimiento al principado del mal por grande y terrible que sea, pues al final de todo se percibe que la ruina vendrá sobre el destructor (27). Como quien dice, la historia, aunque protagonizada en mayor parte por hombres violentos, tiene un actor último que es Dios, quien se manifestará en la plenitud de ella.